12 October 2009

we'll choke on our vomit, and that will be the end, we're fated to pretend

Últimamente paso muy aburrida y a pesar de que tengo cientos de blogs que podría estar revisando en vez de deambular constantemente por la red sólo reviso los esenciales; no me consume el entusiasmo por leer los demás. Pues hoy estaba perdiendo el tiempo mientras esperaba el almuerzo buscando lo más parecido a un grupo de apoyo para desocupados cuando encontré curiosos artículos sobre los síndromes de mi generación, la generación Y, “generación del Milenio” o los “Trophy kids”, como les parezca mejor.

A todos aquellos que hemos nacido entre 1982 y el 2001 nos han bautizado como la Millenial Generation, un grupo de jóvenes que estamos saliendo al mundo laboral con altas expectativas y muy poco que aportar, según las mentes brillantes que se dan el lujo de estereotiparnos cuando ellos han sido los responsables de nuestra crianza y del mundo destrozado que nos han heredado. Somos una multitud de haraganes: en 1989 el 49% de los adolescentes conseguían trabajos veraniegos en los Estados Unidos, esa cifra disminuyó a un alarmante 37% para el año 2006. Muchos atribuyen esa tendencia a nuestros delirios de grandeza, de sentir que merecemos más de lo que realmente contribuimos. Se dice que esperamos buenas pagas y buenas posiciones de entrada, que no estamos conformes con las 40 horas laborables en la semana porque buscamos tener una vida fuera del trabajo y que debido a nuestra ineptitud para salir al mundo a granjearnos nuestro camino estamos retrasando todos aquellos ritos de iniciación como irnos de la casa y tener nuestra propia carrera y familia, hasta pasados los 30 años.

Sin embargo otras personas opinan que el hecho de tener menos jóvenes trabajando es porque hay menos oportunidades, así que no es pereza, es que no se encuentra. Se dice que nuestro sentido de urgencia, de querer las cosas lo más rápido posible es un reflejo de nuestra exposición a la tecnología, al chat, al Messenger, al Twitter y a los mensajitos por teléfono. Nuestro deseo de balancear carrera y existencia responde al hecho de haber visto a nuestros progenitores partirse el lomo y no ser necesariamente exitosos o felices.

No están tan alejados de la realidad en el sentido de que hay una profunda desilusión por todo aquello que nuestros abuelos y padres soñaron y lo que resultó al final. Se me vienen a la mente muy pocas familias unidas o equilibradas con padres de más de 40 años como para decir que existen las suficientes para inspirarme en tener una, y eso que no estoy poniendo como estándar de fracaso el divorcio: hay interacciones de pareja que cuestionan seriamente el deseo de cualquier ser humano en casarse. El trabajo no se les puede envidiar tampoco. Estoy consciente que hablo desde los confines de mi medio socio económico en esto, pero no veo la utilidad de tantos años de estudio, todos los años de trabajo y los horarios exigentes: pasan tan ahogados como cualquier otra persona que no haya hecho los sacrificios o no haya tenido la oportunidad de acceder a una educación superior. (Y aunque no estén enterrados en problemas económicos: justifica ser célebre en el trabajo el no tener vida personal? Hace poco mirábamos con Yanis una entrevista con el arquitecto Kengo Kuma, brillante, famoso, con edificios espléndidos. El presentador le preguntó por su vida personal y le respondió que no tenía; se nos acabó el deseo de emularlo.) La magnitud del fracaso de los mayores se extiende a las esferas nacionales y hasta mundiales: han sido completamente inútiles en manejar este país, no sólo inútiles sino además apáticos que es lo peor; esas versiones caricaturizadas de patriotas que he visto en los últimos meses sólo son un pobre intento de compensar por todo lo que no se preocuparon en el pasado. Somos los herederos de un país dividido y saqueado, pero además de un planeta que, como bromea Jon Stewart, está conspirando para nuestra destrucción. Todas las generaciones sienten que la sociedad decae a pasos alarmantes y que el fin del mundo está cerca, pero con la sobre explotación de los recursos naturales y la segura escasez de todo lo necesario para vivir que se avecina según los documentales, no queda otro remedio que preguntarnos si realmente nosotros seremos los últimos y si deberíamos de considerar seriamente detener la perpetuación de la especie.

A nivel personal puedo decir que ya cumplí con mi parte, ¿y ahora qué? Después de todos estos años de estudio, de responsabilidad al grado de compulsión, de restringirme en placeres, decadencias, salidas y caminos alternativos juzgados inferiores por los que tenía a mi cargo, no estoy viendo muchos frutos que puedan justificar los sacrificios y el desempeño, que puedo asegurar fue el mejor que pude dar. Me reclaman que siento que me merezco las cosas, ¿acaso no es cierto? Caminé por tanto tiempo hacia metas que traerían consigo lluvias de oportunidades, bonanza e independencia; no puedo creer que todavía tengo que pedir dinero con la vergüenza adicional de que podría estármelo ganando. Ya crucé la línea del objetivo, ¡ahora ustedes cumplan con su parte! ¿Es mi culpa que sean tan mediocres y egoístas que no quieran dar espacio para que mis contemporáneos y yo salgamos adelante? Lo van a pagar caro cuando sea el momento de que se jubilen y nosotros seamos responsables por sus cuidados en la senilidad: marquen mis palabras.

