Ya van varias personas –mujeres- esta semana que me dicen que soy muy valiente por andar en las calles y en el transporte público de esta ciudad yo sola. Siempre doy las mismas razones: voy a lugares cercanos, los taxis son muy caros, no le tengo miedo a nada, pero hoy terminé diciendo que es porque no tengo otro remedio. Y es verdad. Un día un tipo en un car wash me dijo algo como “Se va a quemar andando bajo el sol” y lo único que pude pensar es que si a mis papás no les importa por qué habría de preocuparse él. Nunca he sabido qué pensar con respecto a la decisión de mis papás de mantenernos a mi hermano y a mí a pie. Siempre creí que es que no tenían la posibilidad económica, pero algunas cosas recientes me han hecho pensar que si quisieran tal vez podrían. Por mucho tiempo creí que era mi comportamiento, mi mala actitud, o mi pobre desempeño como hija, porque no puede ser como estudiante (y que quede claro que no se pueden tener las dos cosas al mismo tiempo, no con mi temperamento), pero francamente hay personas que son aún más contestatarias que yo, son pésimos estudiantes y tienen la posibilidad de andar haciendo sus fechorías de manera motorizada, así que no es que no me lo merezca. Pero bueno, tal vez esa sea su manera de mantenernos humildes o de hacernos mendigar por jalón, aunque nos hagan sentir mal cuando lo conseguimos. En fin, a veces es liberador andar a pie cuando el tráfico permanece inmóvil por horas y horas, que en esta ciudad es todos los días, pero no soporto a los hombres que tiran piropos; estoy a un paso de un aneurisma por la cólera.

Hay un gordo idiota en la cuesta de mi casa que pasa en la mañana y en la tarde justo cuando salgo y llego a mi casa. El imbécil hasta se me acerca para hablarme. Realmente no entiendo cuál es su problema, ni el de todos los vigilantes, albañiles y vagos que creen que porque sisean como si uno fuera perro o dicen una estupidez que ni siquiera se han molestado en inventar –porque todos dicen la misma babosada siempre- uno se va a sentir halagado, o como si eso los convirtiera mágicamente en atractivos y me va a hacer caer rendida a sus pies. ¿Qué es lo que pretenden? Demostrar su increíble poder de macho? “Soy un hombre estúpido que te puedo decir lo que quiera porque vos no me podés agarrar a golpes si eso te molesta.” “Mi pedazo de carne colgante me da la capacidad de poder insultarte porque tuviste la mala suerte de pasar frente a mí.” Porque es un insulto: es ofensivo que un don nadie que no tiene absolutamente ningún mérito en su existencia se sienta con el derecho de dirigirme la palabra de esa manera. Y es aún peor la sensación de no poder decirle nada porque no se sabe si además de mal educado es un verdadero delincuente y si anda armado como en la noticia de la chava a la que le disparó un vigilante al que le respondió, o si va a ir a llamar a sus compinches bastardos para agarrarme a cuchillazos al día siguiente que yo le reclame que ninguna pendejada que se atreva a decirme me va a hacer pensar que vale la pena como hombre y que debería voltearlo a ver.

En esta ciudad el problema no es que la gente no respeta los reglamentos de construcción y quite las aceras de los peatones, o que cuando hay aceras se conviertan en parqueos, botaderos de basura o de materiales o estén en tan mal estado que sean intransitables. No es tan grave que hayan violado tanto la incipiente zonificación que supuestamente existe y que en zonas residenciales instalen edificios y comercios que atiborran espacios pequeños con millones de carros; o que el transporte público sea peligroso, incómodo y digno de un país con tan baja autoestima como es este. El problema es que no hay suficiente spray de pimienta para tanto imbécil que camina por las calles y que la gente crea que no es gran cosa decirle algo a las mujeres cuando saben que se aguantan porque no tienen otra opción, no porque les guste particularmente. Detesto a esos hombres.
Los primeros días no son tan traumáticos cuando no es tu primera vez. No es que sea el mismo lugar, o las mismas personas, pero uno entiende mejor el proceso y el protocolo. Hay una mejor idea de cómo vestirse y no hay pila de tierra arcillosa y andamios recién armados que puedan provocar terror esta vez. Uno empieza a apreciar los detalles, como lo genial que se ve una oficina cuando está ordenada, con cada gaveta etiquetada y clasificada para cierto tipo de objetos exclusivamente. Y las personas: lo mejor son las personas que no viven constantemente quejándose de sus vidas miserables y contagiándote su mala vibra. A ellos en realidad les gusta estar allí y más vale porque son jornadas interminables, lo que significa que la práctica va a durar menos tiempo.

Por una vez que encuentro una oficina en la que sí me gustaría estar me toca pasar en la construcción, de la que tampoco me puedo quejar porque es el Santo Grial de los estudiantes de arquitectura: un edificio recién empezado para una estudiante recién egresada. Y como toda buena historia de acción ya tiene un villano. El vecino que se opone al proyecto y pone furgones en la calle para que no pasen las concreteras el día que supuestamente se iban a fundir las zapatas. Pero la fundición es hasta mañana; anótese una victoria para los buenos de la película. Aún así, es emocionante tener a la policía, a las grúas de Tránsito que no pudieron llevarse los furgones, a unas fiscales que parecían estar extraviadas entre tantos hombres, y a mí, con mi casquito azul y mis tennis Mtv porque me rehúso a comprar de esos burros anti estéticos que todo mundo utiliza en las construcciones.

Todo es distinto, nuevo, increíble y aún así hay cosas que no cambian. Como esa manía detestable de dormirme en los escritorios frente a los jefes después de almorzar. Pero voy a mejorar; me voy a terminar de aprender los nombres de todos los ingenieros y los maestros de obra (son miles!), y voy a encontrar un balance entre vivir y trabajar.

Viendo hacia atrás es que comprendo las enseñanzas que quedaron de mi pésima previa experiencia laboral. En esos momentos quería que me atropellara una compactadora, pero ahora entiendo que probablemente no valoraría estos momentos si no hubiera sufrido tanto antes. Tal vez sea ese otro patrón, tener un primer intento fallido por completo y luego renacer de las cenizas, pero muy lejos de allí y de esa(s) persona(s).
Tal vez sea algo patológico tener novio, o mejor dicho, no poder no tenerlo. Cuando veo mi vida en retrospectiva hay una tan sola brecha de aproximadamente un año en el que no estuve comprometida, porque antes de la invención de los novios tenía mejores amigas, que a pesar de la falta de la interacción física, cumplían con todas las otras características de una relación exclusiva, aislante y especial con respecto a las demás. Me relaciono en grupos: actualmente tengo uno designado, pero cuando estamos juntos hay un límite; se expande aún más si trato por separado a cada uno de ellos, pero con un novio desaparece esa barrera.

No es que me convierta en una persona distinta según con quién esté, es que me veo obligada a diluir ciertos comportamientos por preservar la paz y tranquilidad. Por ejemplo, no puedo utilizar la misma honestidad para un novio que para un muy buen amigo. Con ambas personas trato de ser educada y diplomática a la hora de decir las cosas, pero un amigo no va a sentirse muy agradecido cuando le diga insistentemente que no estoy de acuerdo con la forma en que maneja la situación; me voy a ver obligada a dejarlo ser y hacer lo que quiera porque es un amigo. Tengo permiso de ser más irritante si soy una novia.

Hay una cantidad restringida de preguntas en amistades: con novios o potenciales novios los interrogatorios (mi especialidad) son signo de interés, de ansias de conocerlo y de escudriñarlo, lo que es perfectamente normal y hasta deseable. Los amigos corren el riesgo de pensar que es interés, pero mezclado con impulsos de juzgar y etiquetar. Los silencios incómodos se pueden compensar con besos, abrazos o suspiros, son todo menos incómodos, pero con amigos son raros y excusas para hablar del clima.

Las rutinas: anheladas con uno, detestables con varios.

