Regresar a Honduras ha sido exactamente cómo me imaginé que sería: espantoso. De repente me encontré sin trabajo, en casa de mis padres, sin posibilidad de volver a hacer las cosas que me gustan y en un país donde no se puede escapar de lo absurdo, lo injusto y lo ridículo. Decir que al principio me sentía desubicada sería un gigantesco eufemismo. Todo se empeoró porque me empecé a sentir como hace diez años, cuando acababa de terminar el colegio, empecé la universidad y entré a esa etapa de incertidumbre sobre la dirección en la cual se encaminaba mi vida. Después de todo lo que he vivido, de todo lo que me he esforzado, heme aquí de nuevo sin saber qué hacer o qué va a pasar después.

Nadie puede culparme de no aprender de la Historia cuando vivo desenmarañando cada día y sobre-analizando cada decisión que tomo y cada consecuencia resultante. Esto parece el complot, o la broma cruel de una entidad cósmica que se divierte arruinando arbitrariamente la vida de las personas.

Al principio los aires de novedad en redescubrir lo olvidado crearon en mí la falsa ilusión de que esta vez las cosas serían mejor, que la situación económica del país había mejorado, que la gente milagrosamente se había dado cuenta de que los políticos y las autoridades son todos ladrones y corruptos que viven de engañarlos y los habrían sacado; que en alguna empresa o institución de esta ciudad todo lo que acabo de aprender iba a ser útil y valorado. Falso, falso, espantosamente falso.

Podría explicar cómo es la vida en Honduras a través de cómo es conducir en Tegucigalpa. Para empezar, es un caos donde nadie respeta semáforos, señales viales o derechos de vía. Ahora entiendo por qué en Europa lo que más me impactó fueron los semáforos peatonales o los pasos de cebra. Aquí el que camina no vale nada y a nadie le importa. La pobre gente tiene que cruzar por donde puede, en medio de todos los carros y hasta da las gracias cuando un conductor lo deja pasar. La irresponsabilidad y la desconsideración de la gente al volante alcanzan magnitudes tales que hacen cuestionar a cualquiera los valores que tienen los hondureños. Nadie se preocupa por cómo sus acciones afecten o hasta pongan en peligro a los demás, mientras él salga beneficiado. Y así como es en la calle es en la vida.

En noviembre son las elecciones internas de los dos principales partidos y estoy horrorizada por la calidad de personas que no tienen vergüenza en proponerse como presidentes, alcaldes o diputados. El actual alcalde, después de haber hecho un trabajo deplorable en la capital ahora quiere repetirlo a nivel nacional y lo que es peor, usando los impuestos de la gente para financiar su campaña. Tenemos aspirantes a diputados que su mayor preparación es ser narradores de fútbol, presentadores de noticieros o antiguos funcionarios que tuvieron que huir del país porque fueron grabados en video robando del Banco Central.

El paisaje en Tegucigalpa ha cambiado y no en un buen sentido. Ahora en la ciudad se están construyendo edificios y centros comerciales en lugares donde sólo van a agravar el tráfico, la tortura cotidiana de los pobres diablos que quieren regresar a sus casas a partir de las cuatro de la tarde. Y si por lo menos fueran construcciones estéticas, pero parecen recién salidas de un catálogo del mal gusto.

Y luego está todo el lío de buscar trabajo. Yo pensaba que con una maestría el horizonte iba a ser más amplio, que iba a poder ir a postular a más lugares con mejores probabilidades de ser contratada. Y siguiendo con la broma cruel del Universo, justo antes de que yo regresara el gobierno lanzó un decreto por el cual no se contratará más gente en el sector público no sé por cuánto tiempo más, debido a la crisis económica. Yo venía con ilusiones de dar clases de Historia de la arquitectura pero si logro encontrar algo como dibujante tendría mucha suerte. La semana pasada fui a una entrevista de trabajo para vender cerámicas y me ofrecían mucho menos del sueldo que tenía antes de irme a Francia.

¿Cómo me va a dar gusto estar de regreso? ¿Cómo no va a haber fuga de cerebros?

Me siento enojada y frustrada por haber tenido tan cerca la vida que siempre soñé para mí y que se haya esfumado en un segundo. Me siento impotente al saber que hay tanto que puedo hacer, tanto en lo que podría contribuir y que no aparezcan oportunidades. Estoy como hace diez años, pero peor, porque antes sólo me imaginaba que habían alternativas a este desorden y ahora me consta.

Pero bueno, así como lo superé hace diez años, lo he de superar otra vez. Podría decir que la readaptación ha surgido efecto. Ahora cada vez que alguien hace una estupidez al volante, ya no le pito e insulto como en las primeras semanas, sino que me río que hay gente que aun siendo salvaje tenga la capacidad de conducir. La falta de trabajo me permite finalmente actualizarme y aprender a usar todos esos programas que nunca antes tuve tiempo de estudiar. Y tengo días más llevaderos que otros, pero de nada me sirve tener rabietas contra el mundo que no se va a inmutar ante mi desconsuelo. Mejor seguir adelante y esperar que las cosas en algún momento vayan a mejorar.