Con tanta recomendación que escuché de sumergirme en lo desconocido ahora que estoy allí puedo testificar: es sólo un cuarto oscuro, nada más. Se dice que el sufrimiento tiene como propósito barrer con el ego; los otros han logrado salirse con la suya, ¿por qué es a nosotros que nos tienen que dar una lección de humildad? La lluvia de posibilidades que en estos momentos considero plausibles son todas aquellas de desperdiciar mi vida que relegué a un segundo plano cuando todavía la consideraba valiosa. Me considero una candidata elegible para el próximo Real World (y juro que si tuviera acceso a las audiciones lo haría); podría irme de mochilera, irme de inmigrante ilegal incluso, no veo objeciones para sumergirme en las drogas o el alcohol o convertirme en una de esas escritoras decadentes que no saben ni qué día de la semana es, ni cuándo fue la última vez que estuvieron en estado de sobriedad. Podría escudarme en un temperamento artístico para explicar en lo que me he convertido. Los maldigo baby boomers.

8 comments

  1. Soy de la generación X, y te puedo decir que el mundo ya estaba bastante podridito cuando lo encontramos aquí. Los medios solo han conseguido hacerlo más claro, pero igual estaba. Tal vez serán motivos distintos pero las inquietudes, la impaciencia y las ansiedades me suenan a película que yo también vi.

    Esa sensación de haber trabajado mucho y aún así no obtener lo que uno esperaba, créeme. no es propia solo de tu generación, ni de tu edad. Es lo mismo que sentimos cuando aprendimos a caminar de bebés pero ver que otros podían caminar más que nosotros, o alcanzar alturas que para nosotros no era posible accesar. Pero con el tiempo se crece (aunque siempre es tarde a nuestros ojos).

    Las malas rachas no conocen generaciones. Los viejos también las tenemos. Y estamos asustados. No tenemos idea de lo que va a pasar por que, hemos aprendido que a pesar de haber vivido buscándola siempre, no existe cosa tal como estabilidad, en este mundo. Aún así, la vida es buena hermanita. No dejés de buscarla.

    Otra cosa: aunque trabajar da su retribución y es bueno disfrutar de ella, que nunca se te olvide que esto no te va a dar la felicidad. Lo que significa que incluso desempleada y sin plata, es posible que disfrutes de un nivel relativo de felicidad.

    Se te quiere mucho. Un abrazo!

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  2. "El mundo es y será una porquería ya lo sé..." así dice un Tango ¡¿qué alguien me diga el momento en que eso no fue cierto?! de hecho una vieja frase de hierro es "aquí, ayudando a arreglar el mundo o a empeorarlo más; aunque esto último sea imposible".
    En cuanto al trabajo, imaginate cómo están las cosas... me he tenido que conformar con entrar en un plan de voluntarios donde te dan para los gastos (peor es nada) y además me ayuda a evitar en el futuro la cantata de todos los lugares donde presentaba mi C.V: "Falta de experiencia laboral" como si el mercado laboral fuera sólo para personas mayores de 30 años.

    De paso hago un poco de publicidad al nuevo blog de Letras:

    http://carrera-de-letras.blogspot.com/

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  3. ¿Qué es ese plan de voluntarios Manuel? :P

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  4. Pues es el plan de voluntariado de la ONU. A ver, para explicarlo bien la cosa es así: Yo fui a buscar un trabajo a X lugar que tiene que ver con el combate al SIDA y me dijeron que trabajo no me podían dar, pero que hiciera un voluntariado; porque había la pequeña posibilidad de obtener algo de dinero para los gastos y pues la obvia experiencia para el C.V. que te piden en otros lugares. Hace unos días me dijeron que entraba en el plan de voluntarios de la ONU para el próximo trimestre, donde reconocen gastos y que iban a hacer la solicitud junto con otras cuatro, pero que eso sólo sería por tres meses y que no implicaba ninguna especie de contrato laboral. Así que acepté... por eso dije aquello de que peor es nada.

    XD

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  5. Está muy interesante y tenés absolutamente toda la razón, por este tiempo hay que hacer cualquier cosa. ¿No te da la impresión de que si superamos esta etapa somos capaces de cualquier cosa? Muchos saludos!!

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  6. Sí, aunque a veces trato de no divagar sobre ello, y ojalá también se aplique a la situación del país.

    ¡Muchos saludos!

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  7. Ni siquiera se si es verificable que esto haya sido cierto, pero me sigue pareciendo que los contenidos de estas 'reglas' aplican. Y que conste que no es santo de mi devoción.

    Por cierto, leelo como lectura independiente, no como un mensaje en el que te digo niña mimada o algo así. Me consta que has luchado mucho, y que sos una persona de convicciones fuertes. No es personal, solo una información que merece pensarse a propósito del contexto.

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  8. Uy, me habías asustado con esa advertencia, pero me gustó el post. En mi casa sólo pasan repitiendo eso de que el mundo no es justo. Mi respuesta a eso es lo que se pregunta Calvin: "¿Por qué no puede ser injusto a mi favor?"

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