Si es cierto que la gente tiene patrones, el mío es buscar a alguien con más carisma que yo para que pueda amortiguar mi trato con las demás personas. Es como la silla que aleja a los leones. Tengo la extraña costumbre de estar en plena conversación y por momentos quedarme absorta en cualquier cosa que pase por mi cabeza en un momento, para luego regresar al mundo real. La gente no interpreta bien esas reacciones, sienten que uno ha perdido el interés por lo que estaban diciendo y lo toman personal. Bueno, el novio aparece al rescate en esos instantes. Es además la lima que arregla asperezas con la gente con la que no me entiendo bien. Hace los pedidos y los reclamos en los restaurantes. Es el que tiene los pies sobre la tierra: después de todo sabe cocinar, yo continúo con mi rechazo feminista a aprender y encuentro más digno morirme del hambre.

Todos estos días han pasado tantas cosas que siento que no han tenido su proceso completo y satisfactorio porque no las he podido platicar y digerir adecuadamente con otra persona. Es una gran bola de energía estancada, qué desperdicio. Y sé que mi situación es crónica, a falta de un amigo en mi infancia me lo inventé, pregúntenle a mi madre. Así que me importa un rábano mi independencia o mi identidad como ente autónomo, que alguien me regrese a mi novio por favor.
La gente siempre trata de atribuirle personalidades a las ciudades, especialmente a las grandes, icónicas y publicitadas, pero probablemente nuestro pequeño pueblo aspirante a ciudad sí tenga una forma de ser propia, que se nos termina colando en los poros a aquellos que habitamos en ella. Sin embargo, yo no puedo hablar de toda la ciudad. Por muy snob que suene, mi radio de influencia, y tengo que aceptarlo de conocimiento también, se reduce a las zonas aledañas al Boulevard Suyapa, haciéndole un offset de unos cuantos metros que abarque el Boulevard Morazán, que incluya una parte del Centro, sectores seleccionados de Comayagüela y por supuesto mi ruta al colegio, con algunas partes del Boulevard de Plaza que debería saber cómo se llama, pero no recuerdo en este momento. Esto significa que mientras haya un bus que pase por estas zonas, mi vida está en orden y sé cómo regresar a la casa. Hago hincapié: un bus, no un taxi colectivo, mucho menos un taxi directo. Cuando pienso en estos últimos me pongo automáticamente a calcular en lo que gastaría en un viaje; en dos si es que tengo que ir y regresar; en 10 si tengo que ir de lunes a viernes, y en 40 si tengo que ir todo un mes. Y eso esperando que no tenga que ir los sábados a dicho lugar. Soy feliz en un bus; en mi cabeza es lo más cercano que tenemos a un metro. Siento hasta la libertad de hablar por celular en ellos, porque sinceramente, me apiado del que quiera robárselo, el dolor de cabeza que va a tener. De las primeras cosas que aprendí cuando me matriculé en la universidad y me tocaba andar sola por la ciudad fue a poner cara de que ya le había pagado al cobrador. Desde luego que siempre pago, pero la primera vez que me fui sola y el tipo me volvió a pedir dinero a pesar que ya se lo había dado le pregunté si es que acaso no recordaba que ya le había pagado (y me preguntaba por dentro si es que tenía que pagar por cada estación que recorría, pequeña ingenua yo…).

Pues hoy el ingeniero publicó la nota en internet de la última clase infernal que alguna vez tendré que cursar en esa universidad demoníaca. La tuve que ver en la página de registro porque ayer que supuestamente las daba por teléfono se rehusó a contestarle a todos mis compañeros. Y yo estaba a la mitad del Boulevard Morazán, caminando hacia Metromedia, cuando no soporté, me metí a un cyber café y salí como una egresada de Arquitectura. Pero me adelanto a mi historia.

El miércoles supuestamente era mi examen final y la entrega del proyecto. Se nos había dicho que el examen era ineludible, pero a la hora de la hora el proyecto fue nuestro examen, por misteriosas razones que nadie conoce. A pesar de que nuestro proyecto con Deysi estaba completo y muy bonito, eso no me aseguraba nada según la reputación del maestro que le atribuyen todas las personas que han cursado clases con él. Así que la espera que había comenzado desde diciembre del año pasado, que había arruinado las fiestas y me había amargado estas últimas semanas se seguía prolongando. Aún así me decidí a buscar dónde hacer la práctica, pero empecé mal. Con varios rechazos pero ofertas al otro lado de la ciudad. En un lugar inhóspito, lejano, lleno de tráfico y donde honestamente no sé ni dónde es, ni cómo llegar.

Se me vino el mundo encima. ¿Qué pasaría conmigo si el único lugar que me aceptaba para trabajar iba a ser a cuatro horas diarias de taxi de mi casa? Lo único que me sirvió de distracción mientras decidía qué hacer y esperaba la llamada fatídica del ingeniero fue irme a caminar con Moisés. Antes solíamos hacerlo muy seguido: irnos a buscar pollo frito por Plaza, o irnos al Mall sin ley, pero ahora se sentía como si apenas fuéramos unos jóvenes novatos. Buscando un libro de Español de quinto grado para su mamá nos fuimos a la Pedagógica; de allí nos enviaron a la Guaymuras de Santa Mónica antes de la Kennedy. Tampoco lo tenían y nos fuimos a Comayagüela. No me lo quiero imaginar al pobre Moisés aguantando mi humor nefasto: el ingeniero no contestaba el celular, y varios de mis compañeros me llamaban para preguntarme si sólo a ellos les pasaba lo mismo. Terminamos en el Centro, en la Catedral y luego caminando en la Peatonal. Me invitó a una crepa de un lugar todo elegante al que quería ir desde hace tiempo. Y regresé a la casa a rumiar mi desgracia porque una de mis compañeras finalmente habló con el maestro que le dijo que hasta hoy en la noche nos iba a dar las notas.

Hoy me levanté temprano porque a las 7 de la mañana íbamos a exponer nuestros proyectos de Diseño ante las autoridades de la Facultad de Ciencias Médicas. El primer grupo mostró su proyecto: los doctores empezaron a hacerles preguntas y observaciones. Pasa el segundo grupo; igual. Pasamos nosotras, y no sé si fue el cansancio de la gente que ya se quería ir, o que de verdad los nervios nos emocionaron, pero a la gente le gustó! Salimos muy contentas porque nos felicitaron, pero faltan otros tres grupos por exponer el otro jueves, así que todavía nos pueden desbancar el triunfo como sucedió en la entrega del proyecto en la facultad.

De allí nos fuimos a recorrer la ciudad con Moisés, a buscar trabajo, comida y distracción. Fue la asoleada y la caminada de nuestras vidas, o por lo menos de hace muchos años. De la universidad a la Florencia, de la Florencia a la universidad. De la universidad al inicio del boulevard Morazán, donde cuesta cuatro pesos el bus! Yo no tenía idea. A mitad del camino no soporté más: ya me habían avisado por teléfono que la nota estaba en algún lugar del espacio, y el celular de Moi no quería mostrarla, así que pagué exactamente un lempira por el minuto que estuve en el cyber. El lempira mejor invertido de mi vida.

La ciudad es diferente cuando ya no estás sometida a los caprichos de maestros, a las entregas y a las desveladas. La comida china sabe mejor, la falta de aceras no es un problema tan grave, y el tráfico es una buena oportunidad para cruzar la calle. Esta es una ciudad amigable, a pesar que hay que andar con cara de que lo sabes todo para que no seas presa fácil de los asaltos, y aunque no sea recomendable recorrerla en carro por el congestionamiento, en taxi por el precio, o en bus por el reguetón. Las distancias son cortas, especialmente si andas con un amigo que te acompaña y se asolea con vos. Terminamos en café Paradiso porque nunca supimos en qué bus subirnos para ir de Los Próceres a la universidad. Y ya que estábamos en el Centro pensábamos descubrir de una vez por todas el punto de buses de la Isla, pero había una huelga que tenía a varios policías desviando el tráfico. Rodeamos el puente Mallol para regresar cerca de la Isla y de allí volver a casa.

