“Lo incierto (…) es el suelo fértil de creatividad pura y libertad. Lo incierto significa entrar dentro de lo desconocido a cada momento de nuestra existencia. Lo desconocido es el campo de todas las posibilidades, siempre frescas, siempre abierto a la creación de las nuevas manifestaciones. Sin lo incierto y lo desconocido, la vida no es más que una repetición viciada de memorias gastadas.”
D.C.

Me acuerdo que en enero visualizaba lo que sería todo este año con una mezcla de angustia y emoción. Por una parte había cumplido con todos los requisitos académicos dentro de la universidad pero no tenía ni una ligera idea de dónde iba a hacer la práctica ya que ni siquiera conocía los lugares donde podía hacerla. Tampoco tenía certeza de si iba a quedarme trabajando adonde fuera a caer o qué pasaría después de eso. Me sumergía en lo desconocido con algunas celebraciones garantizadas como cumpleaños o graduaciones. 6 meses después y la incertidumbre dejó de ser el campo abierto para realizar mis más grandes aspiraciones juveniles para parecerse a aquella película de dos náufragos que están perdidos en medio del océano y que nunca son rescatados.

Desde hace 3 meses las mañanas son las mismas: me levanto con el sonido de helicópteros, sirenas de ambulancias o patrullas, los ruidos de manifestaciones a lo lejos. Me despierto y rápidamente pongo los canales de los extremistas para ver qué nuevo desastre hay hoy. Pero los acontecimientos no vienen en paquetes manejables, digeribles; en cuestión de minutos todo puede cambiar. Hay una nueva cadena, un nuevo toque de queda, una nueva toma de calles.

Las cosas no mejoran y ciertamente no la moderación en las reacciones de las personas. Me consume la decepción al entrar a las páginas de redes sociales y encontrarme con las mismas quejas y reclamos que nunca van acompañados de razonamientos o argumentos (al mismo tiempo no logro dejarlas porque paso tan encerrada y son de mis pocas conexiones al mundo). No logro discernir entre los que son ignorantes en su extremismo, los que dependen de su radicalismo para vivir y aquellos que son carretas de sus amigos fulminados por la cólera, pero una de las peores cosas es ver a aquellos que atacan lo mismo que son o todo aquello a lo que le deben el estilo de vida que tienen. Como aquellas personas, de muy buen estatus por cierto, que escriben en mayúsculas “Que se acaben las clases privilegiadas!”, cuando yo podría darles un recuento de lo privilegiados que son, a expensas de muchos otros. Todo mundo se dedica a insultar y a despotricar en contra de los del bando contrario sabiendo perfectamente quiénes de sus conocidos están en desacuerdo con ellos. No dejo de preguntarme si esos son insultos indirectos en forma pasivo-agresiva y más de alguna vez me encuentro con ganas de preguntarles si se están refiriendo específicamente a mí aunque tal vez sólo lo digan a los cuatro vientos. Se agrava cuando empiezan a decir cosas que no han comprobado como ciertas pero como suenan mal vale la pena decir, a firmar peticiones absurdas y ridículas, o decir cualquier tipo de cosas que me hace avergonzarme en llamarlos mis amigos pero que nuestra historia personal me detiene para borrarlos mientras todo esto pase. Esperaba más de muchos de ellos. He perdido mi respeto, mi admiración incluso (porque habían muchos que yo aspiraba a emular) y después de haber visto este aspecto de sus personalidades creo que de los saludos a lo lejos no vamos a pasar nunca más, ya sea por sus posiciones pero encima de todo por la forma en que las expresan. Pelear y agredir no convence a nadie, no aporta credibilidad a ninguna causa y deja una muy mala imagen de ellos mismos. La Verdad y la Justicia no necesitan defensa, no una de tan mala calidad en todo caso.

La ilusión de sentirnos seguros es sólo eso: una mentira que nos contamos para poder funcionar dentro de los límites de la normalidad. ¿Pero acaso estamos mal por pedir un poco de orden? Tal vez la Historia de Honduras ocupaba esta sacudida, probablemente sólo seamos víctimas de estar en el lugar incorrecto en el momento incorrecto, pero como individuo yo reclamo mi derecho a tener una vida estable, con mis garantías constitucionales a salvo y maldigo a todos aquellos que por querer aparecer en las páginas de los libros de historia que nuestros hijos van a estudiar estén dispuesto a destruir este país y a llevarse a todos sus pobladores de encuentro.

Así que mañana será otro día en el que no se sabe qué va a pasar. Es el campo de potencialidad pura y creatividad infinita. A navegar en la oscuridad esperando agarrarnos de algo, o que la caída al final del abismo no sea tan dolorosa.
Como hoy se suspendió temporalmente el toque de queda, aproveché para hacer una excursión al supermercado. (Tengo que aclarar que yo entro al supermercado en horas de trabajo, tomo mis cosas y las pago al salir, a diferencia de otros.) Siendo estudiante de una universidad pública y que entré cuando todavía no existía la matrícula en internet, me considero una erudita en cuanto a comportamientos colectivos se refiere y hoy tuve una excelente oportunidad de presenciarlos en el Hiper Paiz de las Cascadas.

