Son las 9 de la noche y me toca trabajar en un plano. Probablemente me desvele y me toque andar somnolienta todo el día de mañana, que en teoría empieza a las 5 y media. Pero esta va a ser la mejor desvelada de todos los tiempos. ¿Por qué? Porque voy a estar sola, en MI casa. ¿Qué tiene eso de especial o novedoso?, se preguntarán. Pues que en los últimos tiempos me ha tocado estarme desvelando en casas ajenas, con instrumentos ajenos, músicas ajenas (el horror…). Estoy tan agradecida de simplemente estar aquí, que no me importaría ver el sol salir (además que es una buena excusa para no trabajar mañana en la tarde).
Después de tratar de negar la cantidad exorbitante de trabajo que tenía enfrente, anhelar el confort de mi casa, enojarme con mis compañeros porque yo soy la única de mi grupo que siempre está disponible (no necesariamente dispuesta) para trabajar y deprimirme por todo lo que podría estar haciendo en lugar de estar con esa miserable maqueta, hoy anuncio alegremente que he alcanzado el último estado de la pérdida de la libertad: la resignación. Lo supe cuando a la mitad de la pegada del piso de cedro, un domingo, a las 7 y media de la noche, después de tres días ininterrumpidos de esclavitud, la junta de las duelas no coincidía con la esquina de un detalle, y accedí, SIN QUEJARME, a que las despegaran, las botaran, se cortaran otras y se volvieran a pegar.

Una vez más, soy parte del proceso inevitable de la evolución, el desecho de los ideales, la madurez adulta, el desvanecimiento de la inocencia, como se le quiera llamar.

Cada vez que tengo que aceptar una nueva imposición externa en nombre del deber, siento que camino en retroceso por el sendero que me había enseñado Henry David Thoreau a los 17 años: alejarse de la sociedad para subsistir únicamente con lo fundamental, y no regresar hasta redactar mis propios valores y así actuar en base a ellos, sin tolerar nada menos que el éxtasis por la vida, la dicha incontenible de hacer lo que disfrute, de poder expresarme libremente… “to live deliberately, to front only the essential facts of life, and see if I could not learn what it had to teach, and not, when I came to die, discover that I had not lived. I did not wish to live what was not life, living is so dear; nor did I wish to practice resignation, unless it was quite necessary. I wanted to live deep and suck out all the marrow of life, to live so sturdily and Spartanlike as to put to rout all that was not life, to cut a broad swath and shave close, to drive life into a corner, and reduce it to its lowest terms, and, if it proved to be mean, why then get the whole and genuine meanness of it, and publish its meanness to the world; or if it were sublime, to know it by experience…”.

Es una gran bestia de furia inconcebible, sedienta de sangre y espacios abiertos; pero debe estar amarrada por un año y medio más. Me pregunto cuánto de la bestia logrará resistir hasta el día que yo esté disponible para finalmente prestarle atención.
Es un hecho miles de veces comprobado que los conceptos oscilantes de familia producen seres desadaptados incapaces de sentir que pertenecen a alguna manada. Saluden ahora a la mujer sin hogar: eternamente alejada de los pocos metros cuadrados en los que se sentía a gusto y segura, deambula por todos lados, anhelando un poco de estabilidad o por lo menos algo que pueda reclamar como suyo. Porque he llegado al punto en que regreso a mi casa, sin haber visto por varios días seguidos a mi parentela, y me doy cuenta que mi cama tiene un buen rato de no haber sido ordenada; mi cuarto se ha convertido en territorio de arañas. Esto no es motivo de dilema para los budistas que leen el blog, pero no entiendo cómo son capaces de vivir sin centro de gravedad. No tengo casa, no tengo cosas, las personas se esfuman, maldición, yo quiero tener algo en qué confiar! Algo incuestionable, que no cambie, que no quiera buscar nuevos horizontes, o que no se sienta satisfecho con lo que doy/soy. Y no, me niego a conformarme con imágenes de divinidades o cuestiones sobrenaturales que me den razones para vivir. No voy a ir a reuniones de grupos religiosos, aunque me tenga que tirar de la ventana del cuarto piso porque ahora son en el piso de mi facultad y sólo hay una entrada y salida. (Me encanta la forma en que me atasco en paradojas. No confiar en lo divino y esperar milagros de lo meramente mortal.)

La cuestión es que yo tengo un sensor que me dice que todo se ha entibiado, aburguesado. Lo detesto; quiero el entusiasmo del principio, la fiereza de cuando todavía era santa, casta y pura. Cuando todavía no sabía adónde ir, pero tenía prisa por avanzar. He llegado al punto en el que no me reconozco; creía haber encontrado paz en los descansos a la orilla del camino, y me terminé apegando a ellos, al punto de no querer seguir más allá. ¿Y qué hago ahora que no tengo donde regresar y estar a salvo?