Adoro Tegucigalpa: es la ciudad donde crecí, estudié, egresé de Arquitectura y pronto haré mi práctica. No me imagino vivir en otro lugar de Honduras. Tal vez en La Ceiba. O en Islas de La Bahía. O en Copán…
Moisés y yo caminando por la calle:
Tori Amos dijo una vez que ella podría haber tapizado un cuarto con las cartas de rechazo de todas las disqueras donde alguna vez intentó que le hicieran un contrato disquero. Llegó al punto en que se disfrazó de rockera peluda à la Pat Benatar, vendiendo su alma completamente, y allí sí se lo dieron. Hoy yo puedo empezar a tapizar una de las cuatro paredes. Y apenas hoy empecé.

Quiero tener fe, quiero creer que he aprendido de mis errores y que ha habido evolución en los últimos meses al punto de no repetir errores del pasado, pero con cada paso que doy parece que nuevas formas de equivocarme en las cosas mágicamente reptan de las entrañas de la tierra. Quisiera no ser tan estricta conmigo misma, darme permiso de equivocarme, de aprender a golpes, de no adjudicarme los peores adjetivos porque las cosas no salen a mi gusto, a tiempo, o en las cercanías de mi vida natural.

Toda esta semana que estuve escudriñando en mis memorabilias quedé asustada de lo diferente que era hace tan pocos años. Tan diferente, pero al mismo tiempo pareciera que no he perdido mi columna vertebral: tal vez se ha encorvado bastante o tal vez sea muy pronto para dictaminar resultados. Al mismo tiempo me ayudó a comprender y alcancé un nivel satisfactorio de aceptación. Las cosas son como deben ser y todo está en su lugar. Sin embargo, llegué al punto en que me saturé demasiado de ese ejercicio narcisista; una vez que el libro se acabó, perdió sentido el experimento también. Es tiempo de seguir adelante y de ver qué nuevas cosas aparecen. Sólo que esto es demasiada incertidumbre, más de aquella a la que generalmente estoy acostumbrada. Cuando le agrego el componente en el que me tengo que acostumbrar a ella yo sola, se vuelve más complicado aún.

A estas alturas, no puedo evitar pensar que la unidad está sobrevalorada. Mis planes, mis sueños, mis angustias, todo me parece tan ridículo, ahora pienso en términos de “nosotros”, lo que vamos a hacer después, lo que tenemos que arreglar juntos, lo que tenemos que platicar para que pueda finalmente dejar de obsesionarme al respecto. Todo mundo me dice que estoy muy joven, que es muy difícil, que no me haga ilusiones, pero eso me hace sentir lástima por ellos, cínicos y decepcionados. Yo digo que vale la pena intentar y que hay personas que lo han logrado porque lo han querido y han buscado una manera para que funcione. Yo sé que doy esa impresión, pero no es la realidad: no estoy maldita, ninguna nube me persigue, algo bueno tiene que salir alguna vez.

Así que voy a seguir probando, aunque de verdad pueda pavimentar el boulevard Suyapa con la gente que me dijo que no, pero aparezca una que diga que sí y sea perfecta.

El blog celebra la toma de posesión de Barack Obama, sin dejar de excavar en los vestigios del pasado, como hemos estado haciendo en esta última semana.

Encontré un test basado en el nuevo libro de la antropóloga Helen Fisher, que trata de explicar el tipo de personalidad que tenemos y que buscamos en nuestra pareja. Mi tipo principal de personalidad es Negociadora y la secundaria es Exploradora.
Según la página:
Negotiator primary traits:
Sees the big picture
Imaginative
Intuitive
Verbal skills
Empathetic
Trusting
Introspective

Explorer secondary traits:Novelty seeking
Impulsive and spontaneous
Curious
Creative
Flexible
Open-minded
Energetic
About your personality type:
You see the big picture. You easily take the broad, long view of almost any topic. You are comfortable juggling myriad facts. You tend to synthesize material easily and think in webs of factors, not straight lines. You are imaginative and enjoy ideas.You are also socially savvy. You are good at both talking and listening. And you generally read people's faces, body postures and tone of voice accurately, so you often intuitively understand what people want and need.You are also highly compassionate. You care deeply about others. So you are inclined to make personal sacrifices to be a supportive friend and colleague. And you are idealistic and altruistic; you like to work to improve the world.And you have an adventurous side; you enjoy new ideas and novel experiences and you want to share these with an enthusiastic partner. But you are particularly fond of people who are direct, decisive, focused and tough-minded, people who complement your more flexible, agreeable and affable style.
In love and relationships:
As a Negotiator, you seek a spiritual, life long connection to a "true love". But you don't want someone who is emotionally dependent. You admire people who need a good deal of autonomy. Marriage is important to you; but the social pledge of matrimony is far less sacred than the personal commitment you privately make to your beloved. You avoid conflict and strive for harmony in your primary relationship. So you express your love regularly-with hugs, thoughtful presents, romantic weekends or by creating other special times together. And you want a mate who is daring, playful and adventurous, yet one who will balance you-someone who is calm, decisive, strong-willed, focused and supportive of your enthusiastic, caring and imaginative spirit.
Relating to others:
You dislike conflict. You seek "win-win" solutions. You are good at sharing power and ideas. And you are a master at the art of intimacy-building deep and exciting relationships with others. Nevertheless, you often enjoy solitude or intense interactions with just one individual or a few close friends. And you particularly enjoy people who like to play with abstract theories and ideas, provide insights, search for symbolic meanings in life and relationships and have a broad interest in the world.
Things to be aware of:
- Because you can see so many angles to an issue or decision, you can be indecisive.
- Your need to please can turn to placating and your trusting nature can make you gullible.
- When you feel betrayed you can be unforgiving and hold a grudge too long.
Spark factor:
You tend to naturally gravitate to DIRECTOR/explorers.

Famous negotiators:
Oprah Winfrey, Katie Holmes, Leo Tolstoy, Bill Clinton, Hillary Duff, Mohandas Gandhi, Charles Darwin.

Muy interesante.
Encontré este cuento en un cuaderno que data del 96 o 97. Sin ningún tipo de explicación sobre su origen, si fue alguna tarea o siquiera si es de mi autoría. Así que su existencia es igual de misteriosa que el relato del que trata.

« Dans ma vie j’ai vécu des choses très intéressantes, et très mystérieuses aussi. À mes 27 ans je me rappelle de tout. Quand je parle de mystères je ne fais pas allusion à des soucoupes volantes ou à des fantômes, rien à voir. Je parle de vrais mystères. Voici celui de ma famille.

On habitait dans une petite maison dans un quartier très peuplé, moi, ma sœur, mon frère, ma maman Marguerite et mon père Bernard. C’était une de ses familles traditionnelles où le père travaille et la mère reste à la maison soumise. Et ma maman était vraiment soumise : elle devait servir à mon papa en tout, suivre ses ordres, même si elles étaient idiotes, si non il se fâchait et partait de la maison pour quelques jours, ce qui signifiait ne rien avoir à manger ces jours là parce que l’argent l’apportait mon papa. Je me rappelle qu´un jour il n’y avait rien à dîner parce que mon père revenait de quelques jours de vacances de colère et il avait faim. Il s’est fâché à nouveau et parce que ma mère n’avait pas cuisiné ce jour là (parce que je répète, il n’y avait rien à cuisiner) mon père l’a obligé à mendier dans chaque maison du quartier quelque chose à manger. Ma mère, les larmes aux yeux, a dû obéir.

On était malheureux. Vraiment malheureux. Les plus malheureux du quartier, de la ville, du pays. Mes frères et moi on écoutait presque chaque nuit les discussions de nos parents, où chaque fois gagnait mon père et où chaque fois maman pleurait. Je suppose que les voisins s’en apercevaient parce que maman avait peur de sortir de la maison parce qu’elle disait que les voisins la regardaient d’un aire bizarre, mêlé de dégoût et de pitié. Et on était pauvres. La plupart de l’argent que gagnait mon père servait à son vice : l’alcool. Beaucoup de fois il arrivait ivre à la maison. Et c’est sur une de ces nuits que se situe mon histoire.

