El domingo por la noche tampoco pude dormir bien. Me levanté a la una de la mañana con un terror espantoso de pensar que en la mañana siguiente las cosas podrían no mejorar. Me conecté a internet para platicar y que me consolaran y de alguna forma logré conciliar el sueño. Me desperté tempranísimo y traté de comer algo pero seguía sin poder procesar comida. Llamé por teléfono a la residencia donde dijeron que me llegara con todo y maletas… a pesar que no encontraban mi expediente de alojamiento.

Llegué a la recepción de la residencia donde había un grupo de estudiantes haciendo fila. Me miraba algo ridícula con mis tres maletas gigantescas pero me aliviaba el sólo hecho de estar allí finalmente. La cantidad de personas que habían llegado antes que yo no me preocupaban. Ninguno de ellos ha hecho fila para matricularse en la UNAH: ellos no saben con quién se han metido.

Por un toque de suerte una de las recepcionistas preguntó a la multitud que quién venía por un cuarto tradicional, un grupo al cual sólo otra muchacha y yo pertenecíamos. Pasamos al frente y nos atendieron bien rápido. Me asignaron mi cuarto y vine a conocer lo que sería mi casa por los próximos nueve meses. Fue muy cruel porque para llegar a mi edificio hay que pasar frente a dos residencias evidentemente nuevas y lujosas, pero al acercarse a la mía empieza a llegar un olor que sólo puedo comparar a los baños del 4A y 4B de la Autónoma. Subo unas gradas y llego a un pasillo sin ventanas y por ende oscuro y con mejor capacidad para retener el olor a axila que lo satura. Abro la puerta y entro a un espacio minúsculo con el catre más flaco y triste que alguna vez ha existido, un armario que parece armado de retazos de aglomerados, un lavabo y una especie de escritorio donde yace una mini cucaracha muerta que no me he atrevido a quitar. No tiene ni siquiera un foco principal, hay una mini lámpara sobre el escritorio, la lámpara de pared para el lavabo y otra sobre la cama. La ventana, calurosamente orientada hacia el oeste, da exactamente a uno de los edificios lujosos que mencioné previamente. Para colmo de males, comparto dos inodoros y dos duchas con veinte personas –hombres y mujeres-, que nunca he visto pero no que no dejan de entrar y de salir de sus cuartos a horas cercanas a la medianoche y de las cuales siento los pasos como si me los estuvieran dando en la espalda porque la losa transmite vibraciones que es un gusto.

Dejé mis cosas sin atreverme a desempacar, más por depresión que por esperar alguna mejora. Decidí que debía ir a reportarme a la Dirección de Asuntos Internacionales de la universidad, sin saber cómo llegar. En los correos previos a nuestra llegada nos habían dado dos mapas, uno de la línea del tranvía (llamado tram por estos rumbos) y otro de la universidad Bordeaux I que es la organizadora del programa. Pero yo voy a estudiar en la Bordeaux III y se me ocurrió llegar allí. Saliendo de mi cuarto pido direcciones a otro desafortunado residente del edificio que me envía en un sentido. A los quince minutos de caminar le pregunto a otra persona que o no vive aquí o me dio esa excusa para no ayudarme. Decido entonces ver mis mapas y me doy cuenta que estoy caminando en sentido contrario, que debería reportarme en Bordeaux I.

Es una maravilla que soy arquitecta y los mapas y planos son mi especialidad, encuentro la dirección sin ningún problema. Me anuncio con una muchacha y después de unos minutos conozco al fin a la cara detrás de todos aquellos correos. Mi coordinadora es muy joven y muy amable. Lo primero que me pregunta es si me gusta mi cuarto a lo que le respondo que está horrible, por lo que va a hacer los trámites para cambiarlo. Me explica los miles de procedimientos que tengo que hacer para abrir la cuenta de banco, matricularme en la universidad, pedir mi tarjeta de residencia, me da mapas de la ciudad y todo es demasiada información para tan poco tiempo. En resumen, tengo que volver al día siguiente para preguntar si ya me cambiaron el alojamiento, una vez que se haga efectivo ese cambio voy a tener una dirección fija para solicitar la tarjeta de residencia, el trámite del banco lo vamos a hacer en conjunto varios estudiantes este viernes y ella me va a pactar la cita con una colega para matricularme en la universidad. Tengo toda la tarde libre para hacer lo que yo quiera.