Desde el segundo piso se miraba una larga fila de gente con carretas y botes de Aguazul, que me hizo pensar que lo más seguro eran únicamente aquellos que querían comprar agua los que estaban atascados afuera del supermercado. Ya en el primer nivel me di cuenta de la realidad: los portones estaba cerrados y una manada esperaba frente a ambas entradas que están separadas entre ellas por varias tiendas. El plan de ir al banco naturalmente tuvo que ser cancelado; uno no creería, pero hay muchas personas viviendo en Tegucigalpa actualmente. Cuando hay tanta gente reunida en un solo lugar los rumores circulan de manera rápida pero también misteriosa, dos o tres personas decían que se había abierto el portón lejano y de repente una horda de señores en condiciones poco atléticas atravesaba corriendo el centro comercial al otro extremo, para comprobar que les habían mentido. Ya estando del otro lado otros repetían el rumor y la gente volvía corriendo a su lugar de origen. Como a la cuarta vez, la turba, ahora enardecida, empezó a golpear una de las entradas, exigiendo que los dejaran pasar. Se abrieron poco a poco las cortinas metálicas y entré, aplastada entre dos carretas a los costados y dos señoras, una adelante y otra atrás de mí. Me dio tanta lástima el guardia de seguridad gritando que todos hiciéramos dos filas para entrar mientras nadie le hacía caso y seguía adelante.

Ni intenté agarrar canastas, no había tiempo y luego supe, tampoco habían canastas. Las carretas eran más bien un estorbo ya que los pasillos no permiten más de una de ellas y unas cuantas personas circulando al mismo tiempo, y como iba sola agradecí que me hubieran enviado con una lista más bien pequeña de cosas que comprar. Era imposible caminar, pero con un pollo congelado, un yogurt, una bandeja de bisteck que se estaba desangrando encima de mi ropa, una bolsa de pan que corría el riesgo de aplastarse con todo ese contacto humano y además de todo eso una bolsa de detergente, era una proeza heroica pasar en medio de toda esa gente y no arruinar los víveres. En cuanto pude me ubiqué en una fila, en el pasillo de cosméticos, para tener algo que ver durante todo el tiempo que se auguraba en un lugar tan lleno. Empezó lo típico de las colas: la gente quiere atravesar siempre detrás de vos. Estoy empezando a pensar que soy realmente atractiva porque no hubo nadie que no me usó de agarradera para cruzar la cola. Es costumbre también que uno empieza a socializar con los compañeros de multitud, como me ocurrió con la señora de atrás que al ver que todo mundo quería pasar entre nosotras se me pegó de forma que hiciéramos una barrera. Ella se encargaba de pelear con la gente diciéndole que se fuera a otro lado, yo era un impedimento físico nada más. Pero a la hora y media de estar discutiendo con todos se apiadó de ellos y se apartó para crear un pequeño espacio; entonces ella asumió las funciones de directora de tránsito, diciendo quien podía pasar, en qué orden y que cuidado me golpeaban.

La histeria colectiva tiene múltiples manifestaciones: a falta de canastas o carretas la gente empezó a romper empaques de bolsas de basura para poner en ellas lo que iba a comprar; también vaciaron cajas de verduras o pailas de plástico que se subían a la cabeza para así caminar mejor entre todos. Las compras eran inusuales, es bueno saber que la gente tiene sus prioridades bien puestas en tiempos de crisis: algunos compraban juguetes, otros revistas, vimos a un señor con 4 botellas de ron Flor de Caña, numerosas personas llevaban bolsas de palomitas de maíz y paquetes enteros de 6 botellas de Coca Cola de 3 litros cada una, para ver noticias como si de un partido de la selección se tratara.

Lo peor es que finalmente llegar a la cajera y pagar por tus cosas no era el fin de la tortura, tenían los portones cerrados para no dejar entrar a otro montón de personas que querían abastecerse, ni dejarnos salir a nosotros pobres diablos que queríamos huir de ese lugar. Nos hicieron hacer otra fila, donde para variar todo mundo se metía a su antojo y sin respeto hacia los demás, y después de otros 15 minutos salimos uno por uno, casi a besar el suelo del estacionamiento por encontrarnos libres. Llegué a mi casa donde estaban preocupados por mí porque habían escuchado en las noticias que las turbas melistas iban camino a las Cascadas a saquear a los “ricos” que son los que compran en supermercados.
“You propose to establish a social order based on the following tenets: that you’re incompetent to run your own life, but competent to run the lives of others – that you’re unfit to exist in freedom, but fit to become an omnipotent ruler- that you’re unable to earn your living by the use of your own intelligence, but able to judge politicians and to vote them into jobs of total power over arts you have never seen, over sciences you have never studied, over achievements of which you have no knowledge, over the gigantic industries where you, by your own definition of your capacity, would be unable successfully to fill the job of assistant greaser.


(…) In order to deprive us of honor, that you may then deprive us of our wealth, you have always regarded us as slaves who deserve no moral recognition. You praise any venture that claims to be non-profit, and damn the men who made the profits that make the venture possible. You regard as “in the public interest” any project serving those who do not pay; it is not in the public interest to provide any services for those who do the paying. “Public benefit” is anything given as alms; to engage in trade is to injure the public. “Public welfare” is the welfare of those who do not earn it; those who do, are entitled to no welfare. “The public”, to you, is whoever has failed to achieve any virtue or value; whoever achieves it, whoever provides the goods you require for survival, ceases to be regarded as part of the public or as part of the human race.