Il était onze heures de la nuit et mon père n’arrivait pas. Maman attendait nerveuse assise dans la table à manger à côté du dîner de son mari qui était couvert pour qu’il ne se refroidisse pas. Elle nous avait envoyé à dormir, mais personne ne dormait. On attendait. Finalement, vers onze heures quinze Bernard arriva ivre, naturellement, en criant des gros mots, insultant maman et en lançant tout ce qu’il trouvait. On écoutait le désastre. Maman commença à sangloter et mon père furieux la lança à terre d’un coup de poing. Maman cria et d’un coup, silence. Plus un bruit. Bernard est sorti, on écouta le coup de la porte en se fermant. Mes frères et moi on est sorti voir si maman était morte. Mais non, elle avait juste le visage rouge et pleurait. Au milieu des sanglots elle disait : « Jamais de la vie ! Jamais de la vie !! » Elle le disait avec un ton de tristesse et de rage. C’était la première fois que mon père tapait maman. Et c’était la dernière fois.

La maison était toute détruite cette nuit, et maman avait le visage rouge, mais le lendemain tout était en paix. Comme si rien n’était passé. La maison était en ordre, décorée, très jolie. Et maman était contente, très jolie aussi, habillée comme un de ces femmes qu’on voit à la télé prêtes à partir pour leur travail. Elle avait même un cartable. Elle prenait son déjeuner avec mes frères et avec un homme qu’ils appelaient « papa ». Mais ce n’était pas Bernard. Il était beau, bien habillé, tranquille, et en souriant il m’a dit : « Bonjour mon fils, t’as bien dormi hier ? Viens déjeuner. »

Je ne comprenais pas, « mon fils », il m’a appelé ? Est-ce qu’il est mon père ? C’était comme si Bernard n’aurait jamais existé. Et j’étais le seul. Je cherchais mais il n’y avait aucune possession de Bernard dans la maison. Mêmes ses photos n’étaient plus. Elles étaient remplacées par celles du monsieur. Je ne reconnais plus ma maison, ma maman, ma famille. Mais ils l’appelaient « papa » et maman était contente donc ça ne m’intéressait pas ce qui c’était passé.

Deux mois passèrent. Les plus joyeux de notre vie. Maman ne pleurait plus, elle travaillait, mon nouveau père était merveilleux et on avait de l’argent. On a même parti à la plage toute une semaine ! Un jour j’ai demandé sur Bernard mais tous me répondirent : « Qui est Bernard ? » Ils le faisaient exprès ou ils ne se rappelaient vraiment pas de lui ? Mystère…

Le hic est venu deux mois après. On était tous assis au salon et papa nous racontait des blagues. On riait tous quand la porte s’est ouverte laissant entrer un homme horrible, mal habillé, avec une barbe de beaucoup de mois et qui puait. Bernard. En nous voyant il cria : « Marguerite ! Qui diable est cet homme là ? Espèce de… je m’en vais quelques jours et tu as un autre déjà ? » Maman avait l’air dégoutée et confuse : « Mais qui êtes vous donc ? Sortez de ma maison ! Venir m’insulter comme ça !
- Ta maison ! Quelle ingratitude ! Je suis ton mari, Bernard !
- Mon mari c’est lui ! » cria maman. « Tu veux que je te le prouve ? »

Et il entra dans la chambre de mes parents et commença à fouiller, mes parents essayaient de le faire sortir en lui lançant des choses. Bernard ne trouva aucun de ses habits, ou de ses possessions, et quand il trouva le certificat de mariage il lit : Marguerite et Pierre Dupont. Ce n’était pas Marguerite et Bernard Rousseau. Ébahi il arrêta son ménage et mes parents le sortirent de la maison. Attirés par les cris plusieurs voisins étaient dehors et Bernard désespéré leur demanda : « Vous me reconnaissez, vous ? Je suis Bernard ! Le mari de Marguerite ! » Une femme est sortie de la foule et a crié : « C’est pas vrai ! Pierre est le mari de Marguerite !
- Qui êtes vous ? » demanda un monsieur indigné.
- « Pas possible ! Personne ne me reconnaît pas ?! Je suis Bernard !
- Oui, oui, oui, ça va… » a dit une femme qui retournait chez elle, suivie de tout le reste, et ont laissé seul le fou de Bernard qui s’apprêta à courir vers son travail, à la poste, et commença à crier :
« Voilà ! Je suis revenu ! Vous savez qu’est ce qui je suis ? Ah ! Voilà mon ami François, ça va ?
- Oui, mais, vous êtes qui ?
- François, je suis Bernard. Bernard Rousseau, ton ami depuis le CP ! Comment ça ce fait que tu ne me reconnaisses pas !?
- Le seul Bernard que je connais est mon chien Bernard. Vous, je ne vous connais pas. »
C’était la fin de Bernard. Il regarda même sa carte d’identité. Il n’y avait rien écrit dessus. Il n’existait plus, c’est comme s’il n’était jamais né.

Le lendemain on parla sur un cadavre apparu dans les côtes de la rivière de la ville, mais on parla d’une personne non identifiée qui à la morgue personne ne réclamait.

Je ne sais pas comment ça c’est passé, mais si on doit parler d’une vengeance je pense que ce n’est pas ma maman qui s’est vengée, c’est la vie qui s’est vengée à la place de maman. Mystère… »
Era el año 93 y mi mejor amiga Bertha estaba siendo cortejada por Elías. En esos tiempos los cortejos eran regalos, pero como ellos eran discretos y diplomáticos para disimular ante el público en general el naciente romance que se tenían, solían compartir con terceros esos regalos. Yo era la tercera allí y fue así como el día que Elías le regaló a Bertha una perrita, me dio una a mí también, la primera que tuve en mi vida. Le pusimos Bonnie.


Era una bolita negra, peluda y preciosa. Mis papás estaban preocupados porque decían que al ser mezcla de terrier y pekinés seguramente iba a tener un temperamento difícil o hasta agresivo, pero nunca dio malas señales. Con mi hermano estábamos pequeños y ella jugaba todo el tiempo con nosotros. No recuerdo exactamente qué hacía, pero sé que yo pasaba orgullosa de que ella pudiera jugar fútbol, béisbol, basketball, y escondite. Cuando mi papá llegaba del trabajo y nos llamaba, ella era la primera en correr desde el fondo del patio donde pasábamos toda la tarde en nuestras aventuras. En ese tiempo yo tenía un cochecito rosado de plástico, al que no le daba otro uso más que servir de escaparate para muñecas, pero cuando llegó Bonnie traté de subirla para que ella fuera mi pasajera. Lo detestaba: saltaba como loca y huía de mí. Intenté enseñarle trucos como saltar a través de un hula hoops, por si algún día le pasaba algo que la alejara de nosotros pudiera trabajar en un circo y así ganarse la vida, pero tampoco quiso aprender. Fue muy mala suerte porque el día del padre del 94 era un domingo en la mañana y mi papá nos invitó a desayunar a Burger King. Como sólo íbamos a pasar comprando la comida subimos a Bonnie a la paila del carro mientras nosotros nos quedamos en la cabina. Cuando regresamos a la casa Bonnie ya no estaba. Alguien se la había robado porque ella nunca hubiera saltado de allí; ya la habíamos llevado a Valle de Ángeles de esa manera y no le había pasado nada. Regresamos a buscarla, y cuando mi mamá regresó del turno del hospital a medio día fuimos con ella también. Lloramos tanto ese día imaginando lo que le habría pasado, con quién podría estar y si la estarían tratando bien. Estuve por muchos años en los que miraba a una perrita negra en la calle y me preguntaba si era ella.