Mi súper cuarto no tiene internet, lo que en parte es positivo porque conociéndome hubiera pasado conectada platicando el resto de otro día solitario. Pero estar completamente aislada me obliga a ir a conocer la ciudad. Tengo mapas pero para no perderme decido seguir la línea del tram al cual no me atrevo a subirme todavía porque no entiendo cómo se debe pagar. No me asustan las distancias: una vez recorrimos a pie el bulevar Morazán entero con Moisés. Tampoco los ladrones, he ido al centro de Tegucigalpa lo suficiente para saber cómo comportarme en la calle. Las casas y los edificios que voy viendo son muy bonitos, están los antiguos que se conservan muy bien y los contemporáneos que son de muy buen gusto. Estoy impresionada. Pero cuando llego al centro de Bordeaux quedo boquiabierta en la Plaza de la Victoria: tiene un frontón gigantesco, los edificios son altos, antiguos e impresionantes. Está lleno de gente, es una cosa preciosa. Resulta que el centro de Bordeaux es considerado patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por sus construcciones históricas. Sigo caminando, por la calle St. Catherine que eventualmente me llevará a la Fnac, una tienda/librería súper famosa que he escuchado mencionar desde que estaba en la escuela. No salgo de mi asombro, ¿cómo es posible vivir entre tanta hermosura? Realmente no puedo creer que yo esté aquí.

Llego a la Fnac y el primer piso es como de útiles escolares, el segundo es de artículos electrónicos y el tercero es de libros y música. Tampoco puedo describir eso. Tantos libros, tantas secciones, tanto que comprar. Quise comprarme una guía turística de Bordeaux pero creo que esperaré a que nos hagan el primer depósito en la cuenta ya que están un poco caros. Voy a la sección de novelas francófonas y encuentro varios libros de Simone de Beauvoir… y pensar en todo lo que sufrí para conseguir los pocos que tengo. Sin embargo me había hecho la promesa de que el primer libro que compraría cuando algún día fuera a Francia eran las “Confesiones” de Jean-Jacques Rousseau. Y lo encontré a 3 euros. Ahora, hay que tomar en cuenta que tengo dos días de pagar hoteles a 50 euros, taxis a 30, desayunos a 7 y almuerzos a 8; encontrar un libro por la ínfima suma de 3 me parece absolutamente ridículo. Trato de no tentarme mucho y sólo recorro brevemente los estantes, estoy segura que si me quedo más tiempo me gastaré mi dinero y sobrecargaré mis maletas aún más.

Luego me dedico a encontrar un cibercafé para comunicar que he sobrevivido y que las cosas se ven mejores. A todo esto, son las 5 de la tarde y no he digerido nada sólido en todo el día, pero lo que es aún más preocupante es que no me hace falta. No siento hambre y atribuyo el mareo al sueño rezagado que todavía tengo, pero el hecho que no me desmaye es consecuencia de la emoción. Sin embargo luego del cibercafé me obligo a comprar algo. Otro sándwich de pan baguette, un pan con chocolate y una coca cola para subir el azúcar. Pero decido cenar hasta que esté encerrada en mi cuarto. Desafortunadamente el regreso es muy largo a pie y cuando llego estoy tan cansada que sólo soy capaz de comer la mitad del sándwich, dejo el pan para el desayuno y me duermo en mi cama desordenada en la que acabo de ver asomarse a otra mini cucaracha, pero en esta ocasión viva. También me despierto a mitad de la noche pero ahora no tengo manera de comunicarme con nadie. Arreglo maletas y me acuesto.

Me levanto a las diez de la mañana en lo que interpreto como un buen signo ya que a esa hora me despertaba en mi casa en tiempo de vacaciones. Voy a bañarme previamente cambiada porque no me atrevo a que nadie de esa gente extraña me vea en pijama. Y al regreso se me parte la llave en dos, dejándome por fuera. Voy a reportar el incidente a la recepción, donde me espera mi maleta dejada en Madrid, una noticia espléndida porque extrañamente todo lo que me era indispensable para vivir estaba en ella. Me envían a un conserje para que arregle lo de la llave y me llego a ver a mi contacto de la universidad para preguntar por el cambio de cuarto. No está listo pero puedo ir al banco con una expedición de estudiantes en cuarenta y cinco minutos.

Llego al lugar y está repleto de estudiantes y cuando me acerco a dar mi nombre me saluda en español una muchacha. Es una boliviana llamada Marian que me presenta a otra paisana, Pamela y a un argentino, Flavio. Nos ponemos a platicar y me muestran cómo comprar una tarjeta de tram para cinco viajes, pero en el proceso nos deja el resto del grupo atrás. Los alcanzamos y llegamos hasta la agencia del banco, por lo que tuvimos que atravesar lugares aún más bonitos que los que había visto ayer. Abrimos nuestras cuentas pero todavía no nos depositan el dinero y se une a nuestro grupo dos mexicanos, Karla y Daniel y dos argentinas, Verena y Johanna. Para variar no he comido nada y regresamos a la universidad a buscar algo en el restaurante de las residencias, que por la hora está cerrado. Pero Marian me invita a su apartamento donde me prepara una sopa, perfecta para mi estómago indispuesto. Todos los becarios están en unas residencias de lujo donde cada uno tiene su cuarto y baño propio, pero comparten con otros 4 estudiantes la cocina y el comedor. ¿Qué carajos hago yo en el cuchitril asqueroso que me ha tocado? Espero que me cambien pronto.