What blank-out permitted you to hope that you could get away with this muck of contradictions and to plan it as an ideal society, when the “No” of your victims was sufficient to demolish the whole of your structure? What permits any insolent beggar to wave his sores in the face of his betters and to plead for help in the tone of a threat? You cry, as he does, that you are counting on our pity, but your secret hope is the moral code that has taught you to count on our guilt. You expect us to feel guilty of our virtues in the presence of your vices, wounds and failures –guilty of succeeding at existence, guilty of enjoying the life that you damn, yet beg us to help you to live.

(…) Look past the range of the moment, you who cry that you fear to compete with men of superior intelligence, that their mind is a threat to your livelihood, that the strong leave no chance to the weak in a market of voluntary trade. What determines the material value of your work? Nothing but the productive effort of your mind –if you lived on a desert island. The less efficient the thinking of your brain, the less your physical labor would bring you- and you could spend your life on a single routine, collecting a precarious harvest or hunting with bows and arrows, unable to think any further. But when you live in a rational society, where men are free to trade, you receive an incalculable bonus: the material value of your work is determined not only by your effort, but the effort of the best productive minds who exist in the world around you.

When you work in a modern factory, you are paid, not only for your labor, but for all the productive genius which has made that factory possible: for the work of the industrialist who built it, for the work of the investor who saved the money to risk on the untried and the new, for the work of the engineer who designed the machines of which you are pushing the levers, for the work of the inventor who created the product which you spend the time on making, for the work of the scientist who discovered the laws that went into the making of that product, for the work of the philosopher who taught men how to think and whom you spend your time denouncing.

(…) Every man is free to rise as far as he’s able or willing, but it’s only the degree to which he thinks that determines the degree to range of the moment. The man who does no more that physical labor, consumes the material value-equivalent of his own contribution to the process of production, and leaves no further value, neither for himself nor others. But the man who produces an idea in any field of rational endeavor –the man who discovers new knowledge- is the permanent benefactor of humanity. Material products can’t be shared, they belong to some ultimate consumer; it is only the value of an idea that can be shared with unlimited numbers of men, making all sharers whatever labor they perform. It is the value of his own time that the strong of the intellect transfers to the weak, letting them work on the jobs he discovered, while devoting his time to further discoveries. This is a mutual trade to mutual advantage; the interests of the mind are one; no matter the degree of intelligence, among men who desire to work and don’t seek or expect the unearned.

In proportion to the mental energy he spent, the man who creates a new invention receives but a small percentage of his value in terms of material payment, no matter what fortune he makes, no matter what millions he earns. But the man who works as a janitor in the factory producing that invention, receives an enormous payment in proportion to the mental effort that his jobs requires of him. And the same is true of all men between, on all levels of ambition and ability. The man at the top of the intellectual pyramid contributes the most to all those below him, but gets nothing except his material payment, receiving no intellectual bonus from others to add to the value of his time. The man at the bottom who, let to himself, would starve in his hopeless ineptitude, contributes nothing to those above him, but receives the bonus of all of their brains. Such is the nature of the “competition” between the strong and the weak of the intellect. Such is the pattern of “exploitation” for which you have damned the strong.

(…) You did not care to compete in terms of intelligence – you are now competing in terms of brutality. You did not care to allow rewards to be won by successful production- you are now running a race in which rewards are won by successful plunder. You called it selfish and cruel that men should trade value for value –you have now established an unselfish society where they trade extortion for extortion. Your system is a legal civil war, where men gang up on one another and struggle for possession of the law, which they use as a club over rivals, till another gang wrests it from their clutch and clubs them with it in their turn, all of them clamoring protestations of service to an unnamed public’s unspecified good. You had said that you saw no difference between the power of money and the power of guns –no difference between reward and punishment, no difference between purchase and plunder, no difference between pleasure and fear, no difference between life and death. You are learning the difference now. “

Ayn Rand, “Atlas shrugged”
La celebración comenzó primero en mi casa, con mi familia y 4 (!!) botellas de vino. Luego salimos con mi hermano, Ingrid, Herminio, Moisés y Yanis a cenar.
Tan bello el-Yanis:
De allí partimos a encontrarnos con los compañeros de la facultad y los voluntarios: aquí vemos a Ale y Herminio.
(Cómo se nota la diferencia entre los que habíamos empezado desde antes la parranda) Deysi y Leo nos acompañan.
Me encantan estas fotos. De izquierda a derecha: Lisa, Nincy, Joanna, Alejandra y Herminingo.
De nada me sirvió haberme secado el pelo :P
(Hasta ahora noto el fusil en el fondo...) Joanna!
La adorable Nincy.
Lisa, que accedió a tomarse esta foto porque le aseguré que yo iba a salir peor que ella. A ninguna de las dos nos gusta posar.
Ya para despedirnos, Marlon y Patty se incorporaron a la sesión fotográfica.
Y luego me vine a desvelar subiendo todo este material. Fijo no me voy a querer levantar mañana para el taller "Cómo hablar en público, parte 2" a las 8 y media de la mañana!!! :S

