21 July 2006

home life

Cada 21 años los planetas se alinean de cierta manera que repercuten en un serio despliegue de domesticidad. Hoy me levanté extrañamente hacendosa. Lavé ropa, la tendí, limpié la cocina, arreglé mi cuarto. Estaba sola en mi casa y lo disfruté. Definitivamente insólito. Cocinaría el almuerzo, pero creo que el fin del mundo puede esperar un poco más. A continuación la explicación de por qué son tan extraños los días como hoy.

Mi abuelo era un tipo extremadamente inteligente. Y extremadamente versátil: se dedicó a varios oficios durante su vida, emprendió varios negocios, probó suerte en el extranjero por unos años y regresó para perseguir otras iniciativas. La edad no le quitó ese deseo de redefinirse constantemente, y cuando murió dejó a su esposa encargada de la pequeña tienda que tenía en ese momento. Era el patriarca de la familia: sus seis hijos lo admiraban, respetaban, le temían, hacían todo para complacerlo. Pues un día el patriarca de la familia me dijo que habían ciertas cosas que yo no podía hacer por que era mujer.

Estábamos muy pequeños, mi hermano y yo, y andábamos de visita con mis papás en la casa de mis abuelos. Había un taller de carpintería en el patio, y mi abuelo se dedicaba a hacer reparaciones o algún mueble ocasional por encargo. Mi hermano lo acompañaba en el taller y creaba piezas post modernistas (de esas cosas que sólo los niños son capaces de entender). En esa época, mi mamá estaba enseñándome a bordar. Juntas estábamos haciendo un gran mantel con unas flores de pascua. Era muy aburrido, pero yo lo miraba más como una forma de fortalecer el lazo madre-hija que la oportunidad de aprender una habilidad. Llevé el mísero mantel conmigo en el viaje, pero un día que me harté de estar sentada, salí al patio a buscar nuevos horizontes. Mi hermano y mi abuelo estaban muy entretenidos con sus instrumentos y sus palos y le dije a mi abuelo que yo quería aprender a trabajar en madera. Su magnífica respuesta fue: “No, este es un asunto de hombres. Vaya adentro a ayudarle a su abuela en la cocina o a hacer otras cosas de mujeres.” No volví a tocar el estúpido mantel en toda mi vida. Por mucho que mi mamá me lo pidiera, me lo rogara, me amenazara. Una enfermera amiga suya lo tuvo que completar. Juré jamás aprender a cocinar, lavar, barrer, trapear, y cualquier cosa que me asignaran por ser mujer. Mi mamá trató de reparar el daño con un curso de repostería. Pregúntenme cuántos pasteles he hecho desde que terminé.

Hubo repercusiones. Mi infancia está plagada de peleas por que yo no ayudaba en la casa, por que mi papá regañaba a mi hermano si lo veía en la cocina; desde entonces me obligaron a lavar los platos todos los domingos (condena que todavía me toca cumplir), y me he ganado una reputación de perezosa y aprovechada, por que si no fuera por mi hermano, yo moriría a causa de intoxicación por sopas chinas instantáneas. Un gran porcentaje de mi vida quedó marcada por esa frase, ese menosprecio, ese prejuicio por algo de lo que ni siquiera soy responsable. Me convertí en una feminista versión miniatura. Antes de los diez años el feminismo significaba que tu canción favorita fuera “Girls just wanna have fun”, pero así se empieza. Rechacé por completo la idea de convertirme en un ama de casa, de casarme y sacrificar mi carrera y mis sueños por un marido que tenía gran probabilidad de resultar un pelagatos; y estar biológicamente equipada para ser madre lo consideraba una carga, un castigo. Perdí el respeto por mi mamá, mi abuela, por todas las que se conforman y por los que exigen conformismo. Ni hablar de mi abuelo y mi papá.

Creo que me lo más cerca que he estado de aceptar mi condición de mujer se lo debo a Simone y a su “Segundo sexo”. También llegué a entusiasmarme tanto con alguien que creí que sí valdría la pena casarse y perpetuar toda la comedia tradicional de cuidar una familia. Ahora, estoy en una etapa de aceptar lo que se venga, no exigir, ni rechazar tajantemente nada de la vida. Recuerdo constantemente la profecía que me depara una vida de celibato en algún retiro religioso, pero sigo rebelándome en su contra. No me considero feminista per se. Es una etiqueta, una forma de limitarse y he descubierto que los problemas entre hombres y mujeres son más profundos, están en un nivel donde tu género no tiene nada que ver.

En cuanto a lo de vida doméstica, me voy a inscribir en un curso de cocina el último año de universidad, cuando ya no tenga madre ni hermano que me alimenten. Y voy a comprar de esas aspiradoras redonditas y pequeñas que se mueven solas y limpian por donde pasan. La tecnología al servicio de la liberación individual.

7 comments

  1. Y yo... todo lo contrario: cocino, pero es una fascinación. Adoro estar metido en la cocina y simplemente estar cocinando. Me fascina experimentar con recetas nuevas; claro, creo que la comida rusa es de lo que mejor me queda. Yo puedo darte clases de cocina, mira que así podrías aprender a hacer 'pilmienyi' o 'stolichnaya' ;)

    Ahora bien, no disfruto limpiar o lavar, pero sí, lo tengo que hacer porque si no lo hago, mi papa no lo va a hacer, y entonces el gobierno tendría que cerrar nuestra casa por insalubre.

    PD: por cierto, Flavio tiene razón, nadie viene al mundo con el manual ese. Y si yo fuera mujer... bueno Marce, digamos que vos ya sabés lo que pienso de ello...