Resulta que todos mis compañeros han tenido bienvenidas comparables a las mías ya que también encontraron todo cerrado y no tenían adónde ir. Las argentinas tuvieron el sentido común de preguntar en una oficina de turismo sobre el hotel más barato y las enviaron a un albergue juvenil. Los mexicanos habían conocido en el avión a una venezolana que les ofreció su casa cuando supo que no podían ir a la residencia y Marian, igual que yo, pagó dos días de hotel. Muchos de ellos ya no tenían dinero porque al no haberte inscrito en la universidad no gozas de los descuentos de estudiante. Siempre me había reído de todos mis amigos del colegio que se iban al extranjero a conocer a más latinos pero ahora no me importa; después de tres días por mi cuenta estaba a un paso de entablar una amistad con una pelota de volleyball si me la hubieran dado. Estoy súper contenta de haber encontrado gente amable con quien estar.

Luego de comer nos subimos al bus, que utiliza las mismas tarjetas del tram, para ir a un supermercado. Para variar, yo no soporto el frío en las noches y traté de encender el radiador del cuarto pero el conserje me anunció que sólo funciona a partir de noviembre. Necesito comprar una colcha. Es cierto que son los últimos días del verano y no hay una tan sola nube en el cielo en estos días, pero el viento es frío y por las mañanas y las noches tengo que contenerme las ganas de sacar mis bufandas. Compramos cosas para preparar la cena y vamos al apartamento a comer tortellinis y a ver una película. Marian comparte apartamento con Flavio, con una alemana que está de vacaciones y con una filipina muy simpática que llegó a mitad de la cena. El gran evento de estos días es que se ha dejado tanta comida en el refrigerador por mucho tiempo, al grado que se ha congelado por completo y alberga algún artículo misterioso que riega un olor a queso fuerte por todo el apartamento y el pasillo del nivel.

Todos ellos son trotamundos: Marian es enóloga, estudió su maestría también en Francia pero tuvo que recorrer California y varios países de Europa para estudiar diferentes viñedos. Ahora va a preparar su doctorado en Bordeaux, una región famosa por los vinos. Pamela estudió Negocios internacionales en México, vino de intercambio a Lyon por varios meses y ahora va a estudiar su maestría también. Jessica, la filipina, está sacando su doctorado y apenas habla francés, pero no lo necesita para sus estudios que son en inglés. Antes de venir aquí tenía la impresión que los franceses jamás permitirían venir a alguien que no manejara a la perfección su idioma pero las argentinas no lo hablan, al parecer otros becarios tampoco y muchos hablan con acento. De todas formas tenemos que hacer un test de francés este jueves y luego nos darán unos cursos, que por lo menos me mantendrán ocupada.

Estoy mejor, más tranquila ahora que tengo con quién compartir. Definitivamente, como dijo Mario, en gavilla todo es mejor.

Escribo desde mi segundo cuarto de hotel en menos de 12 horas, extenuada por más de 14 horas de vuelo, 10 horas de vagancia en un aeropuerto, una noche de no poder dormir del susto y otra mañana de buscar y no encontrar dónde quedarme.

Y pensar que hace una semana estaba echada en mi sala viendo televisión con mi novio.

Voy a explicar desde el principio. En junio me enteré que había sido seleccionada para una beca para estudios de maestría en Historia del arte, en Francia. Estaba muy sorprendida porque unos meses atrás, cuando anunciaron los ganadores de la convocatoria, yo no estaba seleccionada. Sin embargo me notificaron que había quedado una vacante luego del rechazo de otro participante. Y es así como empezaron meses de enviar a mis papás y a Yanis a que me hicieran mandados tras mandados en la Secretaría de Educación, el Registro Nacional de las Personas, en Relaciones Exteriores, la Alianza Francesa y por supuesto en la Autónoma para conseguir las miles de traducciones, apostillas, auténticas y constancias que tenía que enviar a la universidad. Empezó mi correspondencia con toda la gente que me ayudaría a hacer los trámites necesarios para irme: conseguir alojamiento, boleto de avión, visa, etc. Un mes antes de la partida empecé a hacer compras y dos semanas antes de irme se venció mi contrato en el trabajo. Parecía que todo encajaba perfectamente y me dediqué a hacer los últimos mandados muy emocionada, pero también triste por la gente que iba a dejar de ver. Pero así como todo fue fácil y placentero antes, habría de ser tortuoso y complicado durante el viaje.

Para empezar empacar lo necesario fue absolutamente imposible porque no hay forma que yo pueda limitar mi ropa y artículos de uso diario a sólo 122 lbs, que distribuidas en dos maletas grandes y una de mano, son las que se pueden llevar en un avión. Así que tuve la brillante de idea de llevar una maleta adicional cuando una empleada de Taca me dijo que sólo serían 61 dólares adicionales. Ya en el aeropuerto, con todo distribuido entre las 3 maletas sin ningún orden de prioridad y con las valijas selladas en plástico transparente resulta que el costo por llevar equipaje adicional es más del triple de lo que me habían dicho originalmente, pero era muy tarde para echarse para atrás. Este es un buen momento para recordar que yo no viajo en avión, probablemente desde la última vez que fui a Francia, en un viaje escolar que tuve a los 13 años. Así que los procedimientos y regulaciones para un vuelo son algo totalmente novedoso en mi adultez. Mi equipaje de mano se convirtió en una maleta con ropa, una cartera que hace juego con la valija de mano y una de las grandes, y el maletín de Olivia, expandido por el ventilador, mouse, webcam, disco duro externo, memorias usb, ipod y documentos para la admisión académica. En estos momentos tengo tan atrofiado el cuerpo de tanto cargar peso que no distingo el desvelo y el jet lag del dolor muscular.