Fue tanto el impacto de haberla perdido que mi primo nos regaló a uno de sus miles de chuchos pequeños, un peludo rechazado que le pusieron Bush. Era gris y blanco. Como ya estaba un poco grande venía con mañas de familia ajena y la verdad nunca logré quererlo. Todos los perros en cuanto ven que se abren los portones quieren escaparse y a veces lo logran pero se quedan enfrente, huelen y vuelven a entrar. Este delincuente se escapaba y se iba a dar paseos largos por su cuenta. La primera vez que lo hizo creímos que no iba a volver y no nos dio mucha lástima. Fue una sorpresa cuando unas horas después escuchamos algo que arañaba el portón y era él. Un día se fue a vagar y no volvió. Supongo que encontró una novia u otra familia lo adoptó. (Ahora que estoy grande me pregunto si no lo habrá aplastado un carro.) Supongo que Bush fue el perro que no pudimos querer porque seguíamos pensando en Bonnie todavía, algo así como un rebound-dog.

Unos años después nos compraron a Laika. Era una cachorrita nacida en la Paz, supuestamente en una finca del ex presidente Suazo Córdoba. A pesar de las malas referencias, Laika resultó ser la perrita perfecta. Ese mismo día compramos también a su hermana que iba a ser para mi abuela quien ya tenía un nombre para ella: Motika.

Laika era muy educada pero tenía un lado salvaje también. Cuando creció y no la dejamos entrar a la casa muy seguido agarró la costumbre que las pocas veces que se escabullía adentro se subía a las camas y escarbaba como loca, dando vueltas para al final acostarse sobre ellas. Cuando mis papás salían yo la metía y nos quedábamos juntas viendo tele, o bailando los videos que ponían en Mtv o los que yo tenía de Tori Amos.

Por Laika fue que conocí a uno de los miles de vecinos que tengo pero con los que nunca me llevé. Un día la saqué a pasear y justo en ese momento venía con una bicicleta uno de los muchachos del San Miguel que llegaban a la misma parada del bus que yo. Me preguntó si yo me llamaba Melissa o algo así, y si yo era la niña que le había mandado una carta a él y a su hermano muchos años atrás (historia vergonzosa para otro post). Lo más irónico fue que Laika después no quiso mucho a mi amigo porque él tenía miedo de los perros ya que lo habían mordido cuando estaba pequeño. Pero en general ella era muy amigable con la gente. Sabía dar la patita derecha cuando se la pedían, y yo fui la rebelde que le enseñó también a dar la izquierda. Era una fanática de las pelotas de plástico y con mi hermano nos poníamos uno en la parte alta de la casa y otro abajo y nos lanzábamos la pelota para que ella nos fuera a perseguir. Ella tampoco quiso ser entrenada para el circo, pero afortunadamente no lo ocupó: murió con nosotros debido a un paro cardíaco a los 8 años.

Para alegrarme un poco me regalaron otra cachorrita, Dylan, una mezcla de Pastor alemán y Husky siberiano. Pero sufrió el mismo síndrome que no permitió que me encariñara mucho con ella y se agravó porque era muy relajera y destructora: era capaz hasta de despegar los guardapolvos de la terraza. Así que la regalamos a una amiga de mi madre y al parecer está muy grande y sigue igual de terrible.

Estos días mi hermano anda haciendo el intento de que nos consigan otro perro. Si nos basamos en las experiencias pasadas ahora nos tocaría el animalito especial que sí vamos a querer mucho, así que probablemente este sea el momento perfecto.



En tercer curso o primero de bachillerato, no recuerdo, leímos en clase la versión de “Antígona” de Jean Anouilh. Polinices, el hermano de Antígona, murió disputando con su otro hermano Eteocles, el reino de su padre ya fallecido, Edipo. A pesar de que ambos son culpables, a la luz pública se tuvo que denominar a un traidor que sería castigado al no darle sepultura, y se señaló a Polinices. Sin embargo Antígona decide enterrarlo, sabiendo todas las consecuencias que la esperan.

En clase hicimos un juicio para Antígona, interpretada por Bertha. Por cuestiones del azar me tocó hacer de fiscal, aunque yo estaba encantada con el libro y con el personaje. Estaba completamente de acuerdo en lo que ella hizo, sabiendo que no era para darle una sepultura digna a su hermano, sino porque la vida en sí no vale la pena. Pero era mi trabajo acusarla y condenarla, y al final lo logré. La pobre...

« Mesdames et Monsieurs du Jury; M. le Président, on a écouté tout ce que les témoins on dit, cela nous a donné une vague idée de qui est Antigone, de qu’est ce qu’elle a fait. Mais maintenant c’est l’heure non pas de faire des suppositions superficielles sur l’accusée. C’est l’heure de démontrer la vraie identité d’Antigone.

Une jeune fille de 20 ans qu’une nuit disparaît et quand elle retourne chez elle commence à mentir à sa nourrice. Sa pauvre nourrice qui ne pense qu’à son bonheur. Sa pauvre nourrice qui se faisait des soucis pour elle, parce qu’Antigone a toujours été la petite rejetée de la famille. La petite qui a grandi en enviant sa sœur parce qu’Ismène a toujours été belle, sociable, tandis qu’elle se vengeait en la barbouillant de terre, lui mettant de vers, lui coupant les cheveux. Rejetée par ses frères, par tout le monde, elle se sentait petite, insignifiante.

Comment se faire remarquer ? Comment avoir l’attention de tout le monde, au moins une fois dans la vie ? En commettant un crime bien sûr ! En désobéissant l’autorité, son oncle, ce pauvre monsieur qui s’est chargé d’elle et de sa sœur quand ses parents et ses frères étaient morts. Voilà une manière de lui remercier. Antigone voulait en fin se faire remarquer, « assez avec Ismène, voilà mon tour ». Elle voulait se faire la courageuse.

Donc, elle a bien planifié un crime : sa possibilité de devenir fameuse, en mettant de côté les sentiments de gens qui l’aiment. Elle est capable de mentir à sa nourrice, de mentir à son fiancé. Parce que voilà l’amour qu’elle nous jure qu’elle a, un amour qu’elle peut mettre en deuxième plan si ses buts en ont besoin.

Donc, elle part une nuit pour enterrer Polynice. Polynice, le frère qui l’a toujours méprisée. Qui ne l’a jamais pris en compte. Croyez vous qu’elle est capable de défendre l’honneur de quelqu’un comme lui ? Non. Polynice n’était qu’une excuse pour devenir la rebelle, la rebelle qui n’a pas peur de l’autorité ! Quelqu’un à qui admirer !

Elle savait très bien que comme princesse, Créon aurait du mal à la condamner. Comme princesse elle peut profiter pour mépriser les gardes, pour les compromettre aussi. Parce qu’elle est corrompue, elle leur donne des bagues qui pourraient les condamner à mort, seulement pour écrire une lettre.

La loi et la justice sont avant TOUT et son faites pour tout le monde, pour les gardes et le roi, pour les voyous et les princesses. Si on commence à excuser tous les criminels du monde avec des sentimentalismes, même l’assassin le plus inhumain du monde serait innocent. Les lois n’ont pas le temps de gaspiller des heures en analysant si une rébellion d’adolescence peut se justifier. Bien sûr que non !! Que peut-on attendre d’une adulte que dans son adolescence a appris à ne pas obéir les lois ? Une délinquante ! Aujourd’hui elle enterre son frère, demain elle va voler, après demain elle pourrait tuer quelqu’un ! Et laisser libre cette criminelle avec potentiel ? Vous feriez une erreur très grave Mrs. du Jury. Parce que cette fille est têtue, si elle veut quelque chose elle n’arrêtera pas jusqu’à l’obtenir. Son oncle lui donne une chance de se repentir, de se sauver, de ne pas blesser les gens qui l’aiment ; de ne pas faire de souci à son amoureux. Mais elle ne veut pas ! La pauvre victime que nous présentera la défense est une manipulatrice. Il ne faut pas un psychologue pour nous démontrer la culpabilité de quelqu’un qui est suffisamment âgé pour répondre de ses actes.

Créon ne fait que veiller sur son peuple, un peuple qui a assez souffert avec ce qui est arrivé avec Œdipe. Ce qui est arrivé à son père l’a perturbée. Et cette perturbation est dangereuse pour les citoyens de Thèbes. Créon ne peut pas risquer une population aux délires d’une petite fille. Elle n’est pas folle. Elle veut se venger contre la vie.