Estas son las mejores tomas de la graduación. La ceremonia fue en el Auditorio Central, que como todo aquel que ha circulado por la UNAH alguna vez sabrá, no tiene ni ventilación artificial ni natural. Sumen cientos de personas y lámparas encendidas: todos nos estábamos asando adentro de las togas!! Así que mis ojos llorosos son por el calor, la emoción de finalmente verme libre del pregrado no tuvo nada que ver.
Los graduados de mi clase de Diseño 8!! Mario, Ana y Deysi.
Ahhhhh, qué emoción ver a tanta gente joven lanzarse al desempleo en tiempos de crisis económica y política!!
Scarlett llegó a acompañarnos! (Isac también pero no quiso posar para las fotos, salió huyendo antes de que pudiéramos atraparlo con un flash)
Miguel también nos llegó a saludar, pero en sus propias palabras, hacía demasiado calor como para vernos en la ceremonia. xD
Terminamos Deysi!! Tantos años han pasado, pero tenemos que seguir juntas por muchos años más!
Aleros!! Mis adorados aleros!
Fuimos 7 graduados de Arquitectura, de izquierda a derecha: Mario, su servidora, Celia, Ana, Deysi, Wanda y Walter.
La UNAH se terminó! A buscar nuevos horizontes!!
Cuando uno cae bajo las garras de la injusticia en la infancia temprana los encargados de protegernos son nuestros padres; en la pubertad y adolescencia somos liberados por nuestros profesores y en la adultez nos amparan las sagradas leyes de la Fiscalía del Consumidor. Dicha dependencia está para protegernos de los anuncios en el periódico de tiendas sospechosas. Realmente cualquier sinvergüenza con dinero para publicar lo puede hacer (como también lo aprendí en una entrevista para un trabajo fraudulento, pero no me recupero del trauma como para narrarlo).

En mi búsqueda de celular terminé confiándome en una publicidad de una tienda en un edificio sin estacionamiento (como si eso no fuera la norma en esta ciudad) y sin posibilidades de llegar a pie, en bus o en taxi, en la que aseguraban que tenían más de 100 modelos de celulares en inventario. Arrastré a mi padre a la tienda que extrañamente quedaba en un quinto piso, y una muchacha nos atendió. Cuando le dije cuánto era lo más que estaba dispuesta a pagar por un teléfono me anunció que ellos no tenían por ese precio. Mi papá se ofreció a regalarme una parte y allí me mostraron algunos. Ninguno era particularmente asombroso, pero terminé escogiendo uno que superaba a mi antiguo portátil sin llegar a ser realmente envidiable. Fui a mi casa a cargarlo. Al día siguiente empezaron los problemas: el software del teléfono se instalaba en mi computadora pero no reconocía al aparato. Llamé a la única persona capaz de descifrar semejantes misterios informáticos: Herminio. Y cuando bajó unos drivers, se metió a unos foros, reinstaló todo y aún así no funcionó, decidimos volver a la tienda. La vendedora me miró extrañada: “¿Quién le dio ese disco de instalación? Es el viejo.” Ella había sido, por supuesto. Anduve el celular sin ninguna novedad hasta que se descargó, el domingo. Lo conecté a la corriente y algo extraño pasaba, porque por un instante mostraba la luz que funcionaba y a los dos segundos se apagaba, para luego volverse a encender. Yo no sabré mucho de teléfonos, pero eso no era normal. El lunes regresé de nuevo a la tienda, donde sucedió algo aún más bizarro. Había un señor a mi lado platicando con las vendedoras (siempre tenían visitas las mujeres esas), y cuando le conté mi problema a la muchacha ella voltea a ver al señor y le dice que todas esas baterías que él les ha vendido están malas, que ya van 20 de ellas que salen defectuosas. Me cambia de celular y de teléfono y me dice que si aún así no funciona que regrese el viernes, el único día que se realizan cambios de modelos. Esa misma tarde lo fui a probar: tan siquiera este fue honesto, no se cargó ni la primera vez, de entrada no funcionaba. El día feriado no logró calmar mi creciente furia. En casa me advirtieron que no me hiciera ilusiones de tener el dinero de vuelta, que tal vez lo más a lo que podía aspirar es a un nuevo modelo.

Pero mi primera llamada a la Fiscalía del Consumidor los desmintió: me explicaron que si yo ya les había dado una oportunidad para rectificar su error, cambiando el producto o reparándolo y aún así no estaba satisfecha, por ley les puedo pedir mi dinero de regreso. Así que hoy no quise seguir esperando; sólo que ahora en la tienda ya me conocen. Primero, la muchacha que normalmente me atiende no me quiso abrir la puerta. Puso a otro tipo a hacerlo, que me dio el mismo cuento del cambio de modelo. Le expliqué que honestamente ya estaba cansada de estar yendo a ese lugar y que no hay nada que garantice que ese nuevo modelo no me salga defectuoso también, que quería mi dinero y ya. Me dijo que iba a preguntarle a su jefe y allí volvió mi vendedora. Ahora toda amable me dijo que por lo menos mirara los otros teléfonos para ver si alguno de ellos me parecía; le respondí que ni siquiera estaría dispuesta a pagar una diferencia por alguno que me interesara porque después de todos los inconvenientes que me han causado sería el colmo darles más dinero. También le advertí que había consultado con Protección al Consumidor y que sí están obligados a darme lo que había pagado. Me enseñó las mismas puercadas que había rechazado el primer día. Para colmo de males, no me podían hacer la devolución de efectivo porque el hombre encargado de hacer eso convenientemente andaba de viaje y vuelve hasta el próximo lunes. Le pedí hablar con otra persona, el gerente o quien estuviera a cargo y regresó con una tipa que había presenciado todas mis visitas anteriores. Con una cara de maligna me saluda: “¿Ajá?”. Le expliqué que ya no quería comprarles más, ni cambiar más de teléfonos, ni volver allí. Pero me respondió lo mismo: hasta el lunes.