Salí de Tegucigalpa sin ningún inconveniente pero con el corazón un poco encogido al despedirme de todos. Nunca creí que ese momento iba a llegar, todo me parecía tan irreal y lejano. De hecho me costó creer que me había ganado esa beca. Aún después de tanto tiempo de buscarla y esperar por ella, y a pesar de todo el esfuerzo por conseguirla, de todas las aplicaciones que había hecho, me parecía increíble haberla ganado al fin.

La primera parada del viaje era San Pedro Sula, el primer lugar donde mi abrigo negro súper caliente empezó a desentonar. Cambiamos de un avión pequeñito en el que yo iba sola a uno un poco más grande donde me sentaron al lado de una española de mal carácter y un extranjero que jugaba sudoku súper difícil, con instrucciones en un idioma que Yanis hubiera podido reconocer porque él lo sabe todo. Llegué a Miami, una ciudad que definitivamente quiero conocer algún día. Fue mi primer vistazo a un aeropuerto gigantesco, y siguiendo a la manada fui a dar a migración, donde registré mi primera visita a los Estados Unidos en más de 16 años. No había nada de fila y una muchacha empezó a hacerme preguntas sobre mi viaje y mis estudios, al punto que no podía distinguir si lo que preguntaba era por obligación o por curiosidad. Yo ni tenía idea si tenía que recoger mi equipaje y de adónde tenía que ir para el siguiente vuelo, pero encontré a mi ángel guardián en la forma de mi suegra –a la que nunca antes había visto y que llegó sólo para conocerme-. Me sentí tan aliviada al verla y nos fuimos a un Chili’s (¡tienen Chili’s en el aeropuerto!!) a tomar unas margaritas y a platicar. En Miami me enteré que mi vuelo hacia Madrid estaba retrasado y es algo bueno que yo no entendiera la magnitud del retraso y sus consecuencias porque no hubiera podido dormir nada de las 8 horas que estuve anclada en una silla contiguo a un señor con cara de pocos amigos.

Y en Madrid empezó todo. Resulta que llegamos tan tarde que perdí el avión hacia Burdeos, mi destino final. Como era por culpa de la aerolínea me compensaron con un ticket con el que podría reclamar comida en casi cualquier restaurante del aeropuerto de Barajas, porque el siguiente vuelo a Burdeos era a las 8 y media de la noche. Atravesé pasillos larguísimos, bajé miles de escaleras y me subí a un subterráneo para recoger mis maletas, donde me cobraron 150 euros porque Iberia sólo permite una maleta grande en el vuelo, así que las otras dos contaron como adicionales. Y fui abandonada a mi suerte a deambular con mis maletas de mano. Para mi fortuna el aeropuerto tiene unos carritos buenísimos para no cargar nada directamente aunque me sentí un poco como esos loquitos que andan por las calles cargando basura en carritos de supermercado. A las 12 y media pude reclamar mi almuerzo en un restaurante muy bonito. Era un montón de comida que entre los nervios, la decepción y el sueño no pude comer. Luego me dediqué a fotografiar el aeropuerto, es absolutamente precioso. Fui a ver tiendas lo mejor que pude considerando que andaba con maletas. Estaba Zara, Mango, Carolina Herrera, una que sería como el equivalente de Metromedia llamada Relay y otras tiendas de lujo. Pero de repente empezó a darme un sueño terrible y me fui a sentar a la sala de espera junto a las puertas de embarque, donde luchaba por no quedarme dormida para no perder de vista las maletas. En Iberia ni siquiera sabían en que puerta tenía que abordar, el tiempo pasaba y el vuelo aparecía como atrasado. Debimos haber abordado a las 8 de la noche y terminamos haciéndolo como 20 minutos para las 10, saliendo a las 10 y aterrizando a las 11.

Durante el vuelo conocí a un chavo scout que venía regresando con su tropa de un viaje de 3 semanas por Chile y se ofreció a llevarme con su familia al hotel al que debería de ir ahora que era muy tarde para ir a la residencia universitaria. Hubiera aceptado su oferta si en Iberia no me hubieran dejado una de mis maletas, obligándome así a quedarme una hora extra para reportarla. Salí a medianoche a buscar un taxi. Me arrepentí de no haber escuchado a Mafer cuando me dijo que solicitara una tarjeta de crédito cuando llegué al hotel y la recepción estaba cerrada. Dejaban de atender a las 9pm y sólo aceptaban ingresos con códigos que uno obtenía con reservación previa. En las miles de horas que estuve en Madrid entré a la página de ese hotel que nos habían recomendado en la universidad para aquellos que llegáramos tarde, pero la reservación es con tarjeta de crédito, así como la transacción en una máquina para obtener la llave de un cuarto, como vimos en otros hoteles a los que me llevó el taxista.

