Me metí a clases de alemán porque me estoy preparando para cuando me toque vivir en otro país germánico (siempre se puede soñar). Mi universidad no ofrece clases para principiantes porque se supone que los alumnos en Suiza aprenden alemán en el colegio, y no se les ocurre que van a haber estudiantes que vengan de otros países interesados en aprender idiomas. Tuve que buscar clases privadas y, como es de esperarse en este país, son extremadamente caras. Sin embargo, pude matricularme en una gracias a un cheque de formación que da la ciudad de Ginebra a toda persona que paga impuestos y que tiene más de un año de vivir aquí. En teoría yo no pago impuestos porque soy becaria, pero eso no evitó que me llegara una carta exigiendo que pagara el impuesto por vivir en Ginebra, que es de 25 francos al año. Lo pagué, y ese fue el comprobante que usé para pedir mi cheque, que cubre un curso de hasta 750 francos. Uno puede escoger entre varios cursos que van desde los idiomas, hasta los de formaciones técnicas y profesionales. Tomé el camino del menor esfuerzo: encontré un centro de formación continua a dos estaciones de tranvía de mi universidad, me matriculé a un curso nocturno para no interrumpir mi trabajo y además los lunes, para poder disponer libremente de mi semana en caso de actividades relativas a mi tesis.

Esa clase ha sido de las mejores decisiones que he tomado en mucho tiempo. Para empezar, me encanta el idioma. El alemán es una lengua extraña, con muy poca relación al francés, inglés o español (por lo menos es la impresión que tengo por ahora, estoy segura que en realidad sí han de haber similitudes) así que siento que sí estoy aprendiendo algo nuevo. No sólo estoy adaptando lo que ya sé, que fue lo que me pasó con el italiano.

Por ahora sólo puedo presentarme, contar hasta veinte y decir de dónde vengo y adónde vivo, pero qué alegría me dan esas cosas tan sencillas. Eso y el hecho que la clase es todo lo contrario del doctorado.

La clase tiene una estructura, con hay un horario que respetar. Nada de esa libertad de hacer lo que sea a cualquier hora que termina convirtiéndose en sentimiento de culpabilidad, porque cualquier momento que se dedique a otra cosa que no sea trabajar es técnicamente tiempo perdido.

Tengo compañeros, de todas las edades, nacionalidades y profesiones. Pero lo que me encanta es que son gente con la que interactúo, trabajamos juntos, estamos en el mismo barco empezando desde el mismo nivel. No como en mi oficina donde veo gente, cuando se dignan en aparecer porque nadie está obligado a ir. Algunos ni siquiera saludan, pero al final decir buenos días y adiós puede ser la conversación del día, porque cada quien trabaja por su lado.

Mi profesora de alemán es excelente, simpática, dinámica y capaz de hacernos olvidar que es lunes por la noche y que es hora de cenar.

Y mi clase tiene un contenido: sé lo que tengo que leer, estudiar y aprender si es que quiero avanzar. No tengo que adivinar, especular y leer todo lo que se me ponga enfrente, esperando que se relacione de alguna forma con mi tema; básicamente lo que paso haciendo todo el día, todos los días.

Es realmente una dicha llevar clases cuando me toca aprender en solitario el resto del tiempo. Y prolongo esa alegría escuchando podcasts, estudiando mis lecciones y prestando atención a todo lo que está en alemán a mi alrededor.

Hubiera empezado a tomar clases desde el año pasado, tal vez hubiera conservado un poco más de cordura.

I enrolled in a German course because I’m getting ready to live in another German-speaking country (one can always dream). My university doesn’t offer classes for beginners because students in Switzerland are supposed to learn German in high-school, and they don’t think that there will be students from other countries interested in learning languages. I had to look for private classes and, as you can expect in this country, they are quite expensive. However, I could sign up to one thanks to a check for training that the city of Geneva gives to anyone who pays taxes and has more than one year living here. In theory I don’t pay taxes since I’m a scholarship holder, but that didn’t stop me from getting a letter demanding that I pay the tax for living in Geneva, which is 25 francs a year. I paid it, and that was the voucher I used to ask for my check, which covers a class for up to 750 francs. You can choose between many courses, from languages, to professional or technical trainings. I took the path of least resistance: I found a continuing education center two tram stops away from my university, I signed up for a night class so it wouldn’t take time away from my work and my classes are on Monday, so I can have the rest of my week free, in case of anything related to my thesis.

This class has been one of the best decisions I’ve taken in a long time. For starters, I love the language. German is really strange, with little similarities to French, English or Spanish (at least that’s how it seems to me right now, I’m sure in reality there must be some resemblances) so I feel I’m actually learning something new. I’m not just modifying what I already know, which is what happened to me with Italian.

For now I can only introduce myself, count up to twenty and say where I come from and where I live, but what a joy those simple things bring to me. That and the fact that the class is the exact opposite of a Ph.D.

The class has a structure, with a schedule you have to abide to. There’s nothing of that freedom to do whatever you want whenever you want, which ends up becoming a guilty feeling, because any minute you devote to something else besides work is technically wasted time.

I have classmates, of all ages, nationalities and professions. But what I love about it is that I get to interact with them, we work together, we are on the same ship, starting at the same level. Not like in my office where I see people, whenever they dignify themselves to show up because nobody is actually required to go. Some of them don’t even say hello, and in the end hello and goodbye can be the conversation of the day, because everyone works alone.

My German teacher is excellent, very nice and energetic, capable of making us forget it’s Monday evening and time to have dinner.

And my class has a content: I know what I have to read, study and learn if I want to move forward. I don’t have to guess, speculate and read anything I come across to, hoping it somehow relates to my subject; basically what I do the whole day, every day.

It’s really a joy to take a class when I have to learn by myself the rest of the time. And I hold on to that happiness by listening to podcasts, studying my lessons and paying attention to everything that is in German around me.