04 December 2005

El ateísmo es sexy

¿Se puede tener un fetiche filosófico? Podría decir que ese es mi caso. Hay muy pocas cosas que considere más atractivas en una persona que el hecho que sea ateo o atea.
Pero no cualquier tipo de ateo. Me refiero a aquel que denota una burbujeante vida interior; que sea el resultado de años de búsqueda, de tratar de entender, de tener la mente abierta y concluir después de un proceso extenuante que simple y sencillamente los dioses de las religiones son escapatorias fáciles a una soledad inminente. Conozco a tantos que se denominan ateos simplemente por que son muy perezozos para dedicarse a una religión. O por que está de moda entre los pseudo intelectuales, o por que simplemente no les importa si de verdad existe un ser supremo (el peor de los defectos: la apatía).
Los ateos dogmáticos no me impresionan tampoco. Alguien que es fanático e incapaz de cuestionar todo, hasta a su propia doctrina, está tan ciego como aquel que sigue a un líder sin preguntarse por qué está en lo correcto.
La fortaleza espiritual que requiere no tener apoyos falsos; enfrentarse a todo y a todos los que se pongan en su camino, sea quien sea; no tener miedo del vacío, de la falta de sentido o de la misma divinidad, es lo que más admiro en alguien.

Siempre he sido partidaria de que la creencia correcta es aquella que te haga feliz, y te permita vivir tranquilamente. Muchas personas optan por las religiones, principalmente el cristianismo y yo creo que está bien. Es muy reconfortante sentirte parte de un grupo, conocer a mucha gente que piensa como vos, participar de los ritos, las ceremonias y las tradiciones. Hay incluso un puñado de los creyentes que lo son como resultado de un camino introspectivo, y que pueden defender su fe con argumentos racionales. Soy capaz de respetar eso. Pero en mis adentros le doy la razón a Nieztsche: el cristianismo es para los débiles. Los que necesitan la ilusión de un ser divino que los cuida, que les asignó una misión y usan valores comunitarios por no poder crear los propios demuestran una incapacidad para vivir plenamente en este mundo. Es tan triste vivir en el presente con la esperanza de resucitar en un paraíso el día de mañana. Y basar toda tu existencia tratando de decodificar un texto que puede ser interpretado de la manera que mejor te convenga. Resulta muy poco convincente, aún para aquel que se inicia en el pensamiento racional.
Pero lo que más me encanta es la hipocresía en la que viven los cristianos. Los verdaderos cristianos no existen, son un mito, una leyenda, como los unicornios o los dragones. Quisiera ver un tan sólo católico o protestante que no juzgue a los que no piensan como él, que no trate de convertir a todo los demás a su propia doctrina limitante. Y me encanta, me fascina ver cómo sufren por la verguenza que sienten por sus impulsos naturales, las restricciones absurdas que tienen que soportar por sus creencias y como al final terminan sucumbiendo ante ellas, pero escondiéndose de los otros, e incluso de ellos mismos.
Personalmente, no me considero atea. No creo en un ser divino, pero sí en un orden y en un propósito de nuestra existencia en la tierra. Creo en que el Universo se adapta a tu forma de pensar, te muestra aquello que quieres ver y te da lo que mereces o debes vivir para aprender. Me gusta imaginar que la reencarnación es posible, y que al final se está destinado a llegar a un estado en el que no existen los contrarios y todo se úne. Sé que ser adepto a algo es dejar que ese algo piense por vos, así que prefiero mantenerme al margen de las definiciones, experimentar en carne propia todo lo que se me proponga y sacar mis propias conclusiones.
Pero eso no quita que me sienta impresionada por aquellos feroces defensores de su incredulidad. Ser apasionado en la vida, pero sobre todo por aquello que ha de regir tu vida-tus creencias-, es algo que merece mi total admiración.

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