El tipo al principio parecía inocentemente amable. Me llevó a varios hoteles mientras yo miraba con angustia el contador que iba aumentando la suma que tendría que pagarle al final de la expedición. Cuando ya recorrimos unos seis o siete hoteles donde ninguno de ellos tenía empleados de carne y hueso a esas horas me empecé a angustiar. El tipo detuvo el contador del taxi para que no me saliera muy caro y empezó a decir cosas como que podría acompañarme hasta la mañana siguiente para que no estuviera sola. Entré en pánico porque no tenía absolutamente ningún lugar al que ir, nadie a quien llamar en ese lugar y tampoco cómo hacerlo. Cuando él seguía conduciendo podía guardar la compostura pero cuando se detuvo en un hotel y se bajó a pagar un cuarto con su tarjeta de crédito me alarmé. No quería ni imaginarme las ideas que tenía, pero le dije en repetidas ocasiones que no quería que pagara, ni que consiguiera el cuarto. No me hizo caso y unas tres personas que también llegaron al lugar presenciaron la escena. Volvió al carro, quitó el foquito de taxi del carro y bajó mis maletas para subirlas al cuarto. Tenía intenciones de entrar pero le dije que no, que quería estar sola. Le pagué el taxi, el valor del cuarto y al final cedió y se fue. Yo estaba horrorizada, me imaginaba descuartizada en las paredes y lo único que pude hacer fue conectarme a internet a platicar con mi familia.

Esta mañana bajé a desayunar, después de una noche con muy poco sueño y tampoco pude comer. La recepcionista/mesera me informó que la única forma de hacer llamadas es con teléfonos que se pagan con tarjetas de crédito pero me hizo el favor de llamar un taxi. Mi intención era irme a la residencia de la universidad y plantarme allí todo el día hasta que abrieran la recepción, que según la información que nos hicieron llegar sería a las 5 de la tarde. Llegué al lugar y en el rótulo del horario ni siquiera aparecía hora de apertura para los domingos. Esta vez sí me vine al hotel que nos habían recomendado, uno muy bonito y en una zona más céntrica.

Salí a almorzar y cruzando la calle encontré un restaurante que simula ser una cafetería o soda shop de Estados Unidos en los 60’s. Me arrepiento de no haber llevado cámara para tomarle fotos a las sillas rosadas, los posters, estatuas y a toda la decoración kitsch de semejante lugar. Y ahora estoy de vuelta en el hotel del cual no quiero salir hasta haber recuperado mi sueño, mi hambre y mis ganas de ir a batallar. Espero mañana poder ir a la residencia universitaria, tener mi cuarto, recuperar mi maleta y empezar todo como si nada hubiera pasado.

Pero tengo que dormir primero.

Mi última noche con mis amigos de la oficina fue para compartir unos cuantos rolls de sushi:DSC00089Algunos estaban muy satisfechos de esa decisión, especialmente Karlen y Alex:DSC00092Pero se le agradece muchísimo a Dalila haber ido a pesar que no disfrutó mucho del concepto de pescado crudo. ¡Tan bella!!!DSC00096DSC00090Todavía no puedo creer que Mario, que era de los menos entusiastas con la idea, fue de los que más la disfrutó:DSC00093Si no me equivoco, Ana no lo había probado antes pero estoy segura que va a regresar otra vez:DSC00094DSC00091Creo que nosotros ya somos veteranos en esto, ¿no es así?DSC00097Scarlett también, después de todos los barcos y los tempuras que ha pedido con su familia ;)DSC00095¡Definitivamente fue una buena noche!DSC00086

Dejo las fotos de nuestra más reciente reunión de aleros. Ya ratos hacía falta una carneada ;)DSC00051DSC00053 DSC00056DSC00057DSC00055DSC00070DSC00071DSC00080DSC00081

Esta es la lista –lo más completa posible- de todos los discos que tengo. Cuando estaba en secundaria solía comprar discos originales, un hábito caro que quedó en el olvido cuando Herminio me introdujo al maravilloso mundo de los torrents y los mp3. Gracias a él tengo gran parte de toda la lista que viene a continuación, de la cual cuando sólo aparece el nombre del grupo o del artista es que tengo toda su discografía. No todos estos discos son mis favoritos, de hecho no me deshago de aquellos que no me gustan ya que me daría lástima si en algún futuro me llegaran a interesar y llego a descubrir que lo boté, borré o regalé, así que los conservo, por si acaso. Algunos grupos que parecen resaltar por estar fuera de lugar es que han llegado a mí por influencias externas. Creo que ellos se reconocerán en la lista.