Returning to Honduras has been exactly like I imagined it would be: dreadful. Suddenly I found myself jobless, at my parent’s home, without the possibility of ever doing again the things I love and in a country where you just cannot escape the absurd, the unjust and the ridiculous. To say that at first I felt out of place would be a giant euphemism. It all became worse because I started to feel like I did ten years ago, when I had just finished high-school, I started the university and I entered that phase of uncertainty about where my life would go. After everything I’ve lived, all the effort that I put, here I am, once again, without knowing what to do and what’s going to happen later.

No one can say I don’t learn from History when I live disentangling what happens every day and over-analyzing each decision I make and its resulting consequence. This looks like a complot, or the cruel joke of a cosmic entity that enjoys arbitrarily ruining people’s lives.

At first the airs of novelty in rediscovering what had been forgotten created in me the false illusion that this time things would be better, that the economic situation of the country had gotten better, that people had magically realized that politicians and the authorities are all thieves and corrupt that survive out of fooling them and would have thrown them away; that in some enterprise or institution of this city what I had just learned would be useful and appreciated. False, false, horrendously false.

I could explain how life is in Honduras through how driving is in Tegucigalpa. For starters, it’s a chaos where no one respects traffic lights, traffic signs or rights of way. Now I understand why in Europe the things that shocked me the most were the pedestrian lights or the zebra crossings. Here whoever walks is worthless and no one cares. These poor people have to cross wherever they can, in the middle of the cars and they are even thankful when a driver lets them walk by. The irresponsibility and lack of consideration of drivers reach such magnitudes that they make anyone question the values Hondurans have. No one cares how their actions affect others or even put them in danger.

In November the internal elections of the two main parties will be held and I am just horrified at the quality of people who have no shame in proposing themselves to be presidents, mayors or deputies. The current mayor, after making an awful job in the capital now wants to do the same in a national level and what is worse, using the people’s taxes to finance his campaign. We have aspiring deputies whose qualification is to be a sports commentator, anchorman or being a former government employee who had to escape from the country because he got caught on tape stealing from the Central Bank.

The landscape in Tegucigalpa has changed and not in a good sense. Now the city is getting buildings and malls in places where they will worsen the traffic, the daily torture of all of those who want to go home starting at 4pm. And if at least they were aesthetic constructions but they look like they were chosen from a catalogue of bad taste.

And there’s the hassle of looking for a job. I thought a Master degree would broaden my horizon; that it would allow me to postulate with better possibilities of getting hired. And following with the Universe’s cruel joke, just before I came back the government decreed that no more people would be hired in the public sector for I don’t know how long because of the economic crisis. I came with the illusion of teaching Architectural history but if I land a job drawing blueprints I’ll be lucky. Last week I had a job interview to sell ceramics and they offered me a lot less than what I earned before I left for France.

How can I be happy to be back? How could brain drain not exist?

I feel angry and frustrated at having had the life I always dreamed for myself so close and seeing it fade away in a second. I feel helpless knowing there is so much I could do, so much I could contribute in and not have any opportunities show up. I’m where I was ten years ago but worse, because before I could only imagine there were alternatives to this mess and now I’m sure there are.

But anyhow, the way I overcame this ten years ago, I shall overcome it again. I could say adaptation has had an effect. Now every time someone does a stupid thing when driving I no longer honk at them or insult them like I used to in the first weeks. Instead I laugh at the fact that some people can drive even though they’re complete savages. The lack of job is allowing me to finally catch up with all those programs I never had the time to learn. And I have some days easier than others but it’s no use being angry at a world that will certainly not flinch at my despair. It’s better to move on and hope things will one day get better.

Me encanta que en Europa tienen un concepto muy adorable de los pueblos: son lo que nosotros en Honduras conocemos como “ciudades pequeñas”. Para los europeos que nos leen, les explico que para nosotros cualquier lugar pavimentado automáticamente califica como ciudad. Los pueblos generalmente tienen calles empedradas o de tierra, no es extraño ver gallinas o cerdos deambulando a su alrededor, se puede caminar por la calle sin ningún riesgo de ser asaltado y los viejitos ponen sillas frente a sus casas y platican con todo el que pasa. En Europa lo único que distingue los pueblos de las ciudades es que no se necesita un metro o un tranvía para atravesar los pueblos. Tal vez hay menos gente en los pueblos, pero en lo que respecta a la limpieza y lo hermosas que son las construcciones, por lo menos en Alemania, los pueblos y las ciudades no son tan diferentes entre sí.

En nuestras vacaciones alemanas, luego de Münster fuimos al pueblo donde viven los padres de Esther, Herten. Es un lugar con paisajes muy diversos en el que todos son tan hermosos que difícilmente se puede tener un favorito. Para empezar hay parques y bosques por todas partes, como este donde se encuentra el “schloss”, el castillo del pueblo. Ahora es un centro de reuniones y de celebraciones, como la boda que se estaba llevando a cabo cuando lo conocimos.

