20 March 2010

A job a million girls would die for

Dejemos algo muy claro desde un inicio: “The devil wears Prada” de Lauren Weisberger no es ninguna obra de arte, y de cierta forma es un alivio que no pretenda serlo, puesto que sólo hubiera sido otra decepción más que agregar a las múltiples que tiene el libro.

La novela fue inspirada en el período en que la autora trabajó como asistente de la épica editora en jefe de la revista Vogue, Anna Wintour, lo que publicitó el libro al punto de haberse filmado una versión para el cine, un millón de veces superior al escrito original.

En el mundo de la moda, Wintour es reconocida por su influencia y poder sobre diseñadores y marcas millonarias, pero como muestra el documental “The September issue”, todo mundo la conoce también por ser temperamental, caprichosa y exigente. Miranda Priestly, la versión literaria de Wintour, es una caricatura muy pobre del personaje en que se basa. Es excéntrica, egoísta, estricta y volátil. Las cosas deben hacerse a su manera y exactamente cuándo ella las solicita; tiene hábitos de consumo que sufren de extravagantes y un estilo de vida ajetreado y obsesivo, que recae en Andy desde el primer instante en que comienza a trabajar como su segunda asistente.

Andy no sabe ni se interesa en lo absoluto en la moda, pero ha oído hablar de las magníficas oportunidades que se abren para las empleadas de Miranda una vez que han cumplido un año de estar con ella. Su meta es sobrevivir ese año y de allí dar un salto cuántico que la transportaría de su primer empleo como recién graduada de la universidad, a escritora de la revista The New Yorker.

Y sobrevivir apenas puede: entrando a las siete y media de la mañana, saliendo a las once de la noche, comiendo en quince minutos y todo el día haciendo mandados que van desde conseguir una reseña de un restaurante asiático que Miranda leyó en algún periódico –cuyo nombre no se molestó en decirle a Andy-, buscando cafés varias veces al día en un Starbucks (que suena sencillo, pero las oficinas de la revista quedan en un piso muy alto de un edificio de Nueva York) y atendiendo los más ínfimos detalles de la vida personal de su jefa.

Su nuevo estilo de vida repercute en su relación con su novio de tres años que ahora se resquebraja y su amistad con su compañera de universidad, y ahora de apartamento, que se tambalea de un hilo.

El libro no tiene toda esa racionalización que trata de justificar la industria de la moda como si de un arte se tratara, y Andy tampoco llega a comprender ni mucho menos a admirar a Miranda, como sucede en la película, así que lo único que queda es un relato de un primer trabajo infernal, luego de la seguridad que era ser una estudiante. Visto desde esa perspectiva es una historia reconfortante para esos períodos de adaptación en los que la vida laboral parece extenuante y una gran desilusión. Plantea el dilema de vivir para trabajar en lugar de lo inverso, pero a qué precio y exactamente para qué, puesto que no hay nada tan importante como para salir a las 11 de la noche de la oficina ya que en una revista de vanidades no están exactamente curando el cáncer. Es un cruel despertar saber que ya no perteneces a la casa paterna pero no encuentras tu lugar en el mundo exterior, y que todo comienzo tiene grabado en la frente la palabra “EXPLOTACIÓN”, además del pago de una dolorosa deuda que no se sabía que se tenía.
Si lo tomamos con todas sus limitaciones, el libro resulta adecuado y por suerte es fácil de leer cuando ya no se tiene tiempo porque se tiene que trabajar, en algo muy parecido a lo de Andy, de hecho.

3 comments

  1. He estado medio obsesionada con esta historia, sobre todo con la de la pelicula (porque no he leido el libro)... El trabajo puede a veces ser la mejor manera de ahogarse.

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  2. ¿Será que todas se mueren por tener ese empleo porque en muchas teleseries y en casi todas las comedias románticas las protagonistas trabajan en alguna revista, o aspiran a ello? Que cliché ¿verdad?

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  3. Es un cliché porque pintan la vida muy glamorosa, y la ropa es taaaaan bonita. Pero trabajar en una revista en serio ha de ser una buena forma de hacer uso de la creatividad, no creés?

    Muchos saludos a todos! Excepto a ese spammero sin oficio ¬¬

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