A perfect circle (aunque realmente sólo me gusta Mer de Noms); Adele: 19; Aimee Mann: Lost in space, Smilers y el soundtrack de Magnolia; Air; Alan Parsons Project; Alanis Morissette: Jagged Little pill y el unplugged: Alicia Keys; el soundtrack de Amélie; Amy Millan: Honey from the tombs; Amy Winehouse: Back to black; Aphex Twin: Drukqs y Selected ambient works 85-92; Apocalyptica; discos varios de música árabe; Arcturus; Au Revoir Simone; Avantasia; Basement Jaxx: Rooty; Bat for lashes; Beastie boys: Paul’s boutique y Hello nasty; discografía casi completa de Beck (me gustó tanto Sea change que después de eso no me ha vuelto a interesar de la misma forma); Belanova: Dulce Beat; Billy Corgan: Future embrace (aunque prefiero mil veces Smashing Pumpkins); Björk (incluyendo varios lados B y conciertos, aunque no todos los box-set que ha sacado ya que son tantos); Blind guardian: Nightfall in Middle-Earth (el intento de Yanis de introducirme al metal y a Tolkien); the best of Blondie; Bossa and Marley y Bossa and Ramones (¿Alguien ha escuchado la música que ponen en supermercados La Colonia? Son varios discos de covers de música contemporánea en versión bossa nova. Me encantan.); Buena Vista Social Club; Bush: The science of things; the best of Blur; Camille; Cat Power (aunque me mata del sueño… tal vez me guste en un futuro); Charlotte Gainsbourg y Beck; Chris Cornell: Unplugged y Scream; Chroma Key: Graveyard mountain home; Christina Aguilera (Mi amigo Flavio me regaló el disco original porque ambos quería introducirme a su música. Que conste.); Christopher O’Riley: True love waits; Cocteau twins: Milk and kisses y A dark tribute to the Cocteau twins; Coldplay; Collective soul: Blender; Corinne Bailey Rae: su disco homónimo, el soundtrack de Cowboy Bebop (cortesía de Herminio, aunque yo nunca haya visto la ¿serie? ¿O es película?); Las 100 clásicas de Cri-cri, volumen 2; CSS; Daft Punk; Damien Rice; David Gilmour: On an Island; David Gray; Dead can dance; Death cab for cutie; canciones sueltas de Claude Debussy; Depeche mode; disco homónimo de Diablo swing orchestra; Diana Krall; Diane Birch: Bible belt; Dido: No angel (Confieso que me parece un pobre intento de Sarah McLachlan, así que sólo tengo este disco de ella); Eddie Vedder: soundtrack de Into the wild; Edguy (pero me gusta más Avantasia); Ella Fitzgerald: The early years; Emiliana Torrini; Enrique Bunbury: Flamingo; Epica: the phantom agony; Erikah Badu: Baduizm; Erin McCarley: Love sabe the empty (soy una cursi, lo sé); soundtrack de Everything is illuminated; Feist; Filter: Title of record; discografía de Fiona Apple; Flaming lips; Fleet foxes; Francisca Valenzuela: Muérdete la lengua (tenía mejores expectativas de ella); Garbage: Version 2.0; el soundtrack completo de Glee (que no me canso de escuchar); Goldfrapp: Seventh tree; Gorillaz; Gotan Project (al parecer el mejor grupo para clases de Pilates); el soundtrack de Gradius III, el juego de Super Nintendo; el soundtrack de la película Great expectations; Hot hot heat; Incubus: Morning view; Infected Mushroom: Vicious delicious; Interpol; Iron Maiden: Fear of the dark; Jack Johnson: In between dreams (de quien conseguiré su nuevo disco); los dos discos de James Morrison (aunque haya cometido el capital error de cantar con Nelly Furtado); Jamie Cullum: Catching tales y Twentysomething; Jamiroquai (de quien puedo asegurar que canta en vivo igual que en los discos después de verlo en el Concert Channel); Jean Michel Jarre: Equinoxe; Jem: Finally woken; Jewel (aunque después de This way sólo canta espantosidades); Joanna Newsom: Milk-eyed; John Mayer (es mejor músico que celebridad); Joni Mitchell: Blue y Shine; Josh Rouse: Subtítulo; Joy Division; Julieta Venegas (tardé muchos años en confesar que su música es agradable); el disco de Justice; Kaiser chiefs: Employment; Kaki King (excelente guitarrista); Kate Bush: Hounds of love (de esos discos supuestamente esenciales si se quieren entender a las compositoras de los 90’s, pero no me impresionó tanto); Keane; Kelly Clarkson (compenso no haber visto la temporada de American Idol en que ella ganó, escuchando su música. De hecho, es la única ganadora de AI que me gusta tanto para tener sus discos.); King Crimson: In the court of the crimson King; Kings of Leon (el vocalista: /drool); Kraftwerk; todos los discos de KT Tunstall; Lady Gaga: The Fame y The Fame Monster (disfruto su música más que sus videos.); Laika: Good looking blues y Sound of satellites; Las 7 leyes espirituales del éxito (el audio-libro que me acompaña adonde sea que vaya); Le corps mince de Françoise; Lenka; Alright still de Lily Allen; Lullaby renditions of Björk, Radiohead y Pink Floyd (esta es una colección de discos de covers de varios grupos y artistas en versiones canción de cuna. Existen otros de Tool, Metallica, Smashing Pumpkins, entre otros, que no pude conseguir.); discografía de Los amigos invisibles; Lou Reed: Transformer; el Love Angel Music Baby de Gwen Stefani: Lykke Li: Youth novel; Madeleine Peyroux; Madonna ( \m/ ); el soundtrack de Marie Antoinette; Marina Celeste: Acidule; Martha Wainwright: I know you’re married but I have feelings too (¿Qué tan genial es el nombre de este disco?); Massive attack: Protection y Mezzanine; Matmos; Melissa Auf der Maur: Auf der Maur; Metallica: S & M; Metric; los dos discos de MGMT; MIA: Arular y Kala; Michael Bublé: Call me irresponsible y It’s time; canciones sueltas de Miles Davis; Moby: Play; Mogwai; Moonlight cocktail, hits from the 40’s (de mi etapa de Jazz); Morrisey: Ringleader of the tormentors; Muse; Neko Case (el único country que puedo escuchar); Nerina Pallot: Dear frustrated superstar y Fires; New Order: Get ready; The best of Nick Cave and the bad seeds; Nikka Costa: Cantneverdidsomething; Nine Inch Nails (de quien tengo una biografía por si alguien está interesado); Nirvana: Nevermind y In Utero; Noir désir: Des visages, des figures; No boundaries (es una recopilación a beneficio de los refugiados de Kosovo); Norah Jones; discografía de Nouvelle Vague; Orbital: The altogether; Paramore: Riot; Pearl Jam; Pete Yorn (incluyendo el disco que canta con Scarlett Johansson y que de hecho es muy bueno); Peter, Björn and John; Phoenix (mi grupo favorito en este momento); PJ Harvey; Placebo; Plasticines; Plumb; Portishead: Third; el soundtrack de Pride and Prejudice, la película de Keira Knightley; un montón de discos de Putumayo; R.E.M.: Up y New adventures in Hi-Fi; Rachael Yamagata; Radiohead; Ray LaMontagne; Regina Spektor, Richard Ashcroft: Keys to the world y Alone with everybody; Ride: Nowhere; Roberta Sá: Que belo estranho dia pra se ter alegria; Róisin Murphy: Overpowered (la Lady Gaga original); Rufus Wainwright; Russian Red: I love your glasses; Ryan Adams; Sade; Saint Etienne: Tales form Turnpike house y Sound of water; Sarah McLachlan; Scarlett Johansson: Anywhere I lay my head (Tenía que escucharlo y podría ser peor); Seether: Disclaimer II; She and Him (la banda de Zooey Deschanel, también podría ser peor y tiene un cover de I should have known better de the Beatles que me encanta); Sheryl Crow; Shpongle: Converting vegetarians; Sigur Rós: Von y Agaetis Byrjun (qué feo ese grupo!); Siobhan Donaghy: Ghosts; the best of Siouxsie and the Banshees; Sixpence none the richer: Divine discontent; Smashing Pumpkins: Mellon collie and the infinite sadness, Adore, Machina the machines of God y Zeitgeist; Snow Patrol; Soda Stereo (Me doy cuenta que tener sólo a 5 artistas en español en mi colección de discos me convierte en una snob.); Sonic Youth: Daydream nation; Spice girls: Spice; el soundtrack de Super Mario World (del que se desprende el actual ringtone de mi teléfono); Supertramp; Susan Boyle: I dreamed a dream (Qué voz! y qué historia...); The Arcade fire; The Beatles: White album y Revolver (tomar en cuenta que mi papá tiene el resto de los discos); The bird and the bee; The bravery; The Cardigans; The Chemical brothers: Surrender; The Coral; The Hoosiers; The trick to life; The Killers; The Police; The postal service; Give up; The Smiths; Meat is murder y The queen is dead; The ting tings: We started nothing; The velvet underground: Loaded y the Velvet underground and Nico; The Veronicas: Hook me up y The secret life of…; The virgins; Therion; Third eye blind, el disco homónimo; This mortal coil: Filigree; Blood y Original Versions; Thom Yorke: The eraser; Tool; OBVIAMENTE: la discografía de Tori Amos, incluyendo un disco tribute en cuarteto de cuerdas y uno de grupos pocos conocidos, varios discos en vivo, sus recopilaciones, el MTV unplugged y el Sessions at West 54th, entre otros; Trans-siberian orchestra (zzz…); Travis; Underworld: Beaucoup fish; Unto Ashes; Vanessa Mae: The classical album, Stomr y Subject of change; VHS or Beta: Night on fire; Weezer: The red álbum; White lies: To lose my life; Wilco; Wolf’s rain (otra contribución de Herminio); los 3 soundtracks de World of Warcraft (muy útiles para traer recuerdos cuando no tengo activa la cuenta); Ximena Sariñana: Mediocre (me encanta este disco!); Yael Naim (otra joya); Yeah yeah yeahs y Zoé.