Nous, avocats généraux, avons pour tâche de réclamer l’application de la loi et de veiller aux intérêts généraux de la société. À notre société ne lui convient pas de laisser en liberté une criminelle. Antigone est une criminelle. Elle a désobéit une loi dont elle savait la punition. Et aucune excuse et aucune repentance peuvent changer cela.

Nous demandons prison pour la vie pour Antigone. Je suis sûre que la raison et la justice régnera et on ne risquera pas notre vie avec cette délinquante en liberté. »
Moisés fue muy amable en proveer la traducción:

«Una joven de 20 años que una noche desaparece y cuando regresa a casa, comienza a mentirle a su nodriza. Su pobre nodriza que no piensa más que en su dicha. Su pobre nodriza que se preocupa por ella, porque Antígona siempre ha sido la pequeña rechazada de la familia. La pequeña que creció envidiando a su hermana porque Ismena siempre ha sido bella, sociable, mientras que ella se vengaba embadurnándola de tierra, metiéndole gusanos, cortándole los cabellos. Rechazada por sus hermanos, por todo el mundo, ella se sentía pequeña, insignificante.
¿Cómo hacerse resaltar? ¿Cómo obtener la atención de todo el mundo, por lo menos una vez en la vida? ¡Cometiendo un crimen por supuesto! Desobedeciendo a la autoridad, a su tío, ese pobre hombre que se ocupó de ella y de su hermana cuando sus padres y sus hermanos murieron. He aquí una manera de agradecerle. Antígona quería al fin hacerse resaltar. Ella quería hacerse la valiente.

Entonces, ella planificó bien un crimen: su oportunidad de volverse famosa, poniendo de lado los sentimientos de las personas que la amaban. Ella es capaz de mentirle a su nodriza, de mentirle a su prometido. Porque he aquí el amor que nos jura que tiene, un amor que ella puede dejar en un segundo plano si sus fines así lo requieren.

Entonces, ella sale una noche para enterrar a Polinices. Polinices, el hermano que siempre la odió. Que nunca la tomó en cuenta. ¿Creen ustedes que ella fue capaz de defender el honor de alguien como él? No. ¡Polinices no era más que una excusa para volverse una rebelde, la rebelde que no le tiene miedo a la autoridad! ¡Alguien a quien admirar!

Ella sabía muy bien como princesa, a Creón le hubiera resultado difícil condenarla. Como princesa ella puede aprovecharse para despreciar a los guardias, para comprometerlos también. Porque ella los corrompió, ella les dio anillos que podrían condenarlos a muerte, solamente para escribir una carta.

La ley y la justicia van antes que todo y son hechas para todo el mundo, para los guardias y el rey, para los pillos y las princesas. Si comenzamos a excusar a todos los criminales del mundo con sentimentalismos, aún el asesino más inhumano del mundo seria inocente. Las leyes no tienen el tiempo para desperdiciar algunas horas analizando si una rebeldía adolescente puede justificarse. ¡¡Claro que no!! ¿Qué puede esperar uno de una adulta que en su adolescencia no pudo aprender a no desobedecer las leyes? ¡Una delincuente! ¡Hoy ella entierra a su hermano, mañana ella va a robar, pasado mañana ella podría matar a alguien! ¿Y dejar libre a esta criminal con potencial? Ustedes cometerían un error muy grave Señores del Jurado. Porque esta muchacha es testaruda, si ella quiere algo no se detendrá hasta conseguirlo. Su tío le da una oportunidad de arrepentirse, de salvarse, de no lastimar a los que la aman; de no preocupar a su prometido ¡Pero ella no quiere! La pobre víctima que nos presentará la defensa es una manipuladora. No hay que ser psicólogo para demostrarnos la culpabilidad de alguien que está lo suficientemente para responder por sus actos.

Creón no hace más que velar por su pueblo, un pueblo que ya ha sufrido demasiado con lo que le sucedió a Edipo.Lo que le sucedió a su padre la ha perturbado. Y esta perturbación es peligrosa para los ciudadanos de Tebas. Creón no puede arriesgar a una población ante los delirios de una pequeña niña. Ella no está loca. Ella quiere vengarse de la vida.

Nosotros, abogados generosos, tenemos como tarea reclamar la aplicación de la ley y de velar por los mejores intereses generales de la sociedad. A nuestra sociedad no le conviene dejar en libertad a una criminal. Antígona es una criminal. Ella desobedeció una ley de la cual ella sabía el castigo. Y ninguna excusa ni ningún arrepentimiento pueden cambiar esto.

Nosotros exigimos cadena perpetua. Estoy segura que tengo la razón y la justicia reinará y no arriesgaremos nuestra vida con esta delincuente en libertad.»
Conversación escrita, e ilícita porque obviamente fue realizada en horario de clases, entre una amiga que no logro descifrar quién es, y yo.

Amiga: Entonces hay que ponernos de acuerdo para lo del planeta Sipango!
Con anticipación!
Quiénes irían?
Nombres:

Marcela:
- n
- o
- s
- e

A: No tenemos que ser muy nombrosas porque sino no vamos a poder casi nada! Creo que 4 o 5 son suficientes! Qué crees? Cuándo podés?

Cambiando de tema conocí a un chavo por internet (mirc) y hasta me dio su e-mail!

M: oh oh oh! Y cómo se llama? Cuántos años tiene? No tiene un amigo? (n’ombre son pajas)

A: Se llama Daniel Kaffati, está en Aldebarán, tiene (es joven) 14 y es buena gente.

M: Y sólo x internet has hablado con él?

A: Si, por ahora, pero no sé si escribirle!!!!
Piensa que me llamo Raquel!
Ha sido una coincidencia muy extraña leer “La misteriosa llama de la Reina Loana” en esta etapa de transición. El libro trata sobre un hombre de más de 60 años que pierde su memoria autobiográfica, por lo que su vida entera es un misterio y lo único que recuerda son un montón de citas desordenadas de varios libros. Lo envían a la casa de campo que perteneció a sus abuelos -donde pasó su infancia-, para que descanse, pero ya allí descubre el arsenal de libros, cómics, revistas y discos que moldearon su vida. Y comienza a repasarlos para intentar reconstruir su memoria.


Pues no he podido resistirme a la tentación de imitarlo. Desde muy pequeña conservo miles de recuerdos de distintos eventos especiales, cartas que me han enviado, tarjetas, peluches, entre otros, anticipando momentos de nostalgia en la adultez. Sin embargo de la escuela y del colegio sólo conservo los cuadernos de segundo de bachillerato, y ayer que me puse a escarbar entre todos los apuntes, los miles de exámenes y los detestables mapas de historia y de geografía, encontré algunos escritos demasiado divertidos para dejarlos pudrirse en la bodega. Así que estos días los voy a estar transcribiendo, y en cuanto consiga un escáner voy a subir fotos de todas las cursilerías que he guardado a lo largo de 23 años.

