19 March 2008

¡Gracias Rafael!

Ayer fue el día que me tocó aprender a la fuerza que uno debe ser humilde todo tiempo porque no sabes de dónde puede provenir la próxima lección. Rafael es uno de esos tipos que nunca había visto en los tres años que llevaba estudiando en la facultad, pero de repente apareció en mi clase de Diseño II. Si nunca lo había visto, era porque pertenecía a otra generación, en otras palabras, estaba viejo. Y seguramente tenía otras responsabilidades aparte de la universidad, porque ese semestre se retiró de todas las clases y no lo volví a ver hasta que llevé Estructuras III. Como esa clase infernal tiene un proyecto en grupo, Scarlett, Ana Lucía y yo esperábamos revivir con Bessy las trasnochadas de cuando trabajamos juntas en Concreto, pero nos abandonó por Alejandra, que había pactado anteriormente estar con René y no separarse de él bajo ninguna circunstancia. Eso resultaba en un grupo de seis personas, el ingeniero no permitió un grupo de más de cinco, y mis dos amigas y yo nos vimos obligadas a improvisar. El resto de los compañeros eran viejos, repitentes o sencillamente irresponsables. Nancy se nos acercó. Yo no la conocía mucho, y ya era bastante difícil trabajar con ella también en Diseño 3, pero no tuvimos excusa para negarnos. Y se nos acercó Rafael. “¿Puedo trabajar con ustedes?” Nos quedamos viendo entre nosotras. Pensé lo que siempre trato de pensar en estas situaciones: “Todo pasa por alguna razón. Este momento es como es, porque el Universo es como es. No voy a forzar soluciones. Voy a ser flexible como el palo de bambú, blah, blah, blah…”.


Fue un semestre difícil, lleno de trabajo, típico de la facultad. Desde un principio tratamos de organizarnos bien, para hacer ese proyecto de la manera más eficiente, reuniéndonos desde las primeras semanas para que no se acumulara el trabajo. Pero el tarado de Rafael nunca podía reunirse. No podía hacer el trabajo que se le asignaba. Y un día dejó de ir a clases. Yo no cabía de la furia y la indignación. Le hicimos el favor de aceptarlo en nuestro grupo, ¿y así es cómo pagaba???? Ni siquiera por la necesidad de mantener su palabra, de defender su honor fue capaz de avisarnos que ya no iba a seguir en la clase. Ese tipo estaba muerto para mí. Inmediatamente dejé de dirigirle la palabra. Después resulta que fuimos las únicas de toda la clase que terminamos el proyecto COMPLETO (no sabíamos que sólo era necesario calcular las cimentaciones del edificio y no todas sus losas, vigas, columnas y losas) y antes de tiempo, pero como el ingeniero perdió el cd con la versión digital (porque desde luego que lo entregamos, ¿cómo íbamos a ser tan idiotas para no entregarlo?) nos bajó puntos y tuve que ir a recuperación, pero esa es otra historia, que está en los archivos de este blog.

Después llevé Taller I, con Simon Cowell. Uno de los proyectos era hacer un catálogo de todos los materiales de construcción existentes en el mercado hondureño. Teníamos que andar en todas las tiendas y ferreterías mendigando brochures, y anotando sus direcciones y teléfonos. Aparte de Deysi, toda la clase eran un montón de raros o irresponsables, o los decentes ya estaban en grupo, y me tocó volver a estar con Rafael. Le tuvimos que dar otra oportunidad, asignándole trabajo que hizo cuándo y cómo le dio la gana y no como tenía que hacerlo, pero yo ya estaba advertida, y nada podía sorprenderme. Pero un día llegó a la reunión de grupo, y me dijo que antes había pasado por mi casa dejándome un libro que creía que yo podía disfrutar. Era “La estrategia del sexo”, de la antropóloga Helen Fisher. Se miraba absolutamente genial, pero ya estaba leyendo otra cosa, y tenía otros en la lista después. Emily Post hubiera dicho que si no podía leerlo inmediatamente, que debía devolverlo inmediatamente, agradeciendo el gesto amable. Pero como el chavo este nos dejó plantadas en Estructuras, decidí que podía quedarse sin su libro hasta que tuviera tiempo de leerlo, sin importar el tiempo que tuviera que pasar. Y resulta que, en efecto, el libro es brillante. Lo descubrí ayer, un año después de que me lo prestaron, en una noche de insomnio en la que lo agarré porque creí que la antropología iba a ser lo suficientemente tediosa para dormirme. El libro trata de explicar cómo la “hembra del humano” es la única de todas las especies que existen en la Tierra que no tiene un periodo de celo definido, y que su capacidad para tener relaciones sexuales en cualquier momento de su ciclo –y disfrutarlas-, son algunas de las razones que explican la organización social, política y religiosa de los seres humanos. Pero voy a hablar más de él en otra ocasión, este post ya se lo dediqué a Rafael. Definitivamente, ¡gracias Rafael!

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