(Hace poco fui contactada por Roberto, uno de los miembros de Arquetipo, una asociación cultural de estudiantes de la escuela de Arquitectura de la UNAH que a través de su blog, su página de facebook, pero más notablemente con una vitrina en la escuela publican noticias, entrevistas con arquitectos o artículos sobre nuestra profesión con el fin de interactuar con los alumnos y los maestros. Roberto muy amablemente me pidió que escribiera un editorial sobre mi experiencia como graduada de la escuela y esta es la pieza que envié.)
Comencé a estudiar Arquitectura como cualquier otra joven ilusa de 17 años: con sueños de fama, fortuna y publicaciones internacionales. La carrera –particularmente en la Universidad Nacional- se presentaba como el máximo reto en creatividad y resistencia en el que comenzaban muchos, pero donde sólo unos pocos no eran engullidos por la carga o las matemáticas. Mientras estudiaba siempre puse en tela de juicio el plan de estudios diseñado como un constante simulacro de desastres, con entregas alineadas una detrás de la otra, forzando al perpetuo desvelo y al trabajo en grupo que muchas veces terminaba destrozando amistades más que creándolas. Pasaba anhelando ese estado post-graduación que consideraba idílico, pero cruzar el umbral de los estudios fue lo más fácil, el mundo real no era nada de lo que yo esperaba.

