Joan Didion escribió “The year of magical thinking” después de la muerte de su esposo de casi 40 años, el también escritor John Gregory Dunne, y durante el año en que su hija Quintana Roo estuvo por varios meses internada en el hospital. Este libro es una descripción de toda esa época, un intento de sobrellevar y entender lo que estaba atravesando usando el método que mejor conocía para lidiar con el mundo: escribiendo sobre él. Didion ha causado un gran revuelo con su historia: su libro ha tenido mucho éxito, con millones de copias vendidas, buenas críticas pero también muchos detractores que le reprochan no guardarse su sufrimiento para ella sola, sino hacer alarde de él en público.
Cualquier persona que haya experimentado una gran pérdida puede sentirse identificado con su vivencia. Ella escribe con una crudeza, y honestidad desgarradoras. Describe el sentido de desorientación que sigue a cualquier acontecimiento que desbarata el suelo sobre el que has estado parado creyendo que estabas seguro. Su vida como la había vivido por cuarenta años se esfumó en un segundo. Perdió a su mejor amigo, a su editor, a su compañero de viajes, en cuestión de un abrir y cerrar de ojos. Estaban cenando después de visitar a Quintana en el hospital, y se puso de pie, solo para caer muerto, por un fallo cardíaco. Su hija logró salir del coma unos meses después, para ser atendida de emergencia por un derrame cerebral, el día que se iba a descansar a California.
A lo largo del libro repite una y otra vez: “Life changes in the instant”, y esa es la declaración que más me impactó personalmente. “You sit down to dinner and life as you know it ends." Ahora busco conscientemente aquellos momentos que determinan un antes y un después en la existencia. Son unos pocos, pero son trascendentales.
Me parece bien que haya decidido publicar su libro. Su experiencia no es única ni aislada: tiene resonancia en todos aquellos que han pasado por lo mismo o por situaciones similares y no saben cómo expresarse. Mi abuela se fue a dormir una noche, sólo para levantarse unas cuantas horas después y descubrir que su esposo de toda la vida había muerto. No es un libro que trata de sermonear sobre cómo enfrentar el sufrimiento, no es optimista, ni pesimista, ni siquiera premonitorio. Unos meses de terminado el libro, Quintana murió también. Pero al tratar de salir adelante, Didion es una inspiración. Aquellos que prefieren tragarse su dolor y seguir como si no hubiese pasado nada, están en su derecho, pero no hay sanación para el que no ve a la vida de frente.
Cualquier persona que haya experimentado una gran pérdida puede sentirse identificado con su vivencia. Ella escribe con una crudeza, y honestidad desgarradoras. Describe el sentido de desorientación que sigue a cualquier acontecimiento que desbarata el suelo sobre el que has estado parado creyendo que estabas seguro. Su vida como la había vivido por cuarenta años se esfumó en un segundo. Perdió a su mejor amigo, a su editor, a su compañero de viajes, en cuestión de un abrir y cerrar de ojos. Estaban cenando después de visitar a Quintana en el hospital, y se puso de pie, solo para caer muerto, por un fallo cardíaco. Su hija logró salir del coma unos meses después, para ser atendida de emergencia por un derrame cerebral, el día que se iba a descansar a California.
A lo largo del libro repite una y otra vez: “Life changes in the instant”, y esa es la declaración que más me impactó personalmente. “You sit down to dinner and life as you know it ends." Ahora busco conscientemente aquellos momentos que determinan un antes y un después en la existencia. Son unos pocos, pero son trascendentales.
Me parece bien que haya decidido publicar su libro. Su experiencia no es única ni aislada: tiene resonancia en todos aquellos que han pasado por lo mismo o por situaciones similares y no saben cómo expresarse. Mi abuela se fue a dormir una noche, sólo para levantarse unas cuantas horas después y descubrir que su esposo de toda la vida había muerto. No es un libro que trata de sermonear sobre cómo enfrentar el sufrimiento, no es optimista, ni pesimista, ni siquiera premonitorio. Unos meses de terminado el libro, Quintana murió también. Pero al tratar de salir adelante, Didion es una inspiración. Aquellos que prefieren tragarse su dolor y seguir como si no hubiese pasado nada, están en su derecho, pero no hay sanación para el que no ve a la vida de frente.