Así que volví a llamar a la Fiscalía. Si no me resuelven el problema sólo tengo que llegar con mi factura y mi tarjeta de identidad al tercer piso del edificio del Instituto de la Propiedad en el boulevard Kuwait para poner la denuncia. Yo no tendría que pagar nada en lo absoluto, mientras que ellos tendrían que contratar representación y, según los padres de una amiga que son abogados, ellos están expuestos a pagar una multa. Estoy cansada que en este país todos los vendedores, especialmente los minoristas, crean que uno anda pidiendo limosna cuando llega a sus negocios, cuando uno en realidad está pagando por un servicio, por un nivel aceptable o tan siquiera respetuoso de atención, y desde luego que por un producto que no sea defectuoso, mucho menos pirateado. Desde luego que mis quejas y denuncias no van a resolver el problema de atención al cliente en Honduras, pero yo no estoy dispuesta a regalar el dinero que finalmente había conseguido para mi teléfono (que por cierto iba a ser el regalo de mi graduación que todavía está en veremos) a una empresa tan mediocre, donde no obtuve el producto por el que pagué y donde no me atendieron ni con un mínimo de cortesía. Si existen leyes para protegerme he de usarlas, no sé quiénes se creen que son.
Hoy despedimos a una de las integrantes principales de los Aleros: Mafer es llevada por Tigo a Luxemburgo por tres meses, dejando más vacantes para nuestro grupo de amigos. A continuación las conmovedoras imágenes de su partida:
Para variar llegó tarde al aeropuerto (nosotros llegamos 15 minutos antes que ella), donde tuvo que registrar su equipaje.
Haciendo fila sola, en los lugares en los que sus amigos ya no podemos estar con ella:
Subiendo a la sala de espera:
Para algunos de nosotros el dolor era sencillamente insoportable:
Pero las horas se fueron rápidamente, viendo aviones partir y perros feos desfilar.
Posando con Erwin, frente a una publicidad de Tigo, por supuesto.Y nuestra última reunión de Aleros en mucho tiempo! :'(

¡Hasta luego Mafer! Esperamos que te vaya muy bien, y más vale que nadie nos reemplace en estos tres meses!

Hay una historia detrás de ella. Pero tengo que recuperar las horas de sueño que perdí desde entonces.

Todo es mucho más fácil cuando estoy sola, cuando las personas se alejan de mí y se vuelven un extraño y vago recuerdo.

Cuando existen me comparo con ellos.

He escuchado el concepto de que toda la humanidad es parte de un mismo ser y que por ende lo que le sucede a uno afecta de alguna forma a los demás; que el concepto de separación es un engaño creado por el ego. Puedo dar cátedra sobre esas enseñanzas pero al final del día me termino preguntando si estoy haciendo lo correcto con MI vida. Al son de hoy sigo trabajando en desprenderme de la idea que pude haber logrado más, viajado más si tan sólo hubiera tomado decisiones diferentes en el pasado. Me mortifico reviviendo escenarios con una madurez que no tenía en el momento, por lo que sólo me torturo porque quiero. Cuando veo a mi alrededor me pregunto cómo harán ciertas personas para conseguir fácilmente cualquier cosa que desean sin ningún esfuerzo. Cuando profundizo en sus historias me doy cuenta que tal vez sí tengan un precio que pagar por todo eso que yo añoro tener. Veo que así como yo he tenido facilidades y buena suerte en algunas cosas, otras sencillamente me crean conflicto. ¿No puede alguien sencillamente tenerlo todo?

Me pasa muy seguido en estos días que siento que nada de esto es de alguna importancia. Suena como a un inicio de depresión, pero si yo me termino convirtiendo en una criatura frustrada y fracasada no sería muy distinto de si logro aquello en lo que me he enfocado desde que tengo uso de razón. Sólo voy a ser otra historia más que mis antiguos compañeros de colegio o de universidad van a contar para sentirse mejor sobre sus vidas, o para torturarse ellos también. En todo caso yo no me voy a enterar y voy a seguir existiendo como si nada.

De múltiples fuentes han estado llegando a mi correo ofertas de maestrías en universidades locales. Me imagino por un momento cómo sería quedarme más tiempo aquí, ¿sería realmente tan grave? ¿Sería un desperdicio tan atroz para el Universo que yo no siga insistiendo con mis tercos y juveniles deseos de conocer el mundo y estudiar algo que me guste y que me siga adaptando a lo que haya en lugar de lo que sueñe y al tormentoso escenario de un país tercermundista donde se vive mejor con un alto grado de desensibilización? Dicen que no hay caminos correctos o incorrectos, que el Universo se adapta a nuestras decisiones. En unos cuantos años más yo sería otra maestra más con gran potencial en un lugar donde no lo puedo explotar a plenitud, inspirando a otra joven indecisa con mi tibia satisfacción de lo que resultó mi vida. No tendría nada de malo. Como tampoco lo tendría ser una desterrada voluntaria, amargada por no poder regresar a casa para no dar la imagen de fracaso pero incapaz de adaptarme totalmente a una nueva cultura, soñando con el paraíso perdido que detestaba cuando tenía que vivir en él pero que añoraría en cualquier plato de frijoles que logre conseguir adonde sea que me encuentre. No habría gran diferencia. Todo esto va a pasar, yo he de morir y nada de esto es realmente tan importante.