Voy a comenzar con un texto que hice para la clase de Español, en enero del 2002. El trabajo consistía en recopilar un álbum sobre leyendas, mitos y fábulas (ilustrados por uno mismo) y al final escribir uno de nuestra autoría. Mi álbum tiene la leyenda de Clara Curátipi; “El Nagual”; una fábula de Luis Andrés Zúñiga llamada “El ratón usurero”, “La rana y el buey” de Esopo y “La rana que quería ser una rana auténtica” de Augusto Monterroso. La sección de mitos contenía una recopilación de mitos celtas que actualmente no tengo idea de dónde saqué y culmina con mi escrito original:

“La verdad es que no importa cuántas hipótesis traten de explicar por qué ha sido América un continente tan poco afortunado a través de la historia, ninguna está en lo correcto, porque la ciencia nunca va a poder explicar exactamente lo que pasó el día que las Diosas Madres crearon el planeta Tierra. Fue hace millones de años atrás. La Tierra entera no estaba poblada por seres humanos y todo el paisaje estaba cubierto de vegetación y fauna salvaje. Sólo existían las Diosas Madres que creaban todo lo que hoy conocemos como nuestro planeta, pero como ya lo sabemos bien, unas se habrían de esmerar más que otras. La familia de las Diosas Madres se componía de seis hermanas: Mada, Krisna, Gatja, Clezia, Lizia y Armisa. Las seis muy hermosas e inteligentes, pero desgraciadamente muy envidiosas también. Cada una de ellas se encargó de crear un continente del cual se ocuparía por el resto de la eternidad. Krisna creó África, Gatja se ocupó de Asia, Clezia edificó Oceanía, Lizia, Antártida, Armisa creó Europa y por último Mada, la más lista de todas, ocupó dos hemisferios para crear América. Mada se esforzó mucho en su trabajo: recorrió todo el continente escondiendo en las entrañas de la tierra joyas mágicas que se multiplicarían con el tiempo, creando diferentes tribus cada una con diferentes habilidades y poderes y llenando cada rincón con plantas maravillosas y animales fantásticos. Las otras cinco hermanas, en especial Armisa, no soportaron sus celos cuando vieron el excelente trabajo que había hecho su hermana y decidieron tratar de acabar con su continente para así destruirla. Mada ya había presentido las malas intenciones de sus hermanas, pero sólo tuvo tiempo de crear hadas protectoras que mantendrían a salvo por un tiempo su territorio asignado. América resistió por muchos milenios los ataques de las Diosas envidiosas, pero con el tiempo los poderes de Mada se debilitaron, puesto que necesitaba del resto de sus hermanas para hacer un ritual que le devolvía sus energías. Mada, como toda valerosa guerrera, luchó hasta el final en el ataque que condenaría el destino de nuestro continente hasta el fin de sus días: muchos marinos que acompañaron a Colón, a su regreso a Europa, relataron el terror que sintieron con las feroces tormentas que casi impiden que América fuese descubierta, pero Mada no pudo resistir más y Armisa se encargaría de que los europeos, sus súbditos, destruyeran y esclavizaran el tesoro que su hermana había creado milenios atrás. Por suerte, en algunas lugares quedaron algunas hadas que protegieron algunos sitios que hoy atesoramos como los testimonios del pasado.”
Todo aquel que invierte (¿?) su tiempo viendo VH1 sabe a estas alturas que el creador del Facebook, un muchachito apenas unos años mayor que yo, graduado de Harvard, es uno de los hombres más ricos del mundo. ¿Cómo es posible, me preguntaba yo, si uno se inscribe a la página de manera gratuita? Cómo es posible, me preguntaba yo, y entré por milésima vez en el día a revisar si había algo nuevo desde la última vez que lo hice, hace 2 horas.

Facebook es probablemente lo más efectivo que he encontrado para sentirme mal por mí misma desde la reality tv. Mientras que los programas de “realidad” me mortifican porque gente de mi edad o mucho menor consigue mucho dinero, fama y oportunidades increíbles sólo por dejarse grabar en su magnífica trivialidad, todavía me queda el consuelo que son personas de otro país, muy lejanas, con las que no tengo absolutamente ninguna relación. Pero cuando veo que gente que conozco, peor aún, gente por la que no daba un centavo cuando estaba creciendo, conociendo lugares geniales y teniendo experiencias impresionantes, no puedo evitar preguntarme qué fue lo que yo hice mal.

Soy una pésima usuaria: mientras mis amigos cambian a cada segundo su estado, “Estoy en París!” “De compras en Roma” “Vacations in London!!!!”, yo me siento emocionada cuando voy al Mall o a las Cascadas, y lo más cercano que he estado al extranjero en los últimos años ha sido el viaje a Tatumbla hace 3 semanas; ni siquiera Valle de Ángeles recuerdo ya. Las únicas fotos de lugares impresionantes que podría mostrar serían de Undercity, o de los paisajes de Ruby Dragonshire y no creo que nadie capte la ironía en esto. Además que mis updates no conmocionarían a nadie. ¿Qué hago en este momento? Trabajo en Obras. ¿Qué me espera para mañana? Estudiar Obras. ¿Qué es lo mejor que me podría pasar en el futuro? Pasar Obras para ver si algún día yo también me voy de este país y poder lucirme frente a todos que tuve la oportunidad de viajar. Es como estar en una reunión de ex alumnos que nunca va a terminar, es detestable y no sé por qué me castigo de esa manera. A todo esto, no entiendo la diferencia entre ser amiga en el Facebook con alguien y ser su amigo en la vida real, porque hay personas que me encuentro en la calle que me tienen como contacto pero que no me dirigen la palabra. Tal vez me agregaron por las mismas sombrías razones por las que yo me dedico a agregar a cualquier individuo al que le reconozco el nombre: por el morbo de observar desde mi guarida lo que hacen los demás. Pero yo me he ganado mi morbo, tengo que compensar la falta de emoción de mis actividades, los amigos reales –que son contados- con los que sí me relaciono, y la eterna monotonía de los días anteriores que seguramente se parecerán a los que han de venir. Ni siquiera las fotos que publico son tan diferentes entre sí: los únicos eventos especiales que juzgo merecedores de un recuerdo en la vejez son las cenas con mis amigos, y todas ellas son en el mismo lugar, con la misma gente, haciendo las mismas poses mientras preparamos la misma comida de la ocasión anterior (Bessy no creas que me olvido, tengo que recopilarte las recetas). Y de todas formas detesto fotografiarme. En cuanto imagino que voy a salir en internet mi boca empieza a expandirse, un ojo se me cierra horrendamente en comparación al otro y mi nariz empieza a querer alcanzar la cámara. Es traumático y siempre se nota lo incómoda que estoy. Por eso mi foto de perfil es una caricatura de manga que hice en una página hace algún tiempo.

Es una adicción espantosa, mezquina y soy una mala persona por lo que hago. De verdad que lo quiero dejar, prometo algún día dejarlo. Regresar a los tiempos en los que la magia de la casualidad volvía un encuentro inesperado algo que realmente me emocionaba, escribir correos y no notas en un Wall preguntando qué te has hecho, deseando feliz cumpleaños o feliz navidad. Dejar de reírme por las personas que envejecen horriblemente y que se dan demasiado crédito tomándose tantas fotos. De verdad, de verdad que lo voy a dejar, pero no estos días en los que paso encerrada en mi cuarto por estar en el limbo de no ser una estudiante y no ser tampoco un miembro del mundo del trabajo. ¿Qué hago en este momento? Me corto las venas de los ánimos y me desangro la motivación.
El siguiente artículo trata sobre personas con discapacidad o con ciertas enfermedades mentales que utilizan animales, aparte de los perros guías, como ayuda para desempeñar algunas tareas de la vida diaria. Me pareció muy interesante porque en Honduras nunca he encontrado a no videntes con perros porque, como me explicaron durante la investigación del Seminario, son demasiado caros de conseguir, entrenar y mantener. En los Estados Unidos se está propagando el uso de caballos pequeños como guías; pericos para personas con problemas de ansiedad o bipolaridad y monos pequeños que ayudan a personas cuadrapléjicas. Sin embargo esto no ha sido muy aceptado por muchas personas o negocios que pretenden que se prohíba el uso de estos animales "exóticos" en público por problemas de salud o por sentirse incómodos, además que hay gente que simula tener discapacidad o miente diciendo que su animal es de servicio cuando no lo es en realidad para poder llevarlo a todas partes.
Muchas veces he llegado a preguntarme si algunos aspectos del machismo o de las reglas que se han inventado para las mujeres no son algún tipo de mecanismo para protegernos, protegernos de nosotras mismas y de los posibles “peligros” o consecuencias que resultan de tener el cuerpo que tenemos. Probablemente esto me haga parecer simpatizante con los opresores, pero tal vez es que en el fondo al prohibirnos salir a la calle solas cuando estamos pequeñas, que seamos inevitablemente marcadas con la “letra escarlata” en cuanto tenemos novio o que sea mal visto que decidamos tener una vida marital sin el papeleo legal o religioso sea una forma de impedir que terminemos embarazadas prematuramente de hombres que no se quieren responsabilizar por sus hijos ya que no tienen ataduras de ningún tipo, ni que terminemos cuidando a cinco niños de cinco padres y por ende perdamos cualquier autoridad moral para aconsejar a las mujeres que han de venir después. Tal vez todo esto sea buena intención mal dirigida, pero mal expresada: este terror que se infunde sobre lo que es capaz de provocar el cuerpo de una mujer me hizo creer de pequeña que los hombres eran aquellas criaturas horripilantes, sedientas de sexo y necesitadas al extremo que miraban a una mujer mal parada en la calle y no podían controlar el impulso de abalanzársele encima y poseerla en cualquier matorral. Yo salía a caminar con la paranoia de que me podían violar en alguna esquina.