I love that in Europe they have such a lovely concept of what a town is: they are what we in Honduras call « little cities ». For our European readers, let me explain to you that for us any place with concrete or asphalt pavement qualifies automatically as a city. Towns generally have cobbled or unpaved streets, it’s not unusual to see chickens or pigs wandering around them, you can walk on the street without any risk of getting robbed and old people place chairs in front of their houses and chat with anyone who passes by. In Europe the only thing that distinguishes towns from cities is the fact that you don’t need a subway or tramway to go through towns. Maybe there are less people in towns, but as far as cleanliness and constructions go, at least in Germany, towns and cities are very much alike.

During our German holiday, after Münster we went to the town where Esther’s parents live, Herten. It is a place with very diverse landscapes, all of them equally beautiful, making it difficult to pick a favorite one. For starters, there are parks and woods everywhere, as the one where the “schloss”, the Herten castle is located. Now it’s used as a convention and celebrations site, such as the wedding that was taking place when we went there.

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DSC04596Visitamos el centro del pueblo, muy moderno, pero en pleno letargo de fin de semana, por lo que todo estaba cerrado. Caminamos por un área donde las casas de madera parecían dignas de un cuento de hadas. Aprovechamos para conocer el pueblo contiguo a Herten, Recklinghausen, que es ligeramente más grande.

We visited the town’s center, very modern, but under the week-end’s lethargy, so everything was closed. We walked through an area where the wooden houses looked like they belonged to a fairy tale. We got to visit Herten’s neighboring town, Recklinghausen, which is slightly bigger.

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Uno de los paseos más impresionantes de este viaje fue escalar unas montañas artificiales, herencia del pasado minero de la región. Después de la Segunda Guerra Mundial, Herten se convirtió en un importante centro minero, al punto que solicitaron muchos trabajadores de otros países, lo que explica la numerosa cantidad de griegos en un lugar tan pequeño. La excavación sistemática de la tierra dio como resultado una serie de montículos que llegaron las dimensiones de verdaderas montañas. Estos montículos se distinguen de las montañas naturales porque a diferencia de estas últimas, no tienen vegetación y tienen un color oscuro. Sin embargo en Herten acondicionaron una de tal forma que ahora tiene vegetación, le instalaron gradas para subirla y construyeron un sendero para recorrerla. Se empezó a construir un observador astronómico, pero por ciertos conflictos no se pudo terminar. Desde la cima de esa montaña se puede ver todo el pueblo y las fábricas vecinas; es una vista magnífica.

One of the most impressive strolls from this trip was the escalade of the artificial mountains, a heritage from the region’s mining past. After World War II, Herten became an important mining center, to the point where they brought a lot of foreign workers which explains the important quantity of Greek people in such a tiny place. The systematic excavation of the land resulted in a series of hills that reached the dimensions of real mountains. These hills, called spoil tips, can be distinguished from mountains because they don’t have vegetation and have a dark color. However, in Herten they transformed one so as to have grass; they built stairs to climb it and concrete paths to walk through it. They even started to install an astronomical observatory but because of some conflicts it couldn’t be completed. From the top of the hill you can see the whole town and the neighboring factories; it is a magnificent view.

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Dejo de último, lo que más me gustó de Herten: haber conocido a más de los amigos y a los papás de Esther. Naturalmente, son tan simpáticos como ella. Pame y yo quedamos profundamente conmovidas y agradecidas con su hospitalidad. Gracias a los papás de Esther pudimos probar comidas típicas alemanas, en especial la merienda y el desayuno. En la merienda tomamos café y tuvimos una amplia variedad de repostería de dónde escoger. Fue igual para el desayuno: sabíamos que Alemania es conocida por tener muchos embutidos, pero descubrimos que también tienen muchos tipos de panes. El desayuno se prolongó más allá del almuerzo gracias a la entretenida conversación que tuvimos. Y tenemos la teoría que la mamá de Esther estaba particularmente contenta de tener con quién poder comer carne, ya que es el único miembro de la familia que no es vegetariano. Así que creo que todos la pasamos muy bien.

I leave for last what I liked most about Herten: being able to meet more of Esther’s friends and her parents. Naturally, they are all as nice as she is. Pame and I were deeply moved and thankful for their hospitality. Thanks to Esther’s parents we were able to taste some typical German meals, especially the afternoon snack and breakfast. For the afternoon snack we had coffee and we had a wide range of pastries to choose from. It was the same for breakfast: we knew that Germany is famous for its charcuterie but we discovered its variety of breads and buns as well. Breakfast lasted way over lunch thanks to the great conversation we had. And we had the theory that Esther’s mom was particularly happy to have people with whom she could eat meat with, since she is the only member of the family who is not a vegetarian. So I think we all had a really good time.

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