Por eso prefiero estar sola: no hay estándares, tampoco competencia. Estoy libre de juicios o de vergüenza.

Estaba en mi segundo año de la carrera, en la parte de visitas para la clase de Materiales de Construcción II. Esa era la única clase que llevaba los martes y jueves así que a menos que me confirmaran que teníamos una cita pendiente yo ni me aparecía por la universidad. Hasta que un día me perdí de ir a un aserradero porque todas mis compañeras salieron con la excusa de que nadie me había podido contactar porque yo no tenía celular. Casi las cuelgo, y en un ataque de furia me fui al mall a comprarme cualquier cosa que me ajustara con el dinero que me habían dado para mi cumpleaños. Así es como tuve mi primer celular.

El boom de los celulares fue tan súbito y tan generalizado que se me hacía algo tan snob andar con esos aparatos, aparte que todos me parecían feos. Para ser alguien que tiene que andarse moviendo a pie y en bus no puedo darme el lujo de andar algo que me duela extraviar, pero creo que llevé demasiado lejos ese concepto. Mi teléfono es (todavía es su último día, no puedo decirlo en pasado aún) un Sony Ericsson t237, un modesto bloquecito a colores, sin cable para la compu, ni hands-free ni nada, con un atisbo de conexión a internet que cuando todavía era un servicio gratuito me sirvió para bajarle los ringtones, que son mi mayor orgullo. Tengo varios archivos midi de canciones de Tori Amos y de Björk; de hecho, el ringtone que tengo es “Human behavior”, aunque nadie más que yo sea capaz de reconocerlo. Muchos años después de haberlo comprado se me ocurrió leer el manual y aprendí a configurarlo con la voz, así que cada vez que mi mamá, mi hermano o mis amigos llaman mi teléfono me lo anuncia, literalmente. Ha sido objeto de muchas burlas porque en la parte posterior tiene un diodo que evita las radiaciones dañinas. Los ingenieros de la construcción donde hice la práctica le apodaron “el patacón”. Pero a pesar de todo es resistente: en una ocasión cayó accidentalmente al suelo y salió disparada su pantalla: 3 gotas de super glue lo mantuvieron con vida. Estos últimos años había envejecido rápidamente, al grado que ya no podía soportar que lo cargaran con su aparato original. Me vi forzada a comprar un cargador de batería en un almacén en Los Dolores. Cada 2 días tenía que sacarle la batería y dejarlo cargando toda la noche. Mis conversaciones se volvieron todas lacónicas y concisas: aunque la barrita estuviera en verde a los 5 segundos sonaba la advertencia que ya no tenía energía; al colgar, la barrita volvía a su estado anterior. Los albañiles me decían que no anduviera mostrando el teléfono y que no lo pusiera en mis bolsillos que se iba a caer y me lo iban a robar. Les respondía que más iba a sufrir el pobre diablo que se quedara con él.

Hoy rompí ese ciclo de perpetuo masoquismo adquiriendo otro modelo. Creo que voy a extrañar la danza de estar pendiente de la carga, y tal vez me toque acostumbrarme a otros sonidos para avisarme que tengo que contestar, en fin, tal vez este sí lo conteste!