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  2. añadiendome a la lista de los hombres hacendosos...mas aun ahora porque vivo solo...me encuentro en una situacion muy parecida a la de yanis. me encanta cocinar,pero lavar y limpiar...ewww (pero no hay de otra)...pero creci solo con mi mama, y el pensar cavernicola de muchas personas no recayo fuertemente.

    Asi que pormi, que cada quien haga lo que le gusta, no importa el genero y cuando haya tiempo, vamos a la General Electric a hacer piquete :P

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  3. LINDOS RECUERDOS, PERO CARGADOS DE MUCHAS COSAS, LAS EXPERIENCIAS MARCAN INCREÍBLEMENTE.

    VENGO DE UNA FAMILIA CLÁSICA EN ALGUNAS COSAS, COMO SEÑALAS BIÉN, CON ROLES PARA HOMBRES Y MUJERES, PERO QUE NO SE DE ADONDE SACAN, PORQUE NO ESTA ESCRITO EN LA BIBLIA NI EN LA CONTITUCIÓN POLÍTICA.

    MI ABUELA FUE VISIONARIA HACE 50 AÑOS AL TRABAJAR FUERA DE CASA EN UN OFICIO QUE NO ERA EL CLÁSICO PARA LA ÉPOCA PARA MUJERES Y DEJAR A LOS HIJOS AL CUIDADO DE NIÑERAS, QUE SIEMPRE ERA EL DE SECRETARIA O EMPLEDAD DOMESTICA, Y ESO LE COSTO QUE LA RECHAZARAN Y QUE LA CONDENARAN SOCIALMENTE CREYENDO QUE ERA PRÁCTICAMENTE UNA PROSTITUTA O UNA MUJER INSATISFECHA SEXUALMENTE POR NO ESTAR EN CASA CUIDANDO LOS NIÑOS O QUE ERA LOCA. AHORA, DESPUÉS DE MUERTA Y QUE LOS TIEMPOS CAMBIARON LA RECONOCIERON, DEMASIADO TARDE.

    VAS POR BUÉN CAMINO, SALUDOS DE EDUARDO CAVIERES.

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  4. Llevo 3 meses viviendo absolutamente solo y no hay nada que me complazca más que entrar a mi casa, después de mis mini dramas en la calle, y encontrarla limpia.
    Me he hecho días de limpieza y obviamente no los disfruto (odio barrer, pero me encanta trapear, amo la cocina, odio lavar los platos y creeme que me he dado cuenta que duermo mejor en una cama que ha sido tendida).
    Creo que al final no depende tanto de género ni eso, sino tu nivel de limpieza personal. Yo crecí con una madre muy liberal, que desde pequeño me enseñó a cocinar, no por romper estereotipos ni nada, si no pq sabía que en algún momento me iba a tocar estar solo. Mi papá nunca se molestó que yo pasara en la cocina, no pq sea liberal, sino pq se dio cuenta que le encantaban mis platos ( a él también le pegan sus arranques a lo Bree, se pone a limpiar su cuarto de pies a cabeza), creo que si fueramos menos cerrados, la vida sería mucho más fácil y por supuesto muchísimo más limpia.

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  5. Ayyy..te entiendo,también me revelé en contra de esa idiosincracia que obliga a la mujer cumplir determinado rol...que antiguo.Uno es y hace lo que quiere,no?

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  6. Malditos estereotipos, mi madre siempre me presiona porque no se hacer nada de esas cosas.

    Yo también estuve en un curso de repostería, y desde que salí no he hecho ni un solo pastel, pastitas, ni nada de lo que aprendí(pero fue porque mi madre no recuerda donde dejo el recetario).

    A mi tampoco me satisface la idea de conformarme con una familia como todas las demás. Tampoco me gustaría ser una mujer que renuncie a sus sueños por sus hijos o esposo, y menos aun vivir para servir a una bola de haraganes.

    Mi madre es la mujer mas infeliz del mundo por tenerme a mi como hija. Siempre me dice que ella nunca imagino que su hija fuera a ser así. Solo porque no me gsutan los convencionalismos.
    Y lo peor se preocupa porque soy atea, jajaj una vez dijo "que asco una madre atea, por eso nadie se fija en ti".

    Aunque después de todo, creo que tengo que agradecerle por darme el ejemplo de como no debo ser.

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  7. A mí no me gusta cocinar, he vivido solo y lo he hecho, he tenido que hacer el trabajo doméstico y lo detesto, no me gusta para nada cocinar, creo que lo que mas odio es planchar, sí me gusta usar la lavadora para ver y tocar la espuma, pero bueno, el caso es que soy hombre y no tiene nada malo ser hombre y gritar a los cuatro vientos que detesto el trabajo doméstico, que no cocino y que nada de eso tiene que gustarme. Tengo mi derecho a que no me guste sin ser tachado de machista, ni mucho menos cavernícola.
    Ocurre que ahora está de moda para los hombres usar delantal porque las mujeres lo consideran sexy. Y por su parte las mujeres se sienten orgullosas por no saber cocinar ni hacer nada que tenga que ver con la casa. ¿Cómo puede uno sentirse orgulloso de ser un inútil que depende de otros para poder llever una cómoda vida casera?
    La verdad es que esa forma de feminismo es puro sexismo fundamentalista
    Muy bien Marcela, yo también iré incorporandome poco a poco a ese mundo del trabajo doméstico y la cocina. Pero lo haré sólo para conseguir mayor autosuficiencia. Ojalá algun dia le pueda tomar algo de gusto

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