I sing with impertinence, shading impermanent chords,with my words.
Cuando las tengo, trato de disfrutar al máximo las rachas felices, porque sé lo raras y renuentes a volver que son. Después vuelve la normalidad y finalmente la lenta desintegración de todo lo que conozco.

La gran revelación de estos días de trabajo, literalmente ininterrumpido, ha sido que puedo ser estoica, ascética y eficiente a niveles que no hubiera creído posibles, pero con un precio. Al más mínimo atisbo (ilusorio) de paz, se filtra el dolor. Un dolor tan horriblemente intenso que estaba enrollada en mi cama, llorando como cuando (…). Es una prensa metálica, que aprieta una zona de mi cuerpo a la que nunca antes le había prestado atención. Yo, la niña que no tolera nada que no pueda ser comprendido racionalmente, doblegada ante mi cuerpo, el despreciable mundo de lo físico. Horas, días después, sigo en estado letárgico, tratando de no moverme, ni de ver cosas tristes en la tele para no dejar libre esta sobre-emocionalidad que probablemente me termine desconectando de la poca humanidad que me tolera actualmente.

Hay muchas cosas definitivas a las que no temo. Las busco en la medida de lo posible. Pero sí temo al dolor, a la extensión asquerosa en la que soy capaz de experimentar el abandono y la angustia.
El día que nos explicaron los elementos que constituyen la cimentación de una casa de madera, nuestro profesor nos contó un sueño que tuvo, en el que era un zompopo que añoraba vivir en la intersección entre el pilote y la viga de entrepiso. Pues iba subiendo por el pilote, hasta que se encontró con un objeto metálico y liso, que no le permitía continuar, y se sintió confundido. Se despertó del sueño, sabiendo que los pilotes ocupaban un "sombrerito" de lámina de zinc, para evitar la llegada de insectos.
Para no perder la tradición de catástrofes pre entrega, el lunes antes de la primera revisión de la maqueta, Félix estaba postrado en cama por una súbita fiebre. Mi madre lo volvió a la vida, y pudimos trabajar. Atornillamos los pilotes a la base:


Medimos directamente en la maqueta, las distancias necesarias para los marcos de las rejillas, entre pilotes. Moisés fue tan amable en ayudarnos, y se quedó con nosotros hasta que terminamos, a las 5 y media de la mañana.
A esas horas inhumanas, sólo locuras se pueden hacer, como aspirarle el aserrín al pobre de Félix.
La maqueta terminada, vista a primeras horas del día.

La maqueta, luciendo su esplendor, ya en la clase.




Y ahora, trabajar más en Diseño. Extraño mi cama!
Finalmente entregamos en unas horas el hotel para el concurso. Como ya vieron las plantas, hoy sólo les muestro perspectivas.

Conjunto:



Edificio principal:





Área de entretenimiento:


Cabañas:



Comienzo una serie de posts sobre la elaboración de la maqueta de Taller 2, una casita de madera. Más que un documental, es una forma de prácticar mis dotes de paparazzi y molestar a mis amigos.
Félix, un experto en carpintería, se llevó todo su equipo, herramientas y materiales, a casa de Iris, donde estamos trabajando. Tiene hasta un uniforme...
Aquí lo vemos cortando tiritas de madera que eventualmente tendrán algún uso.
Iris y Deysi están tratando de descifrar los misterios ancestrales de la creación de los "sombreritos" de los pilotes. Miguel y yo marcamos los ejes en la base de la maqueta, que por cierto, es pink! Conste que yo no tuve nada que ver. Yo no aparezco en la foto por razones obvias.

Hoy, Félix y yo nos encargamos de los pilotes. Pegarles la zapata, nivelarlos, ponerles las esperas para las vigas principales, etc.
Una vez terminado el marcaje de los ejes en la maqueta, está lista para que el carpintero (profesional) le aplique dos capas de sellador y una de laca.

Los pilotes terminados! Mañana los atornillamos en la base y terminamos la cimentación. La entrega es el martes.
Me libero un segundo de la asfixia del trabajo de la entrega de Diseño, recordando la última vez que salí al mundo exterior. La clase de Taller II se fue de excursión a un aserradero en medio del desierto, carretera a Olancho.
(Inserte su canción favorita del medio oeste aquí.)

Mis compañeros frente a un horno. No, esto no es ningún tipo de proyección o deseo reprimido.
Miren a Cinthya posar adorablemente frente a las pilas de palitos.
Los pelusos, ehmm, pinos, abundan en cualquier medio ambiente.
Heme aquí con Deysi. Tengo tantas fotos de este tipo que voy a dedicar un post entero a nosotras dos modelando.
La manada de estudiantes se aleja por el horizonte...


Pero antes: les presento a mi grupo de Taller. En el futuro les estaré mostrando fotos de nuestro avance en la maqueta.
Yo sólo me siento y espero.