04 December 2012

Disneyland para los católicos

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Cuando mi mamá me dijo que venía a Europa hice todo un itinerario en el que contemplaba darle un tour de Bordeaux, llevarla a París, a Nîmes – por mi concierto de Radiohead – cerrando con broche de oro en Roma, siempre dejando unos días intermedios de descanso para poder disfrutar mejor los viajes. Pero unos días antes que llegara mi madre dice que le gustaría visitar Lourdes. Este pueblo, del que ella había una candela como regalo que estaba a punto de terminarse, estaba probablemente en el último lugar de mi lista de lugares que me gustaría conocer. De hecho, ni siquiera sabía que quedaba en Francia, país de herejes; Lourdes me sonaba más como una atracción que sería de España. Buscando un mapa descubrí que no estaba muy lejos de Bordeaux y revisando los precios de los boletos de tren eran demasiado baratos para no complacer a mi mamá. Sin embargo le advertí: haríamos este viaje en los dos días previstos para descansar, así que eso significaba más de 10 días seguidos de vivir con una maleta, andar corriendo en transporte y caminando todo el día. Ella aceptó y fue así como conocí este paraíso de la cristiandad.

Lourdes es un pequeño pueblo en medio de los Pireneos donde a partir de 1858 la Virgen María se le apareció a Bernadette, una muchacha muy pobre, cuando esta recogía leña con sus hermanos cerca de una cueva a orillas del río. La Virgen se le apareció diez veces en este lugar y en la última ocasión le dijo a Bernadette que allí tenían que construir su iglesia. Por esta razón y por el reconocimiento de parte de la Iglesia de curaciones milagrosas a personas que lo han visitado, Lourdes se ha convertido en uno de los lugares de peregrinaje católico más importantes del mundo.

Pamela había ido antes que yo y me contó de la proliferación de tiendas de souvenirs por todo el pueblo. No exageraba: en cada esquina se encuentran tiendas ofreciendo todo tipo de recuerditos, desde lo básico, como medallitas, rosarios o candelas, hasta lo más exótico, botellitas de plástico con forma de la Virgen o mi preferido, galones para ir a llenarlos con agua de la gruta. Al principio estaba reticente a dejarme llevar por todo ese kitsch, pero unas cuantas horas después yo era la que le insistía a mi mamá que lleváramos un galón.

Más allá de ser un lugar turístico y por ende estar lleno de gente, que las cosas sean caras y que la comida sea mala, el pueblo es muy bonito y la fama del lugar es merecida: el santuario es un espectáculo. Poco importa si se es creyente y más allá de los milagros, sólo el hecho de ver esta gigantesca iglesia incrustada en una montaña justifica el peregrinaje. Me encantó la decoración, que perfectamente pudo haber sido imitación de antiguo pero todo lo contrario, es moderna y de muy buen gusto. En cada hora se están celebrando misas en varios idiomas en alguna de las varias capillas de la iglesia que están distribuidas en sus múltiples niveles y la apoteosis es la misa a media noche frente a la gruta, a la que desgraciadamente no pudimos asistir a causa de la lluvia y el cansancio. Pero no pasa nada, luego encontré en la televisión italiana el canal de cable oficial de Lourdes, que transmite lo que está pasando en el santuario, en tiempo real, 24 horas al día. Yo estaba muy emocionada por estar allí y al parecer no era la única pues los visitantes del pueblo me parecían más creyentes, respetuosos y agradecidos que los mundanos que van a la basílica de San Pedro. Terminé llevándome un montón de hermosos botecitos y candelas para mis amigos católicos, los únicos que tal vez podrían apreciar el gesto de cruzar un océano cargando agua. Además, visité el castillo local, la segunda atracción más importante del pueblo, que desde luego me encantó. Pero la reservo para este domingo.

When my mother told me she was coming to visit me in Europe I planned an entire itinerary which included a tour of Bordeaux, taking her to Paris, to Nîmes – for my Radiohead concert – and closing in a great manner in Rome but always leaving some days in the middle so that we could rest and this way enjoying even more our trips. But a few days before she arrives my mother tells me she would like to visit Lourdes. This town, from which she had received as a gift a candle which was about to burn out, was probably in the last spot on my list of places I would like to visit. In fact, I didn’t even know it was in France, country of the heretics; Lourdes sounded more like a Spanish attraction. Looking at a map I discovered it wasn’t very far away from Bordeaux and checking the prices of the train tickets they were too cheap not to please my mom. However, I warned her: we would make this trip on the days previously arranged to rest, so that meant more than ten days in a row living out of a suitcase, running around in trains and airplanes and walking all day long. She agreed and that is how I came to know this paradise – pun intended – of Christianity.

Lourdes is a tiny village in the middle of the Pyrenees’ mountains where in 1858 the Virgin Mary appeared to Bernadette, a very poor girl, when she was picking up wood with her brothers and sisters near a cave bordering the river. The Virgin appeared to her a total of ten times in this place and during her last visit she told Bernadette that they had to build her church in this spot. For this reason and also thanks to the acknowledgement by the Church of miraculous healings to people who have been there, Lourdes has become one of the most important catholic pilgrimage places in the world.

Pamela had been there before me and she told me about the proliferation of souvenir shops all over town. She wasn’t exaggerating: in every corner you find stores offering all sorts of memorabilia, from the basics such as medals, rosaries or candles, to the most exotic, little plastic bottles in the shape of the Virgin or my personal favorite, a gallon container to be filled up with water from the cave. At first I was reluctant to all this kitsch, but a few hours later I was the one insisting to my mother that we take the gallon container.

Beyond being a touristic place and therefore filled with people, everything is expensive and the food is bad, the village is very pretty and its fame is well-deserved, the sanctuary is spectacular. It doesn’t matter if you are a believer and aside from the miracles, just looking at this gigantic church embedded in a mountain justifies the pilgrimage. I loved the decoration which could have been the imitation of antique statues and paintings but instead it’s very modern and with good taste. Every hour there are masses in many languages in one of the church’s many chapels distributed in its multiples levels and the apotheosis is the midnight mass in front of the cave, to which we couldn’t go because of the rain and the exhaustion. But it’s ok, I then discovered in the Italian television Lourdes’ official cable channel which broadcasts what is happening in the sanctuary in real time, 24 hours a day. I was very excited to be there and apparently I wasn’t the only one since the visitors of this town seemed to be more believers, respectful and grateful than the vain tourists that go to Saint Peter’s basilica. I ended up taking a lot of beautiful glass water containers and candles for my catholic friends, the only ones that may appreciate the gesture of crossing an ocean carrying water. I also visited the local castle, the town’s second most important attraction, which I naturally loved. But I’m saving this one up for Sunday.

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1 comment

  1. Me siento igual que Ud. al pensar que este lugar no sería llamativo, pero esas fotos dejan con la curiosidad de conocer. La iglesia/santuario está increíble :o

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