09 June 2006

Ser apocalíptico o ser integrado. Esa es la cuestión

Es innegable el disfrute esnob que algunos de nosotros obtenemos de poder tener acceso a (junto con la capacidad de entenderlas) ciertas obras artísticas, refinadas, que pocos comprenden o pueden siquiera conocer.

Umberto Eco da explicaciones exquisitas sobre este fenómeno: que es vestigio de un pensar aristocrático que anhela la época en la que la cultura era asequible para unos pocos; que es una visión limitada del mundo moderno que no toma en cuenta las nuevas condiciones políticas y económicas de la sociedad, sino que se quedó estancada en el ideal del hombre Renacentista; simple rechazo sin siquiera estudiar los puntos válidos de la alternativa; o mi favorito: “la manifestación mal disimulada de una pasión frustrada, de un amor traicionado”. (ouch)

Siempre he sabido que lo ideal es el punto medio, el equilibrio entre las dos corrientes, pero no logro quitarme ese radicalismo de “todo o nada”, el vagar incesantemente de un polo a otro, sin que presente para mí ningún dilema moral. Pero veo que no es lo mismo para todos. Pareciera que es una guerra donde es necesario tomar partido cuanto antes, para ser rápidamente etiquetado y que los demás sepan dónde colocarte y cómo tratarte.

Hasta que se me abrieron los ojos. Ser apocalíptico (es decir, renegar rotundamente de los productos de la cultura de masas) o integrado (disfrutar y/o producir estos mismos) no son bandos opuestos, ni siquiera distintos. Ser un crítico de la cultura de masas es SER un producto de ella, e incluso, cuando se cree estar disfrutando de sus frutos más finos, estos han sido adulterados para un consumo general y no pretenden provocar más reacciones, juicios o críticas que cualquier otro.

Si no nos podemos desligar de la cultura de masas (y damos por sentado 1) que es inevitable y 2) que no tiene nada de malo), ¿qué se puede hacer para mejorarla? Más aún: ¿qué deberíamos de ser?

Mi propuesta: un integrado crítico. Definitivamente al poner en una balanza las ventajas y desventajas de la producción y consumo en masa de los bienes culturales, hay muy poco que me haga pensar que son positivos o que esto es deseable. Pero reitero: eso no puede cambiar. Aún así, la amargura apocalíptica me parece una salida fácil: si no hay propuestas difícilmente van a haber reformas.

Me encanta la idea de convertirme en una infiltrada en ese “sub-mundo de perdición”. Jugar bajo sus reglas, pero introducir elementos que les hagan trascender la apatía, la homogeneidad y el entretenimiento sin valor. No es tanto creerme “culta” y poder disfrutar de cosas “inferiores”; es cambiar mi óptica, y ser fiel a lo que considero bueno, venga en el empaque que venga.

Puede que los apocalípticos tengan razón (al verlos en profundidad, no es así), pero entre elegir disfrutar del mundo y entre creer tener la razón y vivir aislada en mis limitaciones, creo que no hay mucho que considerar.

3 comments

  1. Me parece que uno puede verse clasificado en alguno de estos bandos sin que sea esa la intención. Yo siento que disfruto tanto de lo masivo como de lo llamado elitista, sólo que lo hago sin pretenciones.
    En la práctica resulta divertido conocer gente que comparte gustos artísticos con uno y es muchísimo más divertido si esos gustos son exclusivos, porque es más inusual simplemente, eso es así, no tiene nada de extraño que así sea.
    Yo propongo divertirse y cada quien busca y encuentra la diversión donde mejor le sea suministrada.
    Además casi todo lo masivo tuvo un pasado exclusivo, eso ocurrió con muchos tipos de arte.
    Y luego que también esto es relativo a las zonas o regiones, por ejemplo si yo fuera a Israel y conozco allí gente que gusta del psytrance, no creo que sea algo tan especial, probablemente muchas personas lo consideran relativamente masivo y comercial. Eso ocurre con muchas otras cosas.

    Welcome to the City of the Future.

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  2. Que miedo...
    Ese fue el título de mi ensayo final para la clase de estética. Deja de leerme la mente Marcela!

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  3. Qué increíble coincidencia. ;)

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