Conceptualmente es preocupante porque hay muy poco de lo que se está construyendo allá afuera que sea auténtico, o que pueda llamarse hondureño al no intentar ser una mala copia de estilos importados. Los nuevos edificios y urbanizaciones no tienen alma, tanto en la idea de cómo deben vivir los usuarios pero también en qué deben aportar las construcciones al paisaje de la ciudad. Las condiciones en que trabajan los nuevos arquitectos muchas veces caen en lo deplorable, con salarios que no corresponden a su nivel de conocimiento, a los horarios o a las exigencias que les son impuestas. Sin contar con que las leyes, derechos y beneficios laborales son un espejismo en un ambiente dominado por los contratos de servicios profesionales uno renuncia a sus derechos, pero que sigue siendo mejor que no trabajar en lo absoluto. A todo esto se suma que ahora la tendencia es contratar a profesionales y empresas extranjeras, argumentando que en Honduras no se cuenta con expertos calificados para ciertas actividades. Sin embargo muchas de esas empresas no son reguladas de ninguna forma y su desempeño y la calidad de sus productos no cuentan con estándares aceptables para nuestro país y estoy segura que para sus países tampoco, pero aquí sí son permitidos.

¿Cómo es posible todo esto? Me rehúso a creer que los arquitectos sean esclavos de los clientes que añoran tener casas o apartamentos que vieron en revistas o por la televisión. Los usuarios están ávidos por aprender si tan sólo alguien está dispuesto a enseñarles a no dejarse impresionar por techos y molduras que den la impresión de falsa riqueza, a exigir espacios que funcionen y que a la vez sean económicos en lugar de tener que elegir solo una de esas dos cualidades. Podríamos ganar mucho como país si buscáramos nuestra identidad en nuestras buenas construcciones y que sintiéramos orgullo por los edificios valiosos que poseemos. Pero como gremio nunca vamos a prosperar si no podemos transmitir esos valores a los que no son arquitectos, si no podemos despertar en ellos el entusiasmo que sentimos por nuestra profesión.
También como arquitecta me doy cuenta que trabajar es el mejor incentivo para continuar estudiando. Con las limitadas plazas y los numerosos graduados de universidades privadas que salen cada año sólo podemos sobresalir si nos especializamos, si logramos alcanzar un nivel que elimine esa suposición que los extranjeros saben más y ampliamos el espectro de las contribuciones que puede hacer un arquitecto en Honduras.

Tal vez el mundo laboral sea muy similar a la universidad en el sentido que continúan los desvelos, el trabajo en grupo nunca se termina y mucho menos las revisiones con los cambios impuestos por terceros al diseño original, pero de ahora en adelante ya no se trabaja sólo para uno mismo. Nuestra huella, ya sea buena o mala, es indeleble, tanto para una sola persona que viva en un proyecto que tengamos a cargo, como para el país que sufre las consecuencias o se beneficia de los aciertos del proyecto. Nuestra responsabilidad incrementa, así como el reto que enfrentamos, pero si lográramos cambiar lo que está sucediendo con la arquitectura en Honduras, ¿no sería también mayor la satisfacción?
Hoy despedimos al pequeño Sheldon, quien a estas alturas está en el cielo de los hamsters comiendo nueces y jugando en ruedas. Estamos muy contentos de haberte conocido y nos vas a hacer mucha falta!