N.B.: este no era mi ringtone. No encontré la versión del midi que tengo xD
(Y no, el nuevo no es el sidekick edición DVF que vivo deseando.)
Después de mis habituales 2 a 3 horas frente a la compu –tenga o no tenga algo que hacer en ella-, me fui a acostar frente a la tele a ver las noticias, E! news. Pero como hoy es día feriado en los Estados Unidos había otro especial sobre Michael Jackson. Así que continué en la búsqueda de otro noticiero y encontré TMZ. Me acomodé en la cama y dejé que lentamente murieran las neuronas… de repente tuve de esos momentos en los que salí un poco de mi subjetividad y pensé: “¿En qué me he convertido?”, pero no engaño a nadie; yo siempre he sido así.
Comencé muy pequeña, cuando todavía miraba los canales y programas que miran mis papás. Como mi padre es el fan número 1 de Televisión Española Internacional, es natural que mi primer programa de espectáculos fuera “Corazón, corazón”. Este programa es hard-core, inclemente con los amateurs, pero mi inocencia e ingenuidad me permitían disfrutarlo sin ningún juicio. Una extraña mezcla de noticias cortas, mitad norteamericanas (pop stars), mitad europeas (gente de la realeza), narradas por Cristina García Ramos con música de moda que no tiene absolutamente ninguna relación con lo que se está transmitiendo en pantalla. Después de miles de años sigue al aire, pero tendré que verlo para ver si se mantiene igual
Siguiendo con la influencia paterna, continué con “Escenario” de CNN. Lo más intrigante de Ana María Montero es su pelo rizado, tan perfecto y eso que yo tengo preferencia por los cabellos más domesticados. Pero además de eso es súper simpática y creo que eso hizo que me enganchara por mucho tiempo. (En aquel tiempo “Ojo crítico” eran sólo 5 minutos que le daban a Juan Carlos Arciniegas, me alegré bastante cuando le dieron su media hora a él solo, pero allí lo dejé de ver por completo.) Esperaba con ansias los viernes porque daban la lista de las 10 canciones más populares en Estados Unidos según la revista Billboard, que yo me sabía de memoria porque en aquel tiempo Suprema FM pirateaba alguna radio gringa a partir de las 11 de la noche. (Lo sé porque no transmitían comerciales y daban canciones que jamás ponían en sus emisiones diurnas.) Lo único malo es que “Escenario” me obligaba a pasar al tanto de gente como Thalía y los charros mexicanos, así que me dirigí a otros rumbos.
Es increíble pensar que alguna vez yo detesté E! entertainment television. Mis papás se negaban a ponernos cable y mis únicas oportunidades de entrar en contacto con la televisión del mundo era en casa de mi abuela en Juticalpa. Cuando miraba ese canal me preguntaba qué persona sin oficio desperdiciaría su coeficiente intelectual con semejantes tonterías (lo que más rechaza la mente es lo que más anhela el espíritu!!). Pero un día en primer curso de secundaria, mi amiga Victoria me invitó a su casa. Estábamos muy grandes para jugar Barbies, muy pequeñas para hablar de novios: nos pusimos a ver televisión. Ella resultó ser gran fanática de “Fashion Emergency” y fue el principio del fin. Empecé a ver E! News cuando todavía estaba John Burke como presentador principal, Giuliana era sólo una reportera rubia y el escenario tenía un escritorio simulando un noticiero serio. Ahora todo es tan diferente; creo que lo más brillante que han hecho es agregar a Ryan Seacrest, el hombre más inteligente del show business actualmente.
Por un tiempo E! latino tuvo la horripilante idea de piratear el noticiero gringo con una versión venezolana –que pasaba las mismas noticias que el otro-, presentada por Daniela Kosán y John Paul Ospina. Estaba tan indignada que lo primero que hice después de ver la primera emisión fue escribirles que por favor le pidieran a Daniela que se pusiera ropa más recatada. Debí haber agregado que alguien debería a decirle a John Paul que no hay hombre en este planeta que se vea bien con las cejas depiladas. Abandoné por completo el canal e intenté otros programas. Uno de ellos fue “Showbiz tonight” de CNN for rednecks: Headline news. El formato del programa es algo distinto a lo que yo estaba acostumbrada. A partir de una noticia invitan a varios “expertos” para debatir los distintos puntos de vista de lo acontecido, pero toda la discusión deriva claramente en cierta dirección. Lo más descarado me parecía que después hacían una encuesta para conocer la opinión del público, como que si no le hubieran martillado qué es lo que tenía que pensar. Esos tipos hacen noticia de cualquier cosa: de videos de youtube sobre gatitos, hasta reportajes especiales sobre parejas de Hollywood que no se divorciaban. Y todo lo repiten miles de veces, es tan tedioso.
Y aquí es donde hago una advertencia. Hasta ahora los programas que he mencionado son pasables, entretenidos, inofensivos. Pero deben alejarse de TMZ. Incluso yo debería de dejar de verlo, pero no puedo. Es una mala droga, pero no de esas caras y sofisticadas; TMZ está hecho a base de los desperdicios de sustancias ilegales (Extra, The insider, etc). El programa consiste en Harvey Levin escuchando a sus empleados que le describen los videos que consiguieron los numerosos camarógrafos que tienen regados por el país. El 99% de las veces las tomas son de gente famosa y no tan famosa, saliendo de sus carros, viniendo del supermercado, caminando por la calle, haciendo absolutamente nada por lo que alguien debería de pagar su suscripción a la tele por cable. Los empleados en el estudio se vuelven tan reconocibles, o será sólo porque me disgusta el rubio pelo-demasiado-largo-para-su-propio-bien y que alguna vez compararon con Fabio. Pero, ¿si me disgusta, por qué lo sigo viendo? Porque las noticias de celebridades son esa adicción que no puedo dejar por más que lo intente. Podré leer mis dos horas diarias, de cualquier tema serio y relevante que quieran, pero antes de dormir me quiero sedar sabiendo que este es un mundo mejor porque se está filmando la segunda parte de “Sex and the City” y que tienen que redimir la horrorosa primera película que hicieron.
Además, si quiero recuperar la cordura puedo ver “The soup” los fines de semana.