Planteo este asunto porque me he dado cuenta que yo puedo ser una persona con metas, enfocada en lo que me gusta, inteligente, exitosa académicamente, con buenos modales y con un comportamiento en sociedad que Emily Post tendría poco que corregir, pero en el fondo sigo siendo una mujer, una posible incubadora que corre el riesgo de echar todo a perder si hago algo malo con mi cuerpo o si doy paso a que la gente piense que lo estoy haciendo. Porque ese es otro componente, el más incomprensible en mi opinión, sobre tener este físico: al parecer es asunto de todos. De forma superficial están los comentarios ridículos de qué delgada estás o cómo has subido de peso, provenientes en su mayoría de señoras que ya perdieron la belleza de la juventud y quieren que todas las demás tengan su mismo destino. Pero también están los que atribuyen algún tipo de virtud a sólo haber tenido un novio toda la vida, y si tuvo varios está mal, y si vivió con alguno sin casarse es una prostituta y si se acuesta con muchos hombres no ha de ser inteligente y eso la hace perder todo valor como persona, y todos ellos se creen tan limpios porque pueden hablar mal de alguien cuando no tienen en cuenta sus propios defectos.

Es tan absurdo si me pongo a pensar en cómo mis rasgos materiales me parecen componentes adicionales y no lo más valioso que tengo. Hay todo un sistema social, moral, religioso y familiar diseñado específicamente para decirme cómo usar mi cuerpo o cómo aparentar que lo uso para no sentirme indigna y sucia ante el mundo, pero cuando me veo en el espejo no puedo evitar preguntarme quién es esa persona, y si este pelo es muestra de lo que he vivido, si mis ojeras son a causa de lo que he leído, o si estas piernas son algún reflejo de seis años de estudio universitario, de hablar tres idiomas o de poder hacer excelentes cheesecakes. Porque este aparato cambiante me es extraño, es sólo un vehículo, y me parece risible que la gente le conceda tanta importancia. Todos quieren proteger mi cuerpo, alejarlo de los depredadores en la cima de una montaña y por si acaso ponerle un cinturón de castidad, pero ¿quién se preocupa de mi mente o de mis sentimientos? Tanto resguardo físico cuando uno se está pudriendo por dentro, como si lo esencial fuera estar casta y pura sin importar lo amargado y cínico que se perciba el mundo. Al final es muy fácil prohibir, gritar y castigar: quisiera ver a todos esos moralistas dando un verdadero ejemplo, estableciendo mejores relaciones con su familia, enseñar lo importante sin detenerse en idioteces cómo qué va a pensar el vecino de mí.
Estoy paralizada contemplando todos los cambios que a partir de ahora son inevitables e impostergables. Estos deberían ser días felices para festejar la novedad, pero no logro enfocarlos así. Por suerte lo más cercano a lo que he llegado en lo que respecta a auto flagelamiento es permanecer despierta casi todo el día para no dormir y de esa forma no tener pesadillas sobre la práctica profesional y sobre adónde será que voy a terminar. Con qué tipo de gente y si va a ser como antes que al principio estoy toda entusiasmada pero después me hastío y nos terminamos rechazando mutuamente. Qué tan lejos va a ser, lo temprano que me voy a tener que levantar para subirme en miles de buses –o peor, taxis-, luego caminar a saber cuántas cuadras, y como sólo los estudiantes usan tennis me va a tocar andar en tacones. Comer la comida recalentada del día anterior. El incómodo momento del almuerzo, especialmente si no conozco a nadie. ¿Me irán a pagar? Porque necesito desesperadamente ahorrar, no puedo seguir gastándome en cuestiones diarias el dinero que supuestamente era para cosas importantes. De qué irá a tratar… yo sé que todos los sacrificios se justifican si es algo que me gusta, pero ¿y si no me gusta e igual me toca quedarme allí?

(Hay momentos en los que agradezco que el ingeniero haya atrasado el proyecto y el examen para el 19, así no tuve que saltar directamente a toda la búsqueda. Es un pequeño espacio de decompresión.)

¿Por qué nadie habla de estas cosas? Conozco a tanta gente que ya ha pasado por esto pero ninguna de ellas es capaz de explicar cómo hizo la transición de estudiante ingenuo a profesional. Un día están en la universidad y al día siguiente los encuentras con mejor ropa y un aire de que lo saben todo. Pero no sé cómo empezaron, qué fue lo que hicieron, qué tantos rechazos o malas experiencias precedieron al trabajo de sus sueños, si es que lo tienen.

Creo que las expectativas más exageradas e irrealistas en este momento son de mi parte. De ahora en adelante se supone que debo mostrar de qué estoy hecha y para qué sirvo, dar pruebas del potencial que supuestamente tengo. ¿Y si no pasa nada? ¿Si he hecho tanta algarabía para algo que no tiene nada de especial a los ojos de los que podrían hacer algo al respecto? Veo a mis contemporáneos con una paz, una calma: no entiendo qué tipo de maldición me persigue que no tolero estas transiciones.

He trabajado y añorado este momento por tantos años que no puedo siquiera imaginarme cómo hubiera sido si tuviera que salir al mundo sin haber estudiado, sin por lo menos la ilusión de manejar un oficio, de haber tenido experiencias previas que pudieran servir de ensayo a posibles escenarios. ¿Por qué entonces hay algunos que a pesar de tener todo para lograrlo deciden no estudiar?

Probablemente lo más importante que tengo que recordar es que todo esto es un paso para llegar a otro lado. No debo perder de vista lo que realmente tengo en la mira. Quisiera que eso fuera suficiente para reconfortarme.
Al día siguiente del Gordo y Sabor Cubano, nuestra celebración se extendió a casa de Mario U. en Tatumbla, una aldea a 15 minutos de Tegucigalpa. Es una casa de campo preciosa con un patio gigantesco, y lugar para vacas, cerditos, gallinas y como 7 u 8 perros pululando por todo el terreno.
La casa tiene un sistema de sonido que permite a las vacas escuchar la música que está sonando en el interior, para que estén felices, según el papá de Mario. La hermana de Deysi que estudia en el Zamorano nos confirmó esa teoría. Aquí vemos a terneros disfrutando de salsa:

Una chanchita que tuvo un pariente que dio la vida en estas pasadas fechas.

El papá de Mario nos cocinó una comida riquísima, costilla de cerdo con un sabor sospechosamente chino. Mario nos contó que su papá va a restaurantes a probar la comida y si le gusta la intenta hacer en casa hasta que le salga exactamente igual.

Después nos quedamos a ver una película en la pantalla gigante que queda contiguo a la chimenea (!). Hablaría de lo que trataba pero me dormí y serví de almohada para Saddam, el gato que ven en la foto.

Para desperezarnos nos fuimos a dar una vuelta a una laguna que había por allí.

Las vistas son increíbles. Uno se olvida de todo y se pregunta cómo se puede vivir en la ciudad si aquí hay tanta paz.

Sentí todos los dramas de las clases y de mi cabeza tan lejanos en ese momento...

Aquí vemos a Mario agitando a Diego, un niño idéntico al bebé de "Ice age" y que por casualidad se llama como un personaje de la película. El niño es terrible pero también divertido.

Desgraciadamente tuvimos que regresar al mundo real. Tan cerca y tan lejos a la vez.