Nadie puede decir que no lo intento pero tampoco se dan premios por intentarlo. He estado trabajando seriamente en estas semanas en crear espacio entre las circunstancias y mis estados de ánimo: he leído, he jugado, he estudiado, he tratado de convencerme que mi propósito es lo que tengo entre mis manos en este momento y nada más, pero tarde o temprano termino recayendo. Me nublo la mente con mantras y pensamientos positivos aunque muy en el fondo me carcome la rabia y la cólera ante todo lo que pasa y mi impotencia al respecto. La maldita crisis del país parece que me persigue: en WoW se nos terminó uniendo a la guild un melista radicado en Nueva York, cuando la razón principal de haber activado esa cuenta fue para dejar de ver noticias y por ende de pensar en eso. Hoy me despierto –sola en mi casa- y veo por mi ventana a una manada de melistas recorriendo mi colonia que me dejaron paranoiqueando con que al salir me iba a encontrar el portón lleno de estupideces con errores ortográficos. Ahora el centro de la ciudad está tan destrozado que me da asco aparecerme por allí y todos estos días que nos tocó ir al MIN a trabajar o los sábados del voluntariado quería ir con los ojos vendados para no ver las aberraciones que han hecho a los edificios. Eso sin contar que ahora la comunidad de “artistas” se ha puesto en contra de la institución que dirige el voluntariado porque ya no les permiten hacer bombas molotov en sus instalaciones. Y encima se están peleando con los promotores a quienes les deben haber participado en numerosas exhibiciones y concursos, muchos de ellos fuera del país.

Desde luego que para alguien que, como leí en alguna parte hoy, tiene toda la vida por delante, estos son panoramas sombríos. Tengo toda una lista de lugares a los que quiero enviar curriculums y aplicar para un trabajo, pero las negativas con las que me he encontrado en los principales lugares donde me hubiera gustado estar no me motivan a seguirlo intentando. Me distraigo repasando para exámenes que de todas maneras tengo que hacer, pero que si trabajara no me dolerían tanto. Y no sé si esto lo aligera o lo agrava, pero no soy la única en esta situación. De hecho, somos un pequeño grupo de recién egresados que arañamos las paredes por tener algo que hacer. Y hasta ahora estábamos en negociaciones y pláticas para ciertos proyectos, pero a buen entendedor pocas reuniones; no creo que algo salga de allí.

También, en estos días me he dado cuenta que yo he de ser muy especial o particularmente estúpida, no puedo decidir cuál de las dos todavía. Resulta que cada vez que con mis amigos activamos la cuenta de WoW entramos en un ciclo eterno de no poder hablar de nada fuera del juego, pero esta vez decidí atacar el problema de frente proponiendo un blog para que todos recopiláramos nuestras aventuras, nos desahogáramos y siguiéramos adelante con nuestras vidas. Para sorpresa de nadie, yo resulté la única entusiasta del proyecto. De hecho, en los últimos días me terminé convirtiendo en una tirana que se ofendía realmente por la indiferencia de la gente ante mi maravilloso proyecto. Si tienen tiempo para jugar, tienen tiempo para poner unas cuantas screenshots y decir “este soy yo”, ¿será realmente tan difícil? Pero no es la primera vez que fallo en semejantes iniciativas: el blog con mis amigos cercanos y el de Teoría Superior los preceden. Con el primero la idea era que todos permaneciéramos en contacto a través de las noticias, fotos y cualquier cosa que quisiéramos compartir ahora que nuestras vidas van tomando rumbos diferentes, y es seguro decir que ellos han tenido experiencias mucho más interesantes que yo y yo soy la única que se atreve a escribir de la nada que he hecho. Entiendo que no todos sean proclives a exponerse ante un montón de extraños, pero sólo tomarse 15 minutos y subir una mísera foto dista mucho de eso. Para el blog de Teoría yo tenía que andarle rogando a la gente que por favor me pasaran sus ensayos para publicarlos e igual, nunca los conseguía. En una gran ironía, un grupo de chavos de la facultad que comenzaron haciendo un mural con entrevistas y encuestas ahora tienen la “original” idea de hacer un blog cuando yo les pedí que apoyaran el de Teoría en su mural. Qué decepción: los blogs sólo funcionan como cuestiones personales, la gente es tan inútil y perezosa. Pero también se plantea la cuestión: ¿es mala una idea sólo porque no obtiene respuestas positivas? Porque si me guío todo el tiempo por las reacciones de los demás para evaluar lo que hago es mejor no intentar nada en lo absoluto. Pero, ¿cuál entonces es mi recompensa? ¿La satisfacción personal, intrínseca e independiente de las circunstancias? Debí haberme quedado con mi blog individual entonces. “L’enfer c’est les autres”, desde luego.

Como la vida es una balanza otros aspectos están más estables: puedo estar tranquila en mi casa porque me llevo mejor con todo mundo. (Con toda franqueza no sé cómo soportaría todo esto si estuviera con mi forma de pensar y de actuar del año pasado.) Y sigo haciendo ejercicio, pero a casi nueve meses de ir al gimnasio me pregunto cuándo es que se comienza a sentir el buen humor producto de la actividad física. Todavía no ha hecho efecto: me siento enojada, frustrada y aburrida. Dicen que hay que fingir lo contrario hasta que se haga realidad pero eso lo dejo para los domingos en la tarde que es el único momento de la semana en que me toca ver a conocidos. Pero me felicito a mí misma por no tener esta crisis desde la perspectiva de “¿Por qué a mí?” y “Estoy condenada a pudrirme y desperdiciarme en este país”. Aunque viendo a todo el mundo a mi alrededor sigue siendo tentador caer en ese vicio. Bien por mí, he madurado un ápice.

Estoy tratando, realmente estoy tratando. ¿Por qué no hay ningún